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Autor
Ignacio Bosque Muñoz (Universidad Complutense de Madrid)

Ignacio Bosque Muñoz. Premio "Julián Marías" de Investigación, 2010

Muchísimas gracias a la Comunidad de Madrid por el Premio Julián Marías que hoy me entrega, y también a la Facultad de Filología de la Universidad Complutense por haber propuesto mi candidatura a él.
Me siento sumamente honrado por esta distinción, que hago extensiva, desde luego, al numeroso conjunto de personas con las que he tenido la suerte de colaborar a lo largo de estos 38 años de vida profesional. Ni que decir tiene que extiendo igualmente el galardón y el agradecimiento a mi familia, que me ha ayudado, apoyado y soportado durante tanto tiempo.

Todo el mundo sabe algo acerca del trabajo que desarrolla un médico, un ingeniero o un biólogo, pero la verdad es que las tareas que llevamos a cabo los lingüistas son —no lo voy a negar— mucho menos conocidas. Cuando explico que mi objeto de estudio es el español, es decir, mi propia lengua, lo normal es que mi interlocutor se quede un tanto perplejo. A veces me preguntan «¿Cómo es eso de que estudias tu propio idioma?; ¿es que todavía no te lo sabes?». Otras veces, las personas con las que hablo piensan que, si soy lingüista, mi labor no puede ir más allá del ámbito prescriptivo o normativo. En ese caso me preguntan si guion se escribe con acento o sin él, o si es correcto o no es correcto decir en base a. De hecho, he comprobado en muchas ocasiones que un gran número de personas cultas identifican sistemáticamente el trabajo de los lingüistas con la fijación de la norma, y también que son relativamente pocos los que saben que los lingüistas realizan una labor investigadora que, por lo general, guarda escasa relación con el ámbito de la política lingüística.

Pertenezco al grupo de los que estudiamos las unidades que articulan la estructura del lenguaje; las piezas del gigantesco rompecabezas que nos permite combinar las palabras y construir con ellas pensamientos complejos

Existen, desde luego, muchas ramas de la lingüística y muchos intereses entre los lingüistas, así que me limitaré a decir que pertenezco al grupo de los que estudiamos las unidades que articulan la estructura del lenguaje; las piezas del gigantesco rompecabezas que nos permite combinar las palabras y construir con ellas pensamientos complejos, así como interpretar las secuencias que crean los que comparten ese mismo código.

La gramática no es solo esa asignatura que tanto detestan algunos de nuestros estudiantes de Secundaria. La gramática es la parte de la lingüística que estudia la arquitectura verbal del pensamiento. Se parece a otras disciplinas combinatorias —como la música, por ejemplo— en que consta fundamentalmente de piezas elementales, de principios para combinarlas, y también de constricciones y límites que condicionan esas combinaciones, pero que a la vez conforman un sistema. En el caso de la lengua, este sistema constituye un código con variaciones mediante el cual podemos construir y comprender mensajes verbales, articular ideas sumamente elaboradas o crear mundos imaginarios.

Sé que debo ser breve, así que destacaré muy esquemáticamente tres obras que he dirigido o codirigido en los últimos años y que han tenido alguna repercusión en el campo en el que trabajo. No diré nada, por tanto, de otros proyectos ni de otras líneas de investigación que he seguido en mi vida profesional.

Entre 1993 y 1999 codirigí con la profesora Violeta Demonte la Gramática descriptiva de la lengua española. Se trata de una extensa descripción general del español, en la que colaboraron más de setenta especialistas, que permitió a un gran número de personas conocer una buena parte de la abundante investigación que sobre nuestra lengua se había llevado a cabo en los treinta o cuarenta años precedentes. La Gramática descriptiva constituye hoy una gramática de referencia, un pórtico que recibe al estudiante, le ofrece un panorama de la disciplina, lo dirige a las materias que desee estudiar y procura orientarlo en las múltiples direcciones que podrá seguir para profundizar en su trabajo.

La segunda obra, publicada en 2004, fue el Diccionario combinatorio del español contemporáneo, un peculiar estudio del léxico que decidimos denominar REDES. Esta es una obra lexicográfica, además de gramatical, pero bastante diferente de cualquier otra en su género, ya que, en lugar de definir las palabras, como hacen los demás diccionarios, informa de la manera en que se combinan, así como de las restricciones significativas que se imponen unas a otras.

El tercer y último proyecto que quería destacar es la Nueva gramática de la Real Academia Española y la Asociación de Academias. La coordinación de este proyecto supuso once años de intenso trabajo. Se trataba de lograr una descripción general del español en la que participaran las academias de la lengua española que representan a los veintidós países en los que se habla. El objetivo era, por tanto, conseguir una obra que mostrara, por un lado, el español común, el que todos compartimos, y, por otro, el español diferencial, el correspondiente a cada área lingüística del mundo hispanohablante. El reto era, en realidad, mayor, puesto que el encargo comportaba asimismo la renovación de la gramática académica, que no reflejaba desde hacía muchos años los avances que se iban produciendo en el conocimiento del español.

Los trabajos se iniciaron en 1998, y la obra se publicó en el año 2009. Fue un honor y una gran responsabilidad dirigir este proyecto, y ha sido una satisfacción el comprobar que el esfuerzo que todos pusimos en él ha sido reconocido tanto en España como en Hispanoamérica.

En el próximo mes de octubre me reincorporo a mis clases en la Universidad Complutense. Las retomo con mucha ilusión, ya que el último proyecto del que les he hablado me ha tenido alejado de ellas durante varios años. Por un lado, el regreso a las aulas me encuentra cercano a la jubilación, pero, por otro, no es menos cierto que en determinadas profesiones uno no se jubila nunca. Además, el trato con los estudiantes siempre rejuvenece, y yo me veo todavía con fuerzas y con ánimo para estimularlos. En cuanto a mi propia investigación, estoy seguro de que en los próximos años surgirán nuevos proyectos y nuevos retos lo suficientemente atractivos como para mantenerme la cabeza tan ocupada al menos como me la han mantenido los trabajos que he venido realizando hasta ahora.

Muchas gracias a todos.

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