Cada vez hay menos bosques viejos. La actividad de la industria del papel ha puesto en riesgo la riqueza ecológica de esta zona, en un problema similar al de las selvas amazónicas.
El Gran Bosque del Norte es uno de los pulmones de la Tierra. Impresiona verlo desde el espacio: es la gran corona verde que rodea toda la región ártica, cubriendo grandes extensiones de Rusia, Canadá, Estados Unidos, Suecia y Finlandia. Supone un tercio de la superficie forestal del planeta y almacena más CO2, incluso, que todas las selvas tropicales juntas. Sin embargo, la creciente destrucción de su biodiversidad preocupa cada vez más a las organizaciones ecologistas, que acusan a la industria maderera de estar destrozando algunos de los últimos bosques vírgenes de la zona.
Es un asunto poco conocido. Se habla mucho de la deforestación del Amazonas, por ejemplo, pero casi nada de las contrapartidas que, desde hace décadas, conlleva la extensa explotación forestal en los bosques boreales. Una de las razones está en que las empresas que viven de ello suelen proclamar a los cuatro vientos su buena costumbre de plantar tres árboles por cada uno talado. Algo totalmente cierto, dicho sea de paso, pero que oculta el otro lado de la moneda.
En términos de marketing, los ecologistas lo definen como un ejemplo de greenwashing, es decir, un argumento con el que algunas empresas pretenden dar una imagen de sí mismas completamente verde y respetuosa con el medio ambiente cuando, en realidad, su actividad industrial no lo es tanto.
PÉRDIDA DE BIODIVERSIDAD, NO DE BOSQUES
El problema que se plantea, en todo caso, no es de deforestación, sino de menoscabo de la biodiversidad. Suecia, de hecho, "es a menudo citada como uno de los casos de reforestación más exitosos del mundo", destaca a Teknautas Camilla Sandström, profesora de la Universidad de Umeå y autora de varias publicaciones sobre el modelo forestal sueco.
"Desde 1903, año en que fue aprobada la primera ley forestal, la extensión cubierta por bosques se ha ido incrementando ininterrumpidamente", recuerda. Es más, "la explotación está por debajo del crecimiento anual de la superficie boscosa, algo que se explica porque todos los bosques talados son replantados con nuevos árboles" y "algunas tierras agrícolas, incluso, han sido transformadas en forestales".
Para los ecologistas, no obstante, el quid de la cuestión está en que los árboles replantados suelen ser todos de una sola especie. En el caso de Escandinavia, se trata del lodgepole o pino contorta, un tipo de pino foráneo, originario de América, y que suele ser elegido por su rápido crecimiento. Esto hace que las nuevas superficies se parezcan más a grandes monocultivos o plantaciones arbóreas que a verdaderos bosques, con toda la variedad de plantas, arbustos, matorrales, musgos y animales que éstos suelen tener.
Lo que está ocurriendo en el norte, por lo tanto, no es todo de color de rosa. Tras la tala, se vuelven a plantar árboles, sí. Pero no se recompone toda la flora y toda la fauna, con la multiplicidad de especies y variedades que conformaban el ecosistema original. Es decir, se pierde una buena parte de "toda esa red interconectada de organismos que dependen de una continua y variada estructura de árboles de distintas edades y especies", explica Dima Litvinov, activista de bosques de Greenpeace Nordic.
En su opinión, "talar por completo un bosque natural, preparar el suelo y plantar en él árboles de la misma edad y una única especie daña severamente la biodiversidad. Y esto no es una teoría, sino un hecho, observado, documentado y científicamente aceptado".
ADEMÁS, PERTURBA EL MODO DE VIDA DE LOS SAMIS
"Árboles jóvenes, maduros, muertos, en varios estadios de descomposición o tocones naturales son la base de crecimiento de numerosos organismos, como insectos, líquenes y musgos", esenciales, estos últimos, para la alimentación de los renos, por ejemplo, uno de los animales más típicos de la zona. E, indirectamente, también de vital importancia para los samis, los pueblos indígenas que habitan la zona, cuyas tradiciones y modo de subsistencia se basan, en gran medida, en el pastoreo de renos.
En su opinión, pues, más que preocuparse por el medio ambiente, las madereras tratan de sostener su propia economía, plantando árboles para poder talarlos luego y alimentar así su propia cadena industrial. Greenpeace, no obstante, no pide dejar de talar, sino "simplemente que se excluya de ello una proporción lo suficientemente elevada de bosques y que los métodos de tala empleados en los demás sean sostenibles".
TALAS INDISCRIMINADAS EN LOS BOSQUES VÍRGENES...
Lo que está ocurriendo, sin embargo, es todo lo contrario. Los nuevos árboles replantados tardan largos años en crecer. Y como más del 60 por ciento de los bosques de Suecia tiene menos de 60 años y no es lo suficientemente maduro para volver a ser talado, las madereras necesitan explotar nuevas zonas.
En su reciente informe titulado Wiping away the Boreal (Eliminando el Boreal), Greenpeace denuncia que la presión del sector hace que se estén realizando talas indiscriminadas en algunos de los pocos bosques antiguos y hasta ahora intactos que quedan en Suecia y, en menor medida, Finlandia, con la consiguiente destrucción de hábitats de especies amenazadas.
No es la primera vez que Greenpeace destapa este asunto. El pasado mes de marzo ya publicó un primer informe, titulado Eye on the taiga (Vigilando la taiga), en el que también denunciaba la explotación de bosques primarios en Rusia.
CONVERTIDOS EN PRODUCTOS DE USAR Y TIRAR
En concreto, la organización ecologista acusa a la multinacional sueca Essity de comprar pasta de papel a proveedores que están talando bosques identificados por las autoridades suecas como de "alto valor para el mantenimiento ecológico".
Que Essity sea precisamente el segundo productor mundial de papel higiénico y proveedor de conocidas marcas como Tempo, Lotus o Colhogar, no es un dato baladí y ha sido bien aprovechado por los ecologistas, que llaman la atención sobre el hecho de que bosques centenarios estén siendo deteriorados ni más ni menos que para producir efímeros productos de usar y tirar.
"Lo que hagas con tu papel higiénico es claramente asunto tuyo. Pero lo que Essity hace con estos bosques es asunto de todos", afirma el provocador vídeo con el que Greenpeace está promocionando su campaña.
En su página web, Essity detalla que la pasta de papel que utiliza ha superado todos los controles medioambientales. Sin embargo, Greenpeace señala que, precisamente, el problema está en que, a veces, estas certificaciones son demasiado laxas. En una constructiva respuesta a estas acusaciones, la multinacional sueca reitera su propósito de proteger la biodiversidad boreal, asegurando que da "la bienvenida a cualquier debate que tenga como objetivo mejorar" los procesos de certificación.
MÁS LEÑA AL FUEGO
Aun así, clarifica que las zonas que Greenpeace afirma que han sido clasificadas por las autoridades suecas como "paisajes forestales de alto valor" (high value forest landscapes o HVFL, por sus siglas en inglés) todavía no han sido incluidas en ninguna ley o regulación oficial. Lo cierto es que, en su informe, Greenpeace reconoce que la identificación de estos HVFL es un proceso todavía en curso, en base a lo cual puede concluirse que, en realidad, Essity no está incumpliendo la normativa vigente.
Sea como sea, la denuncia del caso está añadiendo leña al debate para lograr que la Agencia para la Protección Medioambiental sueca incremente de manera considerable las zonas oficialmente protegidas. En estos momentos, éstas solo abarcan alrededor del 5% del total de bosques, lejos del 17% que estipula la convención sobre biodiversidad de las Naciones Unidas.
Es algo que también agradaría a expertos como Sandström, quien asegura que Greenpeace "está en lo cierto cuando dice que cada vez hay menos bosques antiguos", y admite que en su país "todavía queda mucho por hacer" en defensa de la biodiversidad.