NUEVAS APORTACIONES DE LA ROMA IMPERIAL<br>
Reseña realizada por Santiago Montero<br>
Universidad Complutense de Madrid
Debemos celebrar que el profesor Roldán, Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, haya podido sacar tiempo de su investigación -dedicada, a través de diversos proyectos, al estudio de las vías romanas en Hispania, el ejército y la historia política y social de Roma y de la Península Ibérica en la antigüedad- para escribir la presente obra. Se trata de uno de los mejores especialistas en Historia de Roma (como demuestra su soberbia República Romana, Madrid, 1980) y los lectores de este libro, en general apartados de las monografías y revistas de la especialidad, tienen así la oportunidad de acceder fácilmente a una síntesis rigurosamente histórica y actualizada de la primera de las dinastías del Imperio Romano. En efecto, una gran cantidad de aspectos o temas relacionados con la figura del emperador romano son sometidos a una continua revisión por parte de los historiadores del mundo antiguo y es ese conocimiento actualizado, siempre a través de su personal aportación e interpretación, el que el autor pone a nuestro alcance.
Ha elegido Roldán uno de los períodos más atractivos de la Historia del Imperio Romano como es la dinastía Julio-Claudia: así lo refleja el cine, las series televisivas o la novela histórica interesados particularmente en personajes como César, Calígula, Claudio o Nerón. En este punto creo que el libro contribuye a resolver un interrogante que el espectador frecuentemente se plantea: el de las diferencias entre el guión cinematográfico y la realidad histórica. Pero se trata también de una época ciertamente difícil de la Historia de Roma ya que las fuentes antiguas -Suetonio, Tácito- nos han dejado de los emperadores julio-claudios, como el mismo autor nos advierte, muchos estereotipos difíciles de desmontar, magnificando a unos hasta elevarlos casi al rango de personajes míticos (César, Augusto), ridiculizando a otros (Claudio) o presentándolos como seres monstruosos (Tiberio, Calígula, Nerón). A ello hay que sumar una abundante pero a menudo contradictoria bibliografía -casi exclusivamente extranjera- publicada en los últimos decenios sobre ellos. Esas dificultades son salvadas por el autor haciéndonos ver las contradicciones en las que incurre la historiografía, contrastando cuando es posible las fuentes escritas con otro tipo de documentación y, sobre todo, buscando los ángulos del personaje y sus obras de gobierno más ajustados a la realidad histórica.
Creo, además, que para el amplio público al que va dirigida, la obra ofrece dos indiscutibles atractivos. En primer lugar, la envidiable agilidad de estilo con la que está escrita; me atrevería a decir que Roldán es, en la actualidad, uno de los historiadores españoles que mejor redacta, sin que eso le impida utilizar el término más apropiado o preciso. También la amenidad del texto, de su contenido; aunque se tratan principalmente los aspectos biográficos y políticos de los emperadores (por ejemplo, sus relaciones con el Senado y la plebe), el influyente papel de las mujeres de la dinastía o las intrigas de la corte, la obra cubre también otros como la administración, la economía, el ejército y las conquistas o la religión, un complejo entramado de asuntos que, sin embargo, el lector sigue hasta el final con avidez. En este sentido, el autor ha acertado también al incluir breves pero muy seleccionados pasajes de los antiguos historiadores grecorromanos. La amenidad y frescura del texto no deben ser confundidas, como podría pensarse, con anécdotas y noticias curiosas. Césares no sólo rehúye ese planteamiento sino que muestra una constante preocupación por todo lo que se refiere al poder político y su evolución, por las relaciones del princeps con el Senado, por los avatares de la dinastía y los mecanismos de sucesión, por la oposición política y las conspiraciones.
La dinastía Julio-Claudia, que comienza con César y concluye con Nerón, no se nos presenta fríamente aislada, descontextualizada, sino que en unas primeras páginas (pp: 19-27) se nos ofrece una introducción -"La república agonizante"- que permite conocer la situación previa de la que emerge y, en otras del final (pp: 443-451), un epílogo ("El final de una dinastía la crisis del poder"). Para los autores griegos y latinos que a menudo se citan en el texto, el lector dispone de un breve pero utilísimo elenco (pp: 459-474) en el que se reseñan los datos biográficos y las obras con su referencia a las traducciones españolas. Se incluye también un repertorio a color de imágenes de los emperadores -originales y recreaciones modernas- aunque aún de mayor interés son, por su utilidad, el cuadro genealógico de la familia Julio-Claudia y, sobre todo, los mapas que muestran la evolución del Imperio Romano desde finales de la República a los tiempos de Trajano y que permiten localizar los principales topónimos antiguos.
En fin, la importancia que tiene la labor de incorporar y divulgar las nuevas aportaciones de la Roma imperial, las revisiones de la historiografía en los últimos años, como se hace en este libro, viene probada fácilmente: la presentación de estos primeros emperadores de Roma y sus reinados poco o nada tienen que ver no sólo con la recreación del cine, el teatro o la novela sino incluso con la visión de la historiografía tradicional de hace unas pocas décadas.