Fecha
Autor
Lora, Pablo de. Alianza Editorial, Madrid, 2003.

Justicia para los animales. La ética más allá de la humanidad.

JUSTICIA ECOLÓGICA<br> Un planteamiento de nuestras relaciones con los animales Reseña realizada por José Francisco Álvarez<br> Universidad Nacional de Educación a Distancia

Un libro de frontera, un libro valiente y con un gran contenido moral. Ante un problema polémico y actual como es el de nuestra relación con los animales, sus posibles sufrimientos, la posibilidad de que sean sujetos de derechos, el autor desgrana toda una serie de teorías morales y sus posibles respuestas. Nuestra superioridad específica o no, si los animales están para servir a nuestra especie de animales humanos y a lo que definamos en cada momento como nuestros intereses, pasando por el problema de los tratos abusivos y degradantes, la experimentación con animales (y con animales humanos), todos estos problemas tienen en este libro un estupendo referente para, al menos, sostener seriamente la polémica.

Temas tan sensibles como el mundo de los toros y su fiesta, pasando por las peleas de gallos o de perros, hasta el tenso problema de nuestro uso sistemático de proteínas animales para nuestra alimentación, y la forma de cría, transporte y sacrificio de los animales, se colocan ante nuestros ojos como una serie enlazada de cuestiones de enorme pertinencia para nuestra reflexión moral.

El libro se plantea con una clara vocación polémica con cierta tradición española, en la línea Ortega, Gómez Pin o Savater, y este es uno de sus claros valores añadidos. El rápido repaso a la perspectiva histórica, desde la tradición clásica en la que la polémica ya estaba servida entre estoicos y neoplatónicos como Porfirio, pasando por un famoso caso judicial sobre la posibilidad de excomulgar o de anatematizar una plaga de langostas, contribuye a situar el problema más alla de quienes son amantes de los animales el día de San Antón pero defienden las corridas de toros.

Quizás sea discutible el punto de vista sobre la teoría moral que adopta Pablo de Lora, pero me ocurre lo mismo que a Jesús Mosterín, quien afirma, en su breve pero esclarecedor prólogo: "Como fácilmente comprobará el lector, De Lora y yo estamos en desacuerdo en algunas cuestiones teóricas, pero coincidimos en gran parte de nuestras propuestas prácticas, sobre todo en propugnar reformas legislativas que pongan coto a los abusos más crueles y moralmente repugnantes a los que se ven sometidos los animales"

Desde luego creo que estamos ante un libro muy juicioso que tiene una enorme utilidad para situarnos en la discusión contemporánea (sin que por ello olvide, insisto, los antecedentes de este tipo de reflexión), pero además es una buena síntesis de las corrientes teóricas sobre la moralidad y la justicia contemporáneas. Es capaz de colocar las diversas orientaciones, haciendo un breve esquema de sus posiciones -más no se podría pedir a un libro cuyo objetivo no es ser un breviario sobre las teorías morales actuales- para analizar la forma que cada una de ellas tiene, o podría tener, a la hora de servir de base para justificar nuestras actitudes en relación con los animales.

En mi opinión, nuestros principios morales actúan como filtros de información que dejan pasar unas cosas y no dejan pasar otras, tan importante como lo que dejan pasar es lo que impiden que pase y que, por tanto, queda fuera de nuestro análisis. Creo que el afán por deslindar el espacio sobre lo que debemos reflexionar constituye el esfuerzo central del enfoque que nos ofrece este libro. Señala cómo muy diversas posiciones morales dejan fuera del análisis el problema mismo de los animales o que cuando lo incorporan lo hacen desde una doble perspectiva moral antropocéntrica (por exceso y por defecto, como Lora las denomina y critica). A la vez, tiene buen cuidado de señalar que adoptar una indispensable actitud antropocéntrica con respecto a lo que podemos conocer y cómo lo conocemos, es decir, un enfoque epistemológico antropocéntrico, es algo bien diferente del mantenimiento de ese enfoque antropocéntrico en el estricto campo de la moral.

La diferencia entre agentes morales y pacientes morales tiene una enorme significatividad. Puede que en el caso de los humanos coincidan la posibilidad de ser agente y paciente, eso es lo que ofrece la enorme relevancia de la reflexión ética, pero que en el caso de los animales no parezca que podamos asegurar su capacidad de agencia moral no significa que no tengamos que tener en cuenta su ser pacientes de nuestra propia conducta moral. O, lo que es lo mismo, una satisfactoria teoría moral no debería dejar fuera (no debería filtrar y eliminar) el sufrimiento de los animales entre otras cosas porque, posiblemente, el ejercicio de la violencia sobre los animales puede que entumezca nuestro sentimiento de rechazo de la violencia y tortura ejercida sobre los animales humanos.

El libro nos ofrece material suficiente para participar en la discusión sobre esta expansión del espacio moral y de la reflexión ética, nos recuerda que en otras épocas eran muchos tipos de personas las que quedaban fuera del espacio mismo de la ética (los esclavos, las mujeres, los extranjeros, los enfermos mentales, y un desgraciadamente largo etcétera) y que ese mismo dato nos debería animar, al menos, a discutir seriamente la posibilidad de esta expansión del espacio de lo pertinente para la reflexión moral.

Ante la trivialidad argumentativa de quienes insisten en que la preocupación por el sufrimiento de los animales supone una reducción del interés por el sufrimiento de los humanos, por ejemplo por qué se despreocupan por las victimas humanas, estaría bien recordar que el entumecimiento moral ante la violencia puede ser un resultado de la despreocupación por la violencia ejercida sobre los animales. Pero, en todo caso, lo importante es señalar que esta preocupación bien puede ser un buen estímulo para producir una mejor reflexión sobre nuestro carácter moral como seres humanos. La expansión de la preocupación moral (incluso por cómo tratamos nuestro entorno físico, vegetal, informacional) es un buen instrumento de "mejora" de la relación de nuestra especie con el sistema social y físico en el que vivimos, y en el libro de Lora tenemos un muy buen material de ayuda para tal tipo de reflexión.

Buena parte de los principios morales activos hoy tienen entre su capacidad de filtraje la tendencia a dejar fuera a todo lo que se refiere a los animales. No deberíamos olvidar que el conjunto de principios morales compartidos por una sociedad son buena parte de su activo como sociedad. El caso del capitalismo naciente en sociedades estatalizadas ha provocado la aparición de mafias y de formas de corrupción que muestran cómo la sociedad de mercado no se instala en una especie de vacío moral, sino que muchas de las condiciones de su propio funcionamiento se corresponden con esa dotación moral de la sociedad. Posiblemente muchos de los desafíos que nos plantean las nuevas tecnologías los analizaríamos mejor (experimentación con animales y con animales humanos, experimentación con celulas madre, etc.) incorporando en el campo de nuestra reflexión los "derechos" de los animales.

Pablo de Lora es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid; con este trabajo muestra la importancia social de la investigación en humanidades, una investigación que no es un lujo sino una necesidad social de primer orden. Como señala Mosterín: "ojala que su ejemplo cunda y que contribuya a que nuestra legislación y nuestra judicatura rompan la costra de prejuicios que les impiden ver el sufrimiento de los animales y escuchar sus gemidos".

Aunque se trate de un tema en el que son frecuentes las posiciones extremas, el autor consigue ofrecernos una línea de reflexión equilibrada, "reformista", que consigue colocarnos frente a un auténtico dilema moral y sus consecuencias. ¿Por qué seguir tratando de manera tan brutal a los animales? ¿Resulta "indispensable" mantener ese maltrato para la supervivencia de la especie de los animales humanos? No tiene reparos en terminar su libro con el capítulo: "España: la crueldad institucionalizada", que sin pretender ser un alegato genérico contra el mundo de los toros hace algo más potente: nos provoca la duda razonable sobre la calidad de los agentes morales que disfrutan o permiten continuar esa práctica atávica e irreflexiva. Este giro práctico y cercano, a partir de una profunda y aguda reflexión que muestra la posibilidad de vincular la teoría de los derechos con ciertas formas de consecuencialismo de segundo orden (apoyándose en intuiciones de Amartya Sen) suponen una aportación sustantiva a la reflexión moral en general.

Si bien podemos pensar que "los buenos sentimientos mueven a un número creciente de buenas personas a compadecerse con los animales, a movilizarse en su defensa y en definitiva a amarlos" (Mosterín), la obra que comentamos nos ofrece razones bien fundadas para sostener esa defensa mediante una argumentación que vaya más allá de las formas simples del emotivismo. Aunque no estén del todo claros los criterios para ser incluido entre las buenas personas (aunque cualquier criterio razonable debería incluir entre ellas a Mosterín y a Lora), si alguien comparte el sentimiento de compadecerse con los animales en este libro encontrará muy buenas razones para ello.

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