DE LA MECÁNICA A LA GRAVITACIÓN POR LOS CAMINOS DE LA TEOLOGÍA NATURAL<br>
Un epistolario decisivo ilumina las complejas fuentes del pensamiento de Isaac Newton
Reseña realizada por Dolores Escarpa Sánchez-Garnica<br>
Las cuatro primeras cartas recogidas en el texto editado por la Universidad Complutense consituyen un valioso testimonio sobre las diversas fuentes de inspiración que latían en la filosofía natural de Newton y el complejo mundo intelectual sobre el que resultó edificada la ciencia newtoniana. Richard Bentley había sido elegido primer conferenciante para inaugurar las Boyle Lectures, tras haber estipulado Robert Boyle en su testamento que el alquiler de cierta propiedad se destinase a la organización anual de un ciclo de sermones con el fin de defender la religión cristiana de los infieles. Bentley acude a Newton solicitando su ayuda para que este le confirme si en su sistema pueden encontrarse argumentos a favor de la existencia de Dios, y ello da lugar a un intercambio epistolar de enorme significado filosófico y científico. El gran físico británico ratifica a lo largo de él (entre diciembre de 1692 y febrero de 1693) que en sus investigaciones siempre ha querido servir a la creencia en la Divinidad, pero añade todo un conjunto de consideraciones sobre el origen del universo, la infinitud del espacio, los tipos de materia existentes, la imposibilidad de la acción a distancia que iluminan regiones poco conocidas de su pensamiento o matizan en detalle compromisos teóricos y raíces culturales de indudable interés tanto para el historiador de la ciencia como para el lector curioso.
La carta a Boyle (1679) es, por su parte, uno de los documentos mejor conocidos y más estudiados por los biógrafos de Newton. En su parte final incluye una hipótesis sobre el posible papel del éter como causa mecánica de la gravitación, que sería revisada y matizada con posterioridad por el científico británico en las Cuestiones añadidas a la segunda edición de su Óptica (1717). La relación de Newton con la hipótesis del éter fue sin duda difícil y fluctuante, si bien en ella aparece con toda su nitidez -como apuntan los editores- "la tensión entre un programa científico que se proclamaba positivista, y el protagonismo que dentro de él cobran nociones como las de espacio y tiempo absolutos o masa, con un anclaje metafísico profundo y unas conexiones históricas y culturales a las que no podía sustraerse la filosofía de su promotor".
Libro, en resumen, lleno de estímulos para la valoración de las conexiones entre las raíces filosóficas y científicas del pensamiento moderno.