Fecha
Autor
Félix Arteaga (Investigador principal de seguridad y defensa del Real Instituto Elcano)

Del anonimato al Premio Nobel: La Organización para la Prohibición de Armas Químicas

El Comité noruego del Premio Nobel decidió otorgar el Premio Nobel de la Paz de 2013 a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). La concesión ha premiado la labor de una organización que se creó en 1997 para apoyar la implementación de la Convención de Armas Químicas de 1993, que prohibía la producción y almacenaje de esas armas, y de la Convención de Ginebra de 1925, que prohibía su uso. No es frecuente que el Comité premie a organizaciones internacionales aunque ha premiado en el pasado a personalidades que estaban vinculados con ellas, como es el caso del Director General de la Organización Internacional de la Energía Atómica, Mohamed El Baradei, al que se le reconoció en 2005 su valor por preservar la autonomía de la Organización Internacional de la Energía Atómica en vísperas de la invasión de Irak en 2003.
En este caso, el secretario general de la OPAQ es poco conocido y bastante menos que alguno de los inspectores que se han desplazado a Siria para verificar el uso de armas químicas, primero, y para eliminarlas, después. Si no hubiera sido por la notoriedad que adquirió el envío de un equipo de inspectores a Siria en agosto de 2013, cuando el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, le pidió investigar las denuncias de empleo de armas químicas en la guerra civil siria, difícilmente podría esperarse que el Comité noruego se hubiera fijado en una organización como la OPAQ. Sin embargo, su existencia es la que ha hecho posible la destrucción de las armas químicas sirias tras el Acuerdo entre Rusia y Estados Unidos y la entrada de Siria en la organización, con lo que ha quedado de relieve la contribución que la OPAQ hace al desarme en el mundo, una actividad para la que se creó el Premio Nobel.

Su existencia es la que ha hecho posible la destrucción de las armas químicas sirias tras el Acuerdo entre Rusia y Estados Unidos y la entrada de Siria en la organización, con lo que ha quedado de relieve la contribución que la OPAQ hace al desarme en el mundo, una actividad para la que se creó el Premio Nobel

A diferencia de otras organizaciones internacionales del ámbito del desarme, la vida de la OPAQ ha trascurrido al margen de los titulares de los medios de comunicación porque sus labores políticas y técnicas son discretas. Dedicada a la verificación de los acuerdos de desarme y a persuadir a los Estados que todavía no lo son de convertirse en partes de la Convención (Siria acaba de convertirse en Estado miembro, Israel y Myanmar siguen pendientes de ratificación mientras que Angola, Egipto, Corea del Norte, Sudán del Sur siguen al margen de la Convención). Eso no significa que la OPAQ sea una organización burocratizada, sino que su estilo de trabajo consiste en prevenir situaciones como las de Siria donde a la falta de compromiso con la Convención de Armas Químicas se ha unido su empleo en la guerra civil.

La OPAQ cuenta con personal técnico de alta cualificación para verificar el cumplimiento de las obligaciones contraídas por los Estados partes, controlar los inventarios declarados, desarrollar metodologías para eliminarlos y medidas de protección frente a su empleo. Dada la variedad existente de armas químicas, su eliminación se realiza de acuerdo a procedimientos y con tecnologías avanzadas para evitar daños a las personas y al medio ambiente. A 30 de septiembre de 2013, la OPAQ había verificado la destrucción del 81,7% de las 71.196 toneladas métricas de agentes químicos que han reconocido poseer Albania, India, Irak, Libia, Rusia y EE.UU., además del 57,3% de las municiones y contenedores declarados (ahora deberán destruir las 1.290 toneladas que ha admitido poseer Siria). Sus inspectores han llevado a cabo 5.286 inspecciones en 86 Estados Partes de la Convención, de ellas 2.731 a instalaciones de armas químicas en todos y cada uno de los 228 centros declarados (a los que hay que añadir las 21 que sus inspectores han realizado de los 23 centros reconocidos por Siria).

Las inspecciones incluyen sustancias químicas tóxicas o precursores que pudieran acabar empleándose en su fabricación. Este mecanismo de verificación disuade de la proliferación encubierta, ya que cualquier Estado miembro de la Convención puede pedir una inspección a cualquier otro Estado de la misma si teme que pueda estar almacenándolas o fabricándolas. Hasta la fecha se han realizado 2.555 inspecciones sobre 1.905 de las 5.358 instalaciones declarada por 80 países. La disposición de los Estados miembros a someter a su industria química a esos controles y a regular su cumplimiento, incluso no disponiendo de inventarios de armas, representa una contribución al mérito de la OPAQ que ahora se reconoce con el Nobel. Son los Estados partes los que permiten a los inspectores de la organización y a otros Estados verificar cualquier sospecha.

En compensación, los Estados también pueden contar con la asistencia de la OPAQ si necesitan protección ante situaciones de emergencia en la que intervengan agentes químicos. La irrupción del terrorismo internacional ha incrementado la demanda de medios de detección, protección y descontaminación cuyas tecnologías se han desarrollado, parcialmente, por la OPAQ facilitando los estándares más avanzados para asegurar la protección civil de sus miembros.

Menos conocidas son otras tareas como, por ejemplo, el estudio de los avances científicos y tecnológicos que se realiza con ocasión de las conferencias de revisión de la Convención (la tercera y última en abril de 2013) que se llevan a cabo cada cinco años para proponer nuevas medidas de verificación y no proliferación. Una labor a la que contribuyen comunidades científicas independientes como la International Union of Pure and Applied Chemistry. La Convención se actualiza de acuerdo con la evolución estratégica y tecnológica de cada momento, pero de cara al futuro, parece que el objeto de la OPAQ podía quedar obsoleto si se completan las destrucciones previstas de los grandes inventarios (las de Rusia y Estados Unidos deberían haberse concluido en 2012) y si incorporan a la organización los escasos países que restan. Si esto ocurre, cambiaría la naturaleza y la función de la organización, ya que los estados y sus medios químicos masivos ya no serían los factores principales de riesgo, sino los actores no estatales y el uso en pequeña escala.

Si eso ocurre, la OPAQ podría acercar su estructura actual a la de las organizaciones de verificación (watchdogs) de otras convenciones de control de armamento y desarme, como la dedicada a la prohibición, producción y almacenaje de armas toxínicas y bacteriológicas (Convención de Armas Biológicas) bajo la dirección del Secretario General de Naciones Unidas o de la Oficina de Asuntos de Desarme de Naciones Unidas de Ginebra. Mientras tanto, la organización vive sus momentos de gloria, su Director General recogerá el Premio Nobel y sus inspectores recogerán sus equipajes tras acabar la primera fase de su actuación en Siria. Luego, ya sin cámaras ni honores, volverán a la lucha del día siguiente, a su anónima contribución a la paz y al desarme en el mundo.

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