• La electricidad

    Muchas veces has oído
    hablar de electricidad.
    ¿Qué sabes tú de este fluido
    maravilloso, en verdad?
    Es una fuerza esparcida
    que vaga en el mundo incierta;
    mansa, muy mansa dormida,
    y aterradora despierta.
    Es materia muy sutil,
    que se junta y enrarece,
    produciendo efectos mil
    cuando en un punto aparece.
    Tal es la electricidad,
    que por todas partes cunde,
    la que con velocidad
    más que la luz se difunde.

  • La tangente

    ¿Y la tangente, señor Arcipreste?...
    ¿El radio de la esfera que se quiebra y se fuga?
    ¿La mula ciega de la noria, que un día, enloquecida, se liberta del estribillo rutinario?...
    ¿La correa cerrada de la honda, que se suelta de pronto para que salga la furia del
    guijarro?...
    ¿Esa línea de fuego tangencial que se escapa del círculo y luego se convierte en un
    disparo? Porque el cielo... Señor Arcipreste, ¿sabe usted?,
    No hay arriba ni abajo...

  • Los sentidos

    Niño, vamos a cantar
    una bonita canción;
    yo te voy a preguntar,
    tú me vas a responder:
    Los ojos, ¿para qué son?

    Los ojos son para ver.
    ¿Y el tacto? Para tocar.
    ¿Y el oído? Para oír.
    ¿Y el gusto? Para gustar.
    ¿Y el olfato? Para oler.
    ¿El alma? Para sentir,
    para querer y pensar.

  • El rayo

    Como caballo salvaje,
    saltando de nube en nube
    corre inquieto, baja y sube
    sin rienda ni vasallaje;
    tenido fue por mensaje
    de celestiales enojos,
    pues, lanzando dardos rojos,
    el alto muro derrumba,
    y abre inesperada tumba
    a polvorientos despojos.

    Caudillo de la tormenta
    que agita los hondos mares,
    tronza robles seculares
    y al fuego voraz afrenta:
    ¿ quién tomará por su cuenta
    domeñar su furia brava?
    ¿Quién del torrente de lava
    pondrá dique a la carrera?

  • Así soñé yo la verdad

    Kepler miró llorando los cinco poliedros
    encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
    en orden musical hasta la gran esfera.

    Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
    por sus inconsecuencias y sus complicaciones
    adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
    pues no cabe idear más sólidos perfectos
    que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.

    Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
    que quizá le faltara una lágrima al miedo.

    La lloró cristalina: depositó el silencio,

  • El ángel de los números

    A Eduardo Rodrigáñez


    Vírgenes con escuadras
    y compases, velando
    las celestes pizarras.

    Y el ángel de los números,
    pensativo, volando
    del 1 al 2, del 2
    al 3, del 3 al 4.

    Tizas frías y esponjas
    rayaban y borraban
    la luz de los espacios.

    Ni sol, luna, ni estrellas,
    ni el repentino verde
    del rayo y el relámpago,
    ni el aire. Sólo nieblas.

    Vírgenes sin escuadras,
    sin compases, llorando.

  • Fragmento de poesía

    En mi garganta quedará un silencio
    interminable gritando tu ausencia
    injusta y dolorosa para siempre.

    Corría Andalucía por tus venas
    Inundándonos con la luz del sur
    Y tu casa y tu vida eran las nuestras

    Y te queríamos porque eras tú
    Y en ti todos soñábamos estrellas.

  • En dos lucientes estrellas

    En dos lucientes estrellas,
    Y estrellas de rayos negros,
    Dividido he visto el Sol
    En breve espacio de cielo.

    El luciente oficio hacen
    De las estrellas de Venus,
    Las mañanas como el alba,
    Las noches como el lucero,

    Las formas perfilan de oro,
    Milagrosamente haciendo,
    No las bellezas oscuras,
    Sino los oscuros bellos;

    Cuyos rayos para él
    Son las llaves de su puerto,
    Si tiene puertos un mar
    Que es todo golfos y estrechos.

  • Me gustan las matemáticas

    Como ninguna otra ciencia
    Me gustan las matemáticas
    Porque agotan mi paciencia
    Con cuestiones enigmáticas

    Confieso, sin estridencias,
    Que me resultan simpáticas
    Todas las circunferencias
    Y demás curvas cuadráticas

    Yo comprendo que la gente
    Piense que soy diferente
    Porque me gusta soñar

    Con las series divergentes
    Los números trascendentes
    Y la función modular

  • Gregorio marañóntoledo

    ¿Demócrata? No sé. Soldado raso
    pero no comunero ni insurgente.
    Juró bandera al ocre, alzado enfrente,
    a arreboles de aurora y luz de ocaso

    de Toledo. Tangible y transparente
    un capitán le sonreía al paso,
    mano en el hombro; -«No hubo Garcilaso.
    Yo soy Salicio. Bebe de mi fuente».

    Fue liberal, de libertad la santa
    y liberalidad que se adelanta,
    mas no sólo a decirlo; a serIo, a serlo,
    contra anatema, inquisición, hostigo,
    amenaza, calumnia. Y -hoy creerlo
    me parece ilusión- fui yo su amigo.