17.11.2009
La ciencia es cada vez más una actividad colectiva y, por tanto, cada vez cuesta más cortar la tarta con tal precisión que las ideas buenas se queden sólo en un trozo y no bailando entre el que tiene el pedazo con chocolate y al que no le ha tocado nada de relleno. Esto, como digo, en el caso de la ciencia, donde la investigación, la experimentación, la publicación de los resultados y sus consecuencias sobre todo tecnológicas, son claramente constatables y, por ende, las víctimas de los desajustes palmariamente detectables.