Monedas de un dios indiferente,
días como islas, cada uno de ellos
con su flora y su fauna,
separado uno de otro por la
noche; y en su silencio agudo, el paso
de un gigante que viene a traernos
el rarísimo don del presente.
Nada es más semejante
a un esqueleto humano que uno
de murciélago: a la hora de los huesos
todos iguales y el alma una cosa
cuya importancia sería fácil
-tratándose, como se trata, de uno mismo-
exagerar.
Ármase una palabra en la boca del lobo
y la palabra muerde.
En el movedizo fulgor del cielo
hacia el ocaso,
callada encalla, se vuelve brillo,
es Venus:
cordera que encandece.
Las buenas teorías
son aquellas susceptibles
de ser refutadas, dice
Kart Popper. Como
si yo viniera
la próxima semana
a la misma hora, y me
sentara con mi café
exactamente
allí,
donde levanté la vista
y te observé
a ti,
mirándome,
y te encontrara,
de nuevo,
allí,
y esta vez
tuviera el valor
de sonreír.
Luciérnaga celeste, humilde estrella,
de navegantes guía; la boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella
del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor, gran maravilla
que, broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.
Era el girar del Universo quicio
basado en nuestra Tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.
Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio,
y diste así con su esperanza al traste.
Hasta los átomos
tendrían reivindicaciones nucleares
para que no les desintegren
ciegas materias
ciega la nada el infinito ciego
solo la vida mira y teme
porque muere
mira el hurón mira la hormiga
mira la planta y hasta la piedra
qu