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La futura misión Heracles a las inmediaciones del Polo Sur de la Luna

Hace medio siglo, los humanos pisaron la Luna por primera vez en una serie de paseos que asombraron al mundo entero

Desde entonces, nos hemos adentrado en el Sistema Solar mediante exploradores robóticos y hemos establecido un asentamiento humano permanente en el espacio con la Estación Espacial Internacional. Ahora, las agencias espaciales de todo el mundo desean regresar a nuestro satélite natural de una forma más sostenible y en una zona distinta a la que visitaron las misiones Apolo hace 50 años: la cuenca Aitken, en el polo sur lunar.

Las cinco misiones Apolo aterrizaron en áreas que más o menos coincidían con las manchas oscuras visibles en la Luna. Investigadores de todo el mundo aún estudian y analizan las muestras de rocas que los astronautas trajeron de vuelta a la Tierra. A medida que las técnicas de laboratorio mejoran, aparecen nuevos descubrimientos y nuestra compresión de la Luna avanza inmensamente. Sin embargo, como siempre sucede con la buena ciencia, también surgen multitud de nuevas preguntas.

El regreso de la humanidad a la Luna tiene como destino las regiones meridionales, ya que más allá de la misión LCROSS, que impactó a 100 km del polo sur, hasta el momento solo se han observado en órbita. Parece que estas regiones son las que contienen más agua de toda la Luna, agua que podría utilizarse para crear hidrógeno y oxígeno para propulsar cohetes.

La misión robótica internacional Heracles, liderada por la ESA, pretende recuperar muestras del cráter Schrödinger, a unos 600 km del polo sur. “El objetivo de esta misión es científico; hemos escuchado a la comunidad científica y su mensaje es claro: necesitamos más muestras de rocas lunares, diversas y correctamente caracterizadas”, apunta Markus Landgraf, analista de arquitecturas de la ESA.

El cráter Schrödinger resulta de interés porque los científicos esperan que contenga agua de procesos volcánicos y porque constituye un ejemplo paradigmático de la historia geológica lunar. Situado en la margen sur de la enorme cuenca Aitken, en el polo sur, este cráter de 312 km de diámetro se formó por el impacto de un objeto hace unos 4.000 millones de años. Las muestras del interior del cráter ofrecen una instantánea de la historia de la Luna en el momento en que se formaron. El borde interior del cráter contiene material antiguo e intacto, ya que el choque hizo que las capas de la Luna formaran una cresta. Signos de actividad volcánica reciente indican que en el cráter se produjeron erupciones hace unos 500 millones de años. La toma de muestras de la zona permitiría analizar la erupción volcánica más reciente en la Luna.

“Hasta 2011 no se descubrió que los depósitos volcánicos contienen agua, cuando ciertos científicos concluyeron que el manto no es mucho más seco que el de la Tierra —explica Markus—. Por eso queremos saber más y probar las hipótesis sobre la formación de la Tierra y la Luna”.

Heracles es una misión liderada por la ESA, con contribuciones de Japón y Canadá, que empleará otras infraestructuras lunares diseñadas y construidas en asociaciones internacionales similares. Su objetivo es desarrollar la logística que hará posible una amplia variedad de misiones. En el escenario más avanzado, un róver explorará el terreno como preparación para la futura llegada de astronautas y enviará muestras lunares a la Tierra. Empleará Gateway para el acoplamiento y la transferencia de muestras a la nave Orion de la NASA, que las devolverá a la Tierra. Orion funcionará gracias al Módulo de Servicio Europeo de la ESA.

El primer dispositivo europeo que aterrizará en la Luna lo hará con los módulos rusos Luna 25 y Luna 27. También con destino al polo sur, las misiones Luna probarán y, más tarde, utilizarán sistemas de aterrizaje y un taladro de fabricación europea para la prospección de hielo de agua hasta dos metros por debajo de la superficie.

“Estamos siendo testigos de un renacimiento de la exploración lunar a nivel internacional. Nos encontramos en un momento emocionante, ya que nos preparamos para visitar lugares a los que aún ha llegado nadie —concluye James Carpenter, director de estrategia de la ESA—. Y no vamos en competición, como se hizo en el pasado, sino a través de la cooperación internacional pacífica”.

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