El organismo, identificado por una científica mexicana en un manglar caribeño, contradice la definición oficial de microbio
Un equipo internacional de científicos ha descubierto una bacteria de casi un centímetro de longitud en un manglar de la isla francesa de Guadalupe, en el mar Caribe. El insólito ser se puede ver a simple vista, así que contradice la propia definición de microbio: “Organismo unicelular solo visible al microscopio”. La bacteria, bautizada Thiomargarita magnifica, ha sido identificada por la microbióloga mexicana Silvina González Rizzo, de la Universidad de las Antillas, en la localidad de Pointe-à-Pitre.
El tamaño habitual de una bacteria ronda las dos milésimas de milímetro, con excepciones de unas 180 milésimas de milímetro (un poco menos del grosor de un folio), como la Thiomargarita namibiensis, hallada en Namibia en 1999. El organismo recién descubierto tiene un promedio de 9.000 milésimas de milímetro, casi un centímetro. Es unas 50 veces más grande que las bacterias hasta ahora consideradas gigantes, según recalcan los investigadores, que por el momento solo han publicado un borrador provisional de su análisis. El ejemplar de Thiomargarita magnifica más largo entre los encontrados alcanza los dos centímetros.
La microbióloga Silvia G. Acinas considera que es “un hallazgo increíble”, porque “descoloca varios paradigmas de la biología”. Los seres vivos se han dividido tradicionalmente en organismos procariotas, como las bacterias, y eucariotas, como los seres humanos. La principal diferencia es que los eucariotas están formados por células que tienen su manual de instrucciones, el ADN, en un núcleo diferenciado, envuelto por una membrana. En las bacterias, en cambio, el ADN flota libre. La gran sorpresa es que la Thiomargarita magnifica posee estructuras que recuerdan a una membrana nuclear, según explica Acinas, una investigadora del Instituto de Ciencias del Mar (del CSIC) de Barcelona que no ha participado en el estudio.
La nueva bacteria es asombrosa. Su manual de instrucciones posee casi 12.000 genes, el triple de lo habitual, y el organismo tiene medio millón de copias de este genoma, una cantidad “sin precedentes”, según los autores del hallazgo. Para Acinas, coautora a lo largo de su vida del descubrimiento de miles de nuevas especies de microbios, la Thiomargarita magnifica es “un ejemplo maravilloso” para investigar los mecanismos evolutivos que han empujado a esta bacteria a ser así en un ecosistema tan singular como el de los manglares, terrenos poblados por arbustos tropicales que toleran el agua salada.
Hace al menos 600 millones de años, la vida en la Tierra pasó de sencillas y solitarias células a seres multicelulares, que acabaron evolucionando en organismos tan complejos como el ser humano, compuesto por 30 billones de células perfectamente coordinadas. El equipo de Silvina González Rizzo reconoce que “el origen de la complejidad biológica es una de las preguntas más importantes, todavía sin respuesta, en la biología”. Las extraordinarias características de la Thiomargarita magnifica han provocado numerosas reacciones de la comunidad científica. El biólogo japonés Kazuhiro Takemoto, del Instituto de Tecnología de Kyushu, ha sugerido en la revista Science que la nueva bacteria podría ser incluso “un eslabón perdido en la evolución de las células complejas”.
El biólogo Iñaki Ruiz Trillo es mucho más cauteloso. “No es un eslabón perdido”, afirma este científico, jefe de un laboratorio del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona que investiga el origen de los animales multicelulares. “No es una cosa intermedia entre los procariotas y los eucariotas. Y tampoco es una cosa intermedia entre los organismos unicelulares y los multicelulares. No es nada intermedio, porque no está en una zona intermedia en el árbol de la vida. Es un linaje que ha evolucionado, lo han descubierto ahora y es fascinante, pero ya está”, opina el biólogo español.
Ruiz Trillo cree que las peculiares membranas intracelulares de la Thiomargarita magnifica pueden ser el resultado de la convergencia evolutiva, el fenómeno por el cual aparecen de manera independiente estructuras similares, como las alas de los murciélagos y las de las mariposas. “Estas bacterias se han hecho más grandes, porque les ha funcionado ecológicamente, y al aumentar de tamaño han evolucionado ciertas características, como la compartimentación, que, por la razón que sea, les funciona mejor”, señala Ruiz Trillo. “Es brutal que sea una célula bacteriana tan grande. Te rompe los esquemas por todas las bandas”, añade.
El biólogo marino Olivier Gros, de la Universidad de las Antillas, descubrió hace una década los filamentos microbianos en las hojas hundidas del manglar de la isla de Guadalupe, pero fue su colega Silvina González Rizzo la que se dio cuenta hace cinco años de que aquello era una única bacteria. Y fue la propia microbióloga mexicana la que escogió el nombre científico Thiomargarita magnifica, que significa “gran perla sulfurosa”, en alusión a sus estructuras granulares con azufre. El biólogo Jean-Marie Volland, del Laboratorio para la Investigación de Sistemas Complejos (EE UU), ha encabezado el análisis en profundidad del organismo.
Los autores creen que no se han encontrado más bacterias gigantes por el llamado sesgo de confirmación: la tendencia a buscar resultados que confirman las creencias personales. Nadie buscaba una bacteria de un centímetro. “El descubrimiento de Thiomargarita magnifica sugiere que bacterias más grandes y más complejas pueden estar escondidas a simple vista”, concluyen los científicos.