LA DESAPARICIÓN DE MAJORANA
"La desaparición de Majorana" (1975) pertenece al periodo más fecundo y maduro del escritor. Está en la línea de "Los apuñaladores" y "El teatro de la memoria": se trata en estas obras del caso especialmente conflictivo, que trasciende a la opinión pública y se enreda o se resuelve en los archivos, legajos y sentencias judiciales. El modelo primordial de Sciascia fue el Alessandro Manzoni de la "Historia de la columna infame", aquella memorable indagación sobre los presuntos culpables de la peste milanesa del XVII (la peste de "Los novios"), que Sciascia editó. Sin alcanzar la espectacularidad de "El teatro" -un célebre episodio de suplantación en un suntuoso paisaje de fin de siglo- plantea una cuestión de mucho mayor calado: la responsabilidad del científico.
El "caso" aquí es la desaparición del joven y afamado físico italiano, siciliano, Ettore Majorana, en 1938, que un día se evaporó del mundo después de embarcarse en Nápoles con destino a Palermo. En carta a un amigo el joven físico, a quien aguardaba un porvenir más que brillante, había manifestado su propósito de suicidarse. La policía cerró el caso atribuyendo la desaparición de Majorana a un acto de locura.
Y aquí interviene Sciascia, que desmenuza todas las piezas del engranaje haciendo, comparecer, entre otras celebridades, a Heisenberg, ya en el escenario de la Alemania nazi a la que acude a proseguir sus investigaciones el joven y precoz Majorana. Un Majorana que Sciascia perfila humanamente como genial, sobre depresivo y buen lector de Shakespeare y Pirandello.
Por inesperados pero consecuentes vericuetos conduce Sciascia al personaje, a su personaje, hasta el umbral de la bomba atómica, que el gran físico italiano Enrique Fermi había pisado en 1934 al realizar la fisión del uranio, el paso previo a la construcción del terrible artefacto, cuya sombrías consecuencias Majorana habría columbrado. Esta no es la verdad del historiador sino la del poeta: aterrado ante las consecuencias del descubrimiento, el gran físico, hombre religioso, pascaliano, habría decidido retirarse del mundo y vivir el resto de sus días en un convento de cartujos.
Sciascia danza aquí como un admirable funambulista sobre datos precarios y no convincentes por completo. Pero persuade poéticamente al lector, y esto es lo que importa: si no fue así pudo ser así, dicho sea en términos cuasi aristotélicos.
Reseña realizada por Miguel García-Posada