UNA NUEVA VISIÓN DEL KRAUSISMO<br>
Hacia el esclarecimiento de uno de los grandes paradigmas de la modernización
Reseña realizada por Rafael V. Orden Jiménez<br>
Universidad Complutense de Madrid
Los estudios sobre la filosofía del alemán Krause así como sobre su influencia en España, el Krausismo español, no sólo han aumentado considerablemente en los últimos veinte años sino que, además, han dado un vuelco al enfoque que hasta ahora se le vino dando tanto a este pensamiento como al carácter de su influencia en España. Podemos cifrar en cinco los cambios fundamentales que, aplicando a las ciencias humanas la teoría de las revoluciones científicas de Kuhn, podemos decir que han dado al traste con el viejo paradigma hermenéutico y constituido el actualmente vigente: primero, contamos con un conocimiento mucho más riguroso y exacto de la filosofía de Krause, inserta dentro del idealismo alemán prehegeliano y en absoluto ligada, como en ocasiones se ha señalado, al romanticismo o al poshegelianismo; segundo, conocemos el desarrollo del Krausismo europeo, sobre todo, del alemán, que desmiente el tópico de que la filosofía krausista no ejerció influencia alguna en la cultura en la que se gestó; tercero, hemos determinado con mayor exactitud el trasfondo político-filosófico que propició la importación del pensamiento krausista, que fue el del liberalismo moderado y no aquel con el que luego se alió, el progresista; cuarto, manejamos las fuentes alemanas de las que se nutrió la filosofía del Krausismo español y, en concreto, de las que proceden las dos obras emblemáticas que publicó Sanz del Río, el Ideal de la humanidad y el Sistema de la Filosofía, análisis, lo que ha echado por tierra la vieja tesis de que la filosofía krausista elaborada en España, también en el caso de esas obras, resultaba un producto nacional peculiar y, por tanto, distinto a su fuente alemana; y, por último, quinto, comenzamos a tener una visión diferente de lo que fue la evolución del Krausismo tras la experiencia frustrante de la I República, en concreto, damos por poco riguroso considerar que los krausistas experimentasen un giro positivista después de 1875 hasta configurar un supuesto "krausopositivismo", descartando en este caso, por ejemplo, que la Institución Libre de Enseñanza hubiese sido uno de los resultados de este supuesto enfoque ecléctico entre idealismo y positivismo.
El nuevo paradigma fijado por estos cambios ha dejado obsoletos los manuales elaborados con anterioridad, incluidos los que podemos catalogar como los manuales clásicos de la krausología, como, por ejemplo, las monografías de Pierre Jobit (Les éducateurs de l´Espagne contemporaine, 1936), de López Morillas (El Krausismo español, 1956) y de Cacho Viu (La Institución Libre de Enseñanza I, 1962). Estas obras han sido, ciertamente, hitos destacados en la investigación krausológica y siguen manteniendo, por ello mismo, un valor apreciable para el especialista, pero están redactadas bajo un paradigma distinto al que hemos esbozado y con una cantidad de información muy inferior a aquella con la que ahora contamos, de modo tal que, hoy en día, pueden confundir más que ilustrar a quien las lea si no conoce el nuevo enfoque con el que se maneja la krausología más reciente.
Ahora bien, a pesar de la abundante investigación producida en los últimos años, se echaba en falta una monografía que ofreciese una panorámica global del Krausismo desde ese nuevo enfoque; la obra que nos ocupa suple, precisamente, esta carencia, y en ello estriba su primer gran mérito, pues ha pasado a representar, en nuestra opinión, el manual canónico de la nueva krausología. Cualquiera que, por algún motivo, tenga interés en conocer lo que es la filosofía krausista y el Krausismo, debe comenzar su andadura, sin duda alguna, por la lectura de este libro.
Su autor es uno de los más destacados investigadores de la nueva generación de krausólogos, a quien, además, debemos importantes hallazgos en la historia del Krausismo español. Es de apreciar en sus estudios el área de la que procede, la de Historia, lo cual no impide que Capellán se mueva con soltura y rigurosidad en los entresijos filosóficos del Krausismo, exigencia inexcusable, por otra parte, para realizar con éxito cualquier investigación histórica sobre este movimiento tan extenso tanto en lo teórico como en lo social; como destaca el prologuista de la obra, Manuel Suárez Cortina, Capellán ha logrado forjar un libro desde una perspectiva transdisciplinar, en su caso, la que aúna áreas como la Filosofía, la Historia y el Derecho, fundamentalmente.
Del hecho de que lo hayamos calificado como «manual canónico» podrá colegir fácilmente el lector familiarizado con el Krausismo cuáles son sus dos partes fundamentales, de las tres con las que cuenta. La primera engloba las "Fuentes doctrinales del krausismo", y contiene una exposición global de la Filosofía de Krause, no sólo de su Metafísica sino también de otras tantas regiones teóricas como el Derecho, la Moral, la Religión, etc. Asimismo, en esta primera parte queda expuesto sucintamente el pensamiento de quienes facilitaron la asimilación en España de la Filosofía de Krause, fundamentalmente, el alemán Ahrens y el belga Tiberghien. Puede considerarse ésta la parte filosófica de la obra, donde queda expuesto lo que el propio Capellán identifica como "Krausismo mínimo", a saber, los lineamientos teóricos fundamentales comunes a todos los krausistas.
La segunda parte contiene el Krausismo español, "Génesis y desarrollo histórico del krausismo en España", y consta de dos apartados: uno primero, que abarca la recepción y expansión de la Filosofía krausista hasta experimentar cierta crisis al desmoronarse la I República; y uno segundo, que corresponde a la época de la Restauración. Si la primera parte del libro es un trabajo eminentemente filosófico, esta segunda es, en gran medida, histórico, y así resulta porque la producción filosófica de los krausistas españoles fue, cualitativamente, de índole menor, aunque no así, en cambio, su elevada actividad socio-cultural, que es lo que más interés suscita en este caso.
Sobre el origen del Krausismo español merece destacarse una de las novedosas aportaciones de la krausología reciente y, en concreto, una contribución resultado de las investigaciones del propio Capellán: éste ha situado en 1837 y en la figura de Santiago de Tejada el origen del Krausismo español, desplazando a los hasta ahora referentes dominantes en este asunto, el año de 1843 por el viaje a Alemania de Sanz del Río o el algo más temprano de 1841 por la traducción castellana del manual jurídico de Ahrens a cargo de Navarro Zamorano. No se trata este hallazgo, por otra parte, de algo meramente circunstancial, sino que ha resultado ser un hecho crucial, pues Tejada estaba alineado con el liberalismo moderado, lo cual ha obligado a modificar la imagen que se tenía del proceso inicial de asimilación y a elaborar nuevas hipótesis para explicar tanto el interés del moderantismo español en importar de Alemania esta filosofía como los motivos por los que, posteriormente, se aproximó al liberalismo progresista.
En el bloque correspondiente a la Restauración, Capellán expone el origen de la Institución Libre de Enseñanza y sus principios pedagógicos, así como también la influencia que el Krausismo siguió manteniendo en el ámbito jurídico una vez concluida la República. Ahí aborda, por otro lado, la cuestión del krausopositivismo, un tema en el que Capellán ha hecho, igualmente, aportaciones apreciables propiciadas por sus investigaciones sobre uno de los krausistas más destacados de esa época, Gumersindo de Azcárate.
No queremos pasar por alto el que consideramos un apreciable segundo mérito de este trabajo, y es que Capellán, impulsado, quizás, por el hecho de tratarse de una obra global sobre el Krausismo, se ha arriesgado a hacer algo que también se echaba en falta en la krausología reciente, a saber, plantear nuevas hipótesis sobre algunos asuntos así como tomar postura ante determinados temas y circunstancias; basten algunos ejemplos para ilustrar lo que señalamos: Capellán se muestra convencido de que la filosofía práctica de los krausistas españoles se desarrollaba de acuerdo con la metafísica de Krause (37), y esto resultaba así incluso cuando ésta no estuviese explicitada por quienes comulgaban con los principios morales y jurídicos del pensador alemán; asimismo, descarta la hipótesis del supuesto "ahrensismo" del Krausismo español, una hipótesis ésta gestada hace algunos años para intentar reflotar el paradigma hermenéutico ya entonces caduco, y da por seguro Capellán que la fuente del Krausismo español se halla netamente en Krause (91); argumenta, por otra parte, por qué el pensamiento krausista de Tiberghien, con el transcurso del siglo, se vio marginado, en concreto, "superado 'por la izquierda'" (157), un fenómeno éste que afectó al conjunto del Krausismo, incluido el español: "la fe sincera y profunda en el paradigma defendido y su articulación frente al tradicionalismo reaccionario, con la Iglesia y el Absolutismo como referentes básicos, impidió al krausismo afrontar con éxito los últimos años del siglo XIX", lo que convirtió esta "filosofía en algo periclitado y obsoleto" (162); y, por ofrecer un último ejemplo, Capellán emite un juicio contundente sobre el supuesto giro positivista del Krausismo durante la Restauración, el conocido por la krausología tradicional como "krausopositivismo": semejante concepto, señala literalmente, "no sólo carece de la capacidad explicativa que puede justificar la utilización del término desde una perspectiva eminentemente historiográfica, sino que además su propia naturaleza es incorrecta" (224).
Comenzábamos nuestra recensión describiendo el cambio de paradigma experimentado por la krausología; esto mismo aparece, con gran detalle y soporte bibliográfico, en la tercera parte del libro, el "Balance historiográfico sobre el krausismo: hacia una nueva perspectiva", el cual precede al apartado de "Conclusiones", donde Capellán ofrece un balance histórico sobre el Krausismo y su evolución en España, tanto de sus méritos y aportaciones como de los motivos para su fracaso y, por tanto, para el fracaso también, en parte, de la historia de España, de una España que aspira desde hace tiempo, como dice el título de la obra recogiendo uno de los conceptos emblemáticos del Krausismo, a constituirse como una "España armónica".