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Manuel mira.
Una mancha color plata alumbra el manto negro.
¿Qué será?
Mamá sonríe a Manuel y le acaricia el cuello.
Es la luna.
Él, inquieto, vacila.
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¡Noble industria, salud! Lazo potente
eres, que al hombre con el hombre liga,
y la extensión a dominar le obliga
tras nuevos climas do mostrar tu frente.
Sí; supiste cambiar rápidamente
en pan sabroso la buscada espiga,
y el vellón tibio que la carne abriga
al tugurio allegar del indigente;
mas ¡ay! ¡la libertad le dio a tus alas
el aire y luz donde espaciar te veas,
y a la opresión das tú hierros y balas!
Si nuevas armas contra el hombre creas.
Si en el bien y en el mal tu esfuerzo igualas.
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los números son seres depresivos
cualquier total les sume en un estado
de sucia postración
los números moderan su ansiedad
con nuestras vidas
nos descuentan nos restan
Los números no creen en los números
se aplastan mutuamente
en columnas de nada
se desprecian
se muerden al cuadrado
los números son cerdos
endemoniados
que se despeñen
que vuelvan al gran cero
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He soñado tus manos
precisas, enguantadas
esquivando a su antojo
las embestidas del viento.
Al impulso más leve
-fuerza plena, medida-
giraba cauteloso
el aro de madera.
Nos acecharon, torvos,
los cuernos del espacio,
pero tus palmas rígidas
guardaban el secreto
de toda resistencia.
¡Dame tus dedos, acres
de olor a gasolina.
Esos dedos cerrados
que precintan la oscura
mercancía del vértigo.
¡Ellos me harán correr
hasta encontrar mi vida!
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Yo guardo en mi baúl de matemático
ideas y conceptos racionales:
asíntotas, entornos, integrale
y el punto, que es tan ralo y axiomático.
Tomando las funciones de gramático
reciclo palabrejas magistrales:
afijos, decrementos, ideales;
y pretendo ser claro y sistemático.
¿Mas cómo han de faltar en esta glosa
los vectores, el π de tanta fama,
la tangente, de imagen tan hermosa,
la bella derivada, que es su hermana?
Hay mucho que nombrar, hay tanta cosa
que acaso yo precise otra mañana.
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nuestras manos acechan
una rosa distante,
que llega consumida,
persiguiendo en el aire
sus cien rumbos tronchados.
Vientos de perdición
le taladran las sienes.
¡Pobre flor esquemática,
en vano intentaremos
soldar a un nuevo fallo
tu juventud deshecha!
Nunca más los caminos,
ni el susto delicioso
de la escondida curva
ni el abrazo del polvo
incitante, reseco.
Ya todo será oscuro.
Viejos hierros decrépitos
mancharán de negrura
tu vigor abdicado.
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La holoturia se divide en dos ante el peligro:
suelta un yo a la voracidad del mundo,
con el otro huye.
En el acto se bifurca en fatalidad y salvación,
en multa y premio, en lo que fue y lo que será.
En mitad de su cuerpo se abre un abismo
con bordes al acto convertidos en dos desconocidos.
En un borde, la muerte; en el otro, la vida.
Aquí, desesperación; allá, aliento.
Si hay balanza, no se desnivelan los platillos
. Si hay justicia, ¡hela aquí!
Morir lo imprescindible, sin pasarse de la raya.
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Un matemático se enamoró locamente
de una joven mujer, atractiva y fascinante.
Para acreditar de sus curvas la perfección,
de ratios armónicas y ángulos se valió,
garabateando jeroglíficos alarmantes.
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Sea X belleza, e Y buenas maneras,
Z la fortuna, (esto último es esencial).
Sea L la inclinación al amor -enunció-
Entonces, L es una función de X, Y y Z
del tipo que conocemos como Potencial.
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De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de l
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Juan, cabeza sin fósforo, con Juana
paseaba una mañana
(24 Reaumur (*), Viento N.E.,
cielo con cirrus) por un campo agreste.
Iban los dos mamíferos hablando,
cuando Juan se inclinó, con el deseo
de ofrecer a su amada, suspirando,
un Dyanthus Cariophillus (**) de Linneo.