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Daniel de la Sota Rius (Director de Innovación. CEIM Confederación Empresarial de Madrid-CEOE)

Ciencia y Competitividad, tarea de Estado

Tenemos un nuevo marco de referencia en la política de ciencia, desarrollo tecnológico e innovación tras el nombramiento del nuevo equipo, al completo, de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, con Carmen Vela a la cabeza de este nuevo esquema, junto al secretario general de Innovación y Competitividad, Román Arjona y de la Directora General de Transferencia de Tecnología y Desarrollo Empresarial, María Luisa Poncela.
La Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación acompaña a las de Economía y Apoyo a la Empresa y Comercio en un único Ministerio de Economía y Competitividad y ello me parece revelador y estimulante, una importante apuesta del Ministro Luis de Guindos. Creo que este esquema tiene sentido común, como le gusta decir al Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Leía, cuando el reciente nombramiento de la Secretaria de Estado, el artículo de Xavier Pujol en su Blog de madri+d sobre cuáles, a su juicio, eran los 'deberes de Carmen Vela' y coincido con él en lo referente a la Ley de Ciencia y, sobre todo, con la necesidad agrupar bajo una única responsabilidad a todos aquellos organismos e instituciones involucrados en el proceso de ciencia-tecnología-innovación.

Esto implica no sólo una mayor eficiencia de recursos de gestión, sino y sobre todo, una estrategia común enfocada a generar conocimiento y riqueza, como citaba Carmen Vela en una entrevista en El Mundo. Me parece, por ello, imprescindible que una sola cabeza gestione la estrategia en ciencia, tecnología y competitividad a través de la innovación.

DG Research and Innovation Comision Europea (Interior)
DG Research and Innovation Comision Europea (Interior)
Foto mi+d. Autora: Sara García

Innovación y Competitividad son, esencialmente, conceptos empresariales. No podemos olvidar que competitividad viene de competencia en su doble acepción de desarrollo de capacidades internas y de competición contra otros. En un mercado abierto y global, el que las empresas generen estas competencias internas en ciencia, tecnología e innovación son factores críticos que les permiten ganar cuotas de mercado.

A la Secretaría General de Innovación y Competitividad le toca, pues, lidiar con los aspectos más empresariales de la actividad científica, a la vez que impulsar los aspectos más innovadores y el valor del conocimiento en las empresas. No es poca cosa, especialmente partiendo de la posición competitiva de España y de los recortes en los Presupuestos del Estado e inversión empresarial en I+D+i, que hace que las perspectivas de mejora no sean precisamente halagüeñas. Pero también es cierto que la continuidad de políticas basadas en un gran pacto de Estado 'de facto' entre todas las fuerzas políticas alrededor de la Ciencia y la Competitividad, como es la Ley de la Ciencia, es un buen punto de partida.

La recentísima publicación del Innovation Union Scoreboard 2011 pone negro sobre blanco qué ha ocurrido, qué sigue ocurriendo con la ciencia, la tecnología y la innovación en España. Y hace un especial énfasis en la colaboración público-privada y en la inversión en I+D+i de las empresas. Son pocas y gastan menos de lo que deberían. Ya sé que son estadísticas, pero es lo que permite comparar, hacer el benchmarking entre países. Y España sigue en una situación en la que no nos conviene mirar para ver quién está debajo.

Competitividad empresarial, capacidad de innovar y presencia internacional son tres factores de una misma ecuación. El tener juntos en un mismo Ministerio a los responsables de incrementar cada uno de estos elementos -Economía, Innovación e Internacionalización- es una oportunidad y también una responsabilidad para que su articulación sea efectiva y produzca resultados.

España es un país de micropymes (hay el doble que en la mayoría de los países europeos) y pocas grandes empresas, especialmente manufactureras. El pequeño tamaño medio empresarial impide mejorar la eficiencia en términos de I+D+i y, por ello, de competitividad. Por tanto, un primer indicador debe ser el incremento del tamaño y número de PyMEs innovadoras y el de empresas medianas capaces de generar conocimiento conformando alianzas en colaboración con el mundo la académico y transformarlo en productos y servicios innovadores, capaces de competir internacionalmente.

Hace ya tiempo que se terminaron los tiempos del 'café para todos' y del 'financia la innovación que algo queda' Los recursos son escasos, siempre y ahora más, y conseguirlos es una tarea competitiva. Habrá, por ello, que concretar programas, enfocados a la resolución de problemas concretos de las empresas, diseñados de acuerdo a sus capacidades reales y mediante el diálogo con los destinatarios, empresarios y asociaciones. Nadie mejor que ellos, los empresarios, nadie mejor que nosotros, las asociaciones, conocemos qué es eficaz en las empresas para hacerlas más competitivas.

Llevamos veinticinco años hablando de transferencia tecnológica y sin embargo, estamos lejos de ser eficaces. Tampoco Europa puede 'char voladores' que dicen en Canarias. Algo debe fallar estructuralmente, porque el Innovation Scoreboard señala que los datos de la EU-27 distan de ser mejores que Corea o Estados Unidos y que China, como no podía ser de otra manera, se acerca a pasos de gigante. Será responsabilidad del nuevo equipo plantearse un cambio en profundidad o, de o contrario, seguiremos con pactos que perpetúan las rutinas más ineficaces.

Competitividad empresarial, capacidad de innovar y presencia internacional son tres factores de una misma ecuación. El tener juntos en un mismo Ministerio a los responsables de incrementar cada uno de estos elementos es una oportunidad y también una responsabilidad para que su articulación sea efectiva y produzca resultados.

Los informes COTEC de 2009 y 2010 ya advertían de que el sistema de ciencia-tecnología-empresa innovadora ha alcanzado un tamaño con el que puede seguir creciendo, si se lo cuida y financia o, por el contrario, contraerse de nuevo. Es necesario, pues, mantener constante y sin sobresaltos la financiación de la ciencia y los programas de innovación empresarial. Y es imprescindible tener en cuenta el tejido empresarial español, con las características que antes mencionaba de tamaño, de cultura innovadora y de capacidad de internacionalización.

Evidentemente, hay déficits culturales, sociológicos y empresariales, que no voy a valorar ahora, pero que requerirán un tratamiento en profundidad si queremos modificar esta situación. Tenemos que hacer que ser emprendedor y ser empresario sea lo mismo y no esté penalizado en la opinión pública y en el sistema educativo. Fomentar el nacimiento de empresas tecnológicamente punteras nacidas del conocimiento, crear un ecosistema que facilite su crecimiento, facilitar la inversión de los businessangels, mejorar la seguridad jurídica en el tratamiento fiscal de las actividades de I+D+i, así como poner en marcha redes eficaces de internacionalización y de inteligencia estratégica para empresas y sus asociaciones son, entre otros, programas que considero clave.

Es preciso involucrar a las grandes empresas para que generen ecosistemas de innovación sostenibles, ya que son ellas las que tienen capacidad de cambiar su entorno. Compiten en un mundo globalizado y como masas planetarias son también capaces de plegar el espacio en el que se desarrollan localmente. ¿Qué sería del Estado de Washington en EE.UU. sin Boeing o sin Microsoft?. Un buen lugar para la pesca del salmón.

Hay que incrementar el peso del sector industrial, el que diseña, fabrica, vende y genera valor. Mejorar los procesos de transferencia de conocimiento y colaboración con el mundo académico y de los centros de tecnológicos. Atraer a grandes empresas, especialmente industriales, también genera riqueza.

Tenemos ejemplos de multinacionales españolas, grandes o más pequeñas, que triunfan en mercados de todo el mundo, demostrando que nuestras empresas son tan buenas como las de cualquier otro país, aunque todavía son pocas y poco reconocidas, especialmente en España. Tenemos investigadores e instituciones científicas de relieve internacional y en producción científica ocupamos un lugar en el mundo acorde con nuestro peso económico.

Ha sido un compromiso del Presidente del Gobierno el promocionar la marca España y en ello se han volcado los Ministerios de Exteriores, Industria y Economía, junto a grandes empresas: valorar, poner en valor la marca 'España'. ¿Por qué no también en Ciencia, Tecnología e Innovación? Con estos antecedentes y con estos retos España está capacitada para consolidarse razonablemente entre los países de su entorno como un país que diseña, que produce y que vende conocimiento, innovación, competitividad sostenible. Por ello, la promoción exterior de España como país innovador debe ser una labor promovida desde la Presidencia del Gobierno, coordinada por Asuntos Exteriores y sus embajadas y diseñada y ejecutada desde Economía y Competitividad.

Europa se adentra en el diseño de su nueva estrategia científica, tecnológica y empresarial con el Programa Horizon 2020. Serán más de 80.000 millones de euros desde 2014 a 2020, dedicados a la I+D con el de fin (una vez más) de lograr que Europa sea una región altamente competitiva, y de manera especial gracias a sus empresas. A la definición de Horizon 2020 no podemos llegar tarde, porque estará todo el pescado vendido.

Esta presencia en Horizon 2020 ha de formar parte de la actividad en Europa que el Presidente del Gobierno se ha puesto como prioridad. Son las empresas las que más han de aprovechar este enorme presupuesto, pero han de estar capacitadas y contar el apoyo de administraciones, el mundo financiero, asociaciones y grandes empresas. Todo un complejo sistema que habrá que fomentar y coordinar desde la Secretaría General de Innovación y Competitividad, tarea en la que sin duda se va a ver acompañado por el mundo empresarial.

No podemos olvidar el importantísimo papel de las administraciones autonómicas en el impulso a la innovación y, en menor medida, la investigación. Es necesario coordinar y alinear sus políticas con las estatales, no solo en el uso de recursos, sino también en estrategias, generando sinergias. La fragmentación del sistema crea sistemitas ineficientes, algo que no nos podemos permitir en estos momentos. De los tiempos de escasez habremos de hacer virtud y la escasez de recursos puede ser un buen momento para poner fin a tanto ¿disparate? En cualquier caso, reordenar lo que ya tenemos no será tarea fácil para el nuevo equipo y la excelencia y la complementariedad deberán ser normas de esa política coordinación territorial.

No debo terminar estas reflexiones, a las que asigno convencido el carácter de tarea de Estado, sin mencionar el papel absolutamente esencial de las compras públicas de tecnología desarrollada por empresas españolas. El papel tractor de las administraciones a todos los niveles está plenamente reconocido, tanto a nivel europeo como de cada uno de los grandes países individualmente y España ha de incorporarlo y hacerlo efectivo plenamente.

El panorama no es sencillo teniendo en cuenta el importantísimo recorte presupuestario que sufrirá esta área de gobierno. Sería de desear que el consenso y el pacto de Estado existente alrededor de la Ciencia, la Tecnología y la Competitividad permitieran minimizarlo al máximo. Ante esta reducción presupuestaria, es imprescindible que reaccionen las empresas y el capital privado; la banca ha de comenzar a ver el mundo de la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación como nuevos nichos de mercado, que es preciso comprender, pero han de crecer si queremos superar esta etapa.

Y a ello han de acompañar políticas dirigidas al fomento del crecimiento empresarial. Las PyMEs han de crecer para ganar economías de escala, mejorar sus capacidades de financiación, ampliar sus mercados a través de la internacionalización y disponer de herramientas propias de competitividad. Solo con un tamaño adecuado se podrá lograr estos objetivos, incrementando, además, el número de empresas innovadoras y facilitándoles las herramientas de transferencia de tecnología y conocimiento.

Desde luego, la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, y todo su equipo pueden contar con el apoyo de CEIM, todo ello a favor de la competitividad de las empresas.

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