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Autor
Xavier Pujol Gebellí

Nature pierde el interés por España

Xavier Bosch, el hasta ahora corresponsal científico de la revista <a href="https://www.nature.com/" target="_blank">Nature</a> en España, acaba de abandonar su cargo, según nos confirmaba en una larga y distendida conversación. Se va a <a href="https://www.science.org/" target="_blank">Science</a>, la revista de la competencia, donde espera disfrutar de mejor trato por parte de sus editores. El hecho no tendría mayor trascendencia si no fuera porque nadie va a ocupar su vacante.
La revista británica, embarcada en un profundo cambio editorial de un tiempo para esta parte, ha decidido que las informaciones que se generen en España pueden ser cubiertas "a distancia" por un corresponsal de staff, es decir, por alguien que no precisa vivir de forma directa la realidad española. Acertada o no, la decisión revela que España ha dejado de ser un foco de interés para una de las revistas de mayor impacto en el mundo.

El nuevo planteamiento de Nature reproduce, en esencia, el esquema que tenía la revista para el sur de Europa hace poco más de tres años. Era una época en la que la periferia científica europea aportaba resultados de investigación de talla internacional, aunque ciertamente esporádicos. Ni Italia ni España, por poner dos ejemplos, despertaban un interés excesivo. Tampoco, a juicio de los editores, merecían mejor trato. No obstante, se decidieron por explorar la vía española. Amanda Wren i Xavier Bosch, serían sus abanderados.

La presencia de Wren como delegada comercial no acabó de cuajar. Tal vez, como dijeron algunos destacados investigadores, por una cuestión de choque cultural o tal vez porque la agresiva política comercial de la casa madre no podía funcionar en un país donde las arcas de los laboratorios y de los centros de investigación no podían permitirse demasiadas alegrías. El caso, sin embargo, es que la presencia de Wren fue algo más que una simple nota de color: pese a no concretar sus objetivos, tuvo que multiplicarse para atender mil y una demandas de la comunidad científica española. Sin quererlo, pasó a ser un catalizador para determinados círculos.

El caso de Bosch es bien distinto. Animado por David Dixon, el editor del área de News de Nature, el corresponsal científico español se aventuró en temas espinosos. La endogamia universitaria, la inclusión del gasto militar en los presupuestos de I+D o la denuncia de casos particulares maltratados por el sistema español de ciencia y tecnología, motivaron más de una polémica que trascendió incluso a la vida pública.

Bosch, queriendo o no, se acabaría convirtiendo en un referente. Peligroso para los gestores de turno del sistema, animoso para la comunidad científica que veían en él el puente de oro para internacionalizar sus problemas. La crítica y la independencia, no obstante, marcaron, y continuan marcando, su trayectoria profesional.

Recientemente, Nature ha decidio cambiar su política editorial. Como consecuencia, no sólo han aparecido multitud de publicaciones asociadas a la prestigiosa cabecera, el éxito de alguna de las cuales es más que dudoso, sino que han decidido focalizar su mercado en aquellos países que, hoy por hoy, constituyen la élite científica en el mundo. Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Alemania y Francia, además de algún otro, se apuntan como sus principales focos de interés.

Para el resto, apenas nada. El sur de Europa cuenta desde ya con un corresponsal itinerante; Brasil o Israel, dos países que han empezado a producir ciencia a nivel internacional, tienen sendos corresponsales que escriben una crónica anual de media, y no siempre; los países nórdicos, con un porcentaje de gasto en I+D superior de largo al de Estados Unidos, tampoco cuentan con la presencia de nadie. Tampoco Canadá y un largo etcétera de países con niveles de producción científica notables.

Visto así, no es de extrañar que España se haya quedado sin representación. Nadie debería llevarse las manos a la cabeza por ello, puesto que, al fin y al cabo, ha ocurrido más o menos lo mismo que en otros países.

Más allá de las razones comerciales duele, sin embargo, que no haya habido dudas en la decisión de Nature. Y duele porque a la vista de los ojos de una de las revistas más prestigiosas del mundo, la aportación española es intrascendente y lo que ocurra en nuestro país, creen sus editores, no merece ser conocido a nivel internacional. Incluso ahora que España ostenta la presidencia de turno europea.

Veremos si para Science España merece mayor atención. De momento han recibido a Bosch con los brazos abiertos. Ojalá ahí le dispensen mejor trato, señal inequívoca de que la decisión de Nature quizás ha sido precipitada y de que España, pese a todo, tiene algo que contar al mundo. Lo contrario significaría que, pese a los discursos y buenas intenciones, España ni siquiera presenta candidatura a aparecer en los principales medios científicos. Y eso, en absoluto, puede atribuírsele a nuestro corresponsal. Más bien al sistema, a su comunidad y, sobre todo, a sus gestores.

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