• Soneto de tus vísceras

    Harto ya de alabar tu piel dorada,
    tus externas y muchas perfecciones,
    canto al jardín azul de tus pulmones
    y a tu tráquea elegante y anillada.

    Canto a tu masa intestinal rosada,
    al bazo, al páncreas, a los epiplones,
    al doble filtro gris de tus riñones
    y a tu matriz profunda y renovada.

    Canto al tuétano dulce de tus huesos,
    a la linfa que embebe tus tejidos,
    al acre olor orgánico que exhalas.

    Quiero gastar tus vísceras a besos,
    vivir dentro de ti con mis sentidos...

  • El tranvía

    En rosario, en letanía.
    Sugerencias del tranvía.
    Paralelepipédico,
    acelerado:
    mézclese y agítese
    tiempo y espacio.
    ¡Qué cosas diría
    un einsteiniano!
    En los carriles de la vía
    se lava los pies el tranvía.
    Tejiendo su red, trabaja
    como un arácnido.
    Equilibrista de alambre
    cabeza abajo.
    Globo cautivo del cable,
    siempre tirando.
    Pidiendo va un avemaría
    la campanilla del tranvía.
    Trole al hombro:
    ¡Buen soldado!
    Ligero navío
    de un solo palo.

  • Muerte de un naturalista

    Durante todo el año el dique de lino supuraba
    en el corazón del pueblo; verde y de cabeza pesada
    el lino se pudría allí, aplastado por enormes terruños.
    A diario chorreaba bajo un sol de justicia.
    Burbujas gorgojeaban con delicadeza, moscardones
    tejían una fuerte gasa de sonido en torno al olor.
    Había también libélulas, mariposas con lunares,
    pero lo mejor de todo era esa baba caliente y espesa
    de huevos de rana que, a la sombra de las orillas,
    crecía como agua coagulada.

  • El termómetro

    28 Para determinar por experiencia
    Muchos de los efectos expresados,
    Han sido con buen éxito empleados
    Algunos instrumentos ingeniosos,
    Inventados por físicos famosos,
    Y meteorológicos llamados,
    Porque el nombre meteoro aplicamos
    A cuanto en nuestra atmósfera observamos.

  • Haikus

    Entre la hierba
    un transistor perdido
    ronroneando.

    De dos en dos
    me rodean los faros.
    Perplejidad.

    Un móvil suena
    y nadie en la avenida.
    Un móvil suena.

    Desolador:
    un neumático rueda
    por la avenida.

  • Las hojas de la vida

    Palmeras en un desierto bajo un
    cielo de donde arranca su raíz
    eso es el ser humano enhiesto diz
    que bien plantado en un suelo común.

    Ya mueve cinco ramas al tuntún
    y colma su experiencia de infeliz
    árbol vivo con ojos y nariz
    manos orejas lengua en el simún.

    No hay nada fijo todo es transitorio
    la realidad de un prisma de ilusiones
    y la materia una invención verbal.

    ¿Qué son las cosas? Campo vibratorio
    un juego de electrones y protones
    bullendo más allá del Bien y el Mal.

  • Yunque: alba

    100.000 voltios rodados de poleas
    más ágiles.
    Que la luz, la impaciencia, la imagen
    y el retorno.
    Mediodía de grúas encendidas de grillos.
    Fuego de hierro y fragua.
    Yunque en constelaciones de martillos
    sin sueño.
    Bajo el brazo tendido de músculos
    y de puras distancias.
    Entre mares de hulla se consumen
    los cerebros más vivos.
    En la niebla, la niebla que confunde
    la ruta de los astros sin cielo.
    Con el mudo cansancio de estos hombres
    de cobre.

  • Meditación primera y última

    El tiempo
    tiene color de noche.
    De una noche quieta.
    Sobre lunas enormes
    la eternidad
    está fija en las doce.
    Y el tiempo se ha dormido
    para siempre en su torre.
    Nos engañan
    todos los relojes.

    El Tiempo
    tiene ya horizontes.

  • Violín

    Ese árbol
    tiene un violín adentro

    No fue tallado aún pero está adentro

    Espera el día de la resurrección
    árbol adentro

    Dijo el señor Stradivarius:

    Tengo que rescatar a ese violín
    tengo que quitarle la corteza que lo aprisiona
    y verlo respirar al aire libre

    Tengo que oírlo cantar para mí

    Ese violín
    tiene un árbol adentro
    tiene flores que escuchan la música callada

    Tiene pájaros

  • Escorial ii

    En vez de soñar, contar.


    La fachada del oeste tiene
    seiscientas doce ventanas.

    Por la primavera van
    en su cielo, hacia el domingo
    una, dos, tres, cuatro, cinco
    nubes blancas.

    Yo te quiero a tí, y a tí y a tí.
    A tres os quiero yo.

    A las doce el tiempo da
    doce campanadas.

    Y ya no podrá escapárseme
    en las volandas del sueño
    la mañana. Haré la raya
    para ir sumando seiscientas
    doce, más cinco, más tres,
    más doce.