OTROS MUNDOS<br>
Reseña realizada por Luis Cuesta Crespo<br>
Jefe de la Unidad de Cultura Científica del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)
En la historia del pensamiento hay preguntas que se repiten continuamente. Muchas de ellas están relacionadas con la vida y, entre ellas, destaca la de saber si la Tierra es el único planeta con vida en el Universo. Antes de 1995 ni siquiera se podía estar seguro de que hubiese otros planetas aparte de los del Sistema Solar pues no se habían podido observar. Por eso, el descubrimiento del primer exoplaneta por Michel Mayor y Didider Queloz marcó un hito en esta historia difícil de igualar hasta que llegue el ansiado momento del anuncio de la identificación de vida en otro mundo. Después de ese descubrimiento, unas siglas en apariencia tan crípticas como 51 Peg b, el nombre del recién encontrado exoplaneta, se convirtieron en algo bastante conocido, lo que da idea de la importancia que tuvo en la sociedad. Al igual que sucedió cuando Copernico o Galileo destronaron a la Tierra del centro del Universo, 51 Peg supuso un nuevo cambio de paradigma al confirmar que el Sistema Solar no era único en el Universo.
Aparte de marcar este hito, Mayor y Queloz nos lanzaron a una carrera de descubrimientos de nuevos exoplanetas. Desde entonces se han encontrado varios cientos de exoplanetas (actualmente más de 800 pero la lista crece casi cada día) con tamaños muy variables, desde los llamados súper-Júpiter o Júpiter calientes hasta las súper-Tierras. El final de esta carrera es la identificación de un planeta similar a la Tierra, alrededor de una estrella como el Sol y en lo que llamamos la zona de habitabilidad (la región de distancias a la estrella donde el agua estaría líquida).v En ciencia, y mucho más en Astrofísica que no podemos "tocar el experimento", la existencia de varios ejemplos entre los que identificar semejanzas y diferencias e interpretar sus causas supone una gran ayuda a la hora de realizar un estudio. Por tanto, esta en apariencia alocada carrera sirve para completar un panorama que nos ayude a entender cómo se formó nuestro propio Sistema Solar y que proporcione un marco en el que situar la gran variedad de posibles planetas.
La observación de la atmósfera de un exoplaneta es ya un hecho. La técnica consiste en comparar la luz que nos llega de la estrella cuando en exoplaneta transita por delante y cuando no lo hace. La diferencia es debida a la traza de la atmósfera del exoplaneta. Así se ha podido identificar hidrógeno (algo bastante evidente para un exoplaneta parecido a Júpiter), sodio y oxígeno. Pero aún se está muy lejos de poder analizar en detalle está atmósferas y, por tanto, de estar en condiciones de identificar indicios de vida (si es que sabemos cuáles son) en ellas.
Claramente éste es un problema de la ciencia que capta la atención de la sociedad por sus implicaciones por lo que presentar un libro sobre exoplanetas viene a cubrir una demanda de conocimiento sobre el tema y Álvaro Giménez el investigador más indicado para escribirlo. Él es un investigador que ha trabajado extensamente en este tema y en muchos otros relacionados con la Astrobiología.
A lo largo de sus páginas, en este libro aprendemos sobre exoplanetas pero, a la vez, aprendemos historia y astrofísica. Pero lo que más destaca es la manera de explicar astrofísica aprovechando la excusa de hablar de exoplanetas. Cada vez que se introduce un nuevo concepto para entender algo más sobre los exoplanetas el autor explica con sencillez el trasfondo físico y la conexión astrofísica que tiene.
Álvaro Giménez dedica el primer cuarto del libro a hacer un completo paseo por la historia del pensamiento filosófico y científico relacionado con los planetas y nuestro Sistema Solar y la concepción de otros mundos desde los primeros mitos hasta ahora. Es un repaso exhaustivo, ordenado y bien explicado de lo que significaba para cada civilización y cada época la concepción del Universo. Aprendemos en estas primeras páginas que la idea de la existencia de otros mundos, en otros planetas, ya había sido tratada por los griegos.
En la segunda parte se explica cómo se detectan los exoplanetas. Es un riguroso recorrido por los diferentes métodos que permiten identificar estos planetas alrededor de sus estrellas. Hay mucho y con muy diferentes requerimientos técnicos. Unos ya están desarrollados y aportan gran cantidad de nuevos exoplanetas, como el de la velocidad radial o el de tránsitos, y otros están por desarrollar y precisan de un mayor avance tanto en la instrumentación y las técnicas de observación como en el análisis de los datos.
Los nuevos exoplanetas descubiertos son muy variados en tamaños, masas y distancias a sus estrellas centrales. Hay mundos gigantescos, de varias veces el tamaño de Júpiter, con asfixiantes temperaturas por estar muy cerca de sus estrellas, pero también hay planetas más fríos y de tamaño moderado. Poco a poco se empiezan a encontrar, al ritmo en que avanzan las técnicas de observación, exoplanetas cada vez más parecidos a la Tierra en tamaño y distancia a su estrella. Esta cuestión de las características de los exoplanetas es tratada en el tercer capítulo.
Finalmente, el cuarto y último capitulo de este interesante libro se adentra en la posibilidad de la presencia de vida en estos extraños mundos pero sin perder de vista el origen de la Vida en la Tierra y los diferentes posibles escenarios en los que ésta surgió. En este contexto aparecen términos como habitabilidad, CHNOPS (los elementos químicos que fundamentalmente conforman la Vida), química prebiótica, ARN o ADN o atmósferas planetarias.
En definitiva, un libro imprescindible para entender la importancia de la existencia de Otros Mundos y saber mucho más sobre astrofísica.