Fecha
Fuente
El Confidencial
Autor
José Pichel

Fuertes terremotos y "tsunami" de lava: qué revelan los cambios del volcán de La Palma

Los sismos a gran profundidad, que registran magnitudes récord, pueden ser un indicio de que el sistema volcánico se está realimentando con nuevo magma

La erupción del volcán de Cumbre Vieja ya ha superado en duración a la del Teneguía de 1971, la más reciente registrada hasta ahora en La Palma, algo que entraba dentro de lo previsible porque aquella fue la más corta de todas las que se han podido documentar históricamente: tan solo 24 días. Cerca de cumplirse un mes desde el inicio de este nuevo episodio, la lava sigue fluyendo con fuerza y no hay indicios de que vaya a detenerse tras arrasar alrededor de 700 hectáreas y más de 1.500 edificios. En definitiva, todo sigue igual pero todo cambia en la isla y los científicos van acumulando datos que les permiten entender cada vez mejor este evento histórico.

En las últimas horas, lo más espectacular desde el punto de vista de las imágenes es la nueva boca eruptiva que se abrió en la noche del viernes. Lo mismo se puede decir de la colada que desbordó el jueves el cono principal del volcán. El Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN) aseguraba en redes sociales que esto había provocado un 'tsunami' de lava, término que ha triunfado en los medios de comunicación y que asusta bastante, pero que dice muy poco sobre evolución del volcán. "La morfología del cono sigue cambiando en el tiempo y lo seguirá haciendo más adelante", resumía este viernes María José Blanco, portavoz del Comité Científico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), en su comparecencia.

Mucho más significativos son los tres parámetros principales que controlan los científicos incluso desde antes de la erupción: la sismicidad, la deformación del terreno y la emisión de gases. En los dos últimos días se han registrado los mayores terremotos desde que comenzó el episodio eruptivo. Localizados en Villa de Mazo, han alcanzado por primera vez una magnitud de 4,5 y una profundidad de 37 kilómetros el jueves y 36 el viernes. Además, la deformación del terreno continúa, con algún dato especialmente relevante; y la emisión de dióxido de azufre (SO2) sigue siendo elevada. ¿Qué significa todo este cóctel de acontecimientos? Aunque tiene varias interpretaciones, los expertos coinciden en que no se ve un final a corto plazo.

En primer lugar, el surgimiento de nuevas bocas no es nada nuevo y el desbordamiento de la lava no es más que un hecho puntual que se explica, simplemente, porque "el magma genera presión sobre las paredes del cono volcánico", explica a Teknautas Rubén López, portavoz del IGN. Aunque este último episodio ha sido espectacular, es un fenómeno habitual e incluso puede ocurrir con poco caudal de lava. En general, el volcán sigue alternando fases más explosivas, con más emisión de materiales y cenizas, y fases más efusivas, con una mayor salida de lava. En las últimas horas estamos en ese segundo escenario.

Hacia nuevos terrenos

Sin embargo, la forma en la que fluye hacia la superficie "dicta hacia dónde se dirigen las coladas", apunta Vicente Soler, vulcanólogo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC). En ese sentido, los cambios en el cono volcánico sí tienen consecuencias para la población. La colada primigenia tiene tres brazos y uno de ellos llegó hasta el mar formando la fajana, pero apenas tiene aporte de lava en la actualidad. La segunda lengua, más al norte, es la que preocupa ahora, ya que uno de sus apéndices ha obligado a evacuar a más vecinos, elevando la cifra de desalojados hasta los 6.800. "En realidad el punto de salida es casi constante, pero la dinámica de construcción y destrucción del cráter hace que cambie el curso de la fuente de la lava en su punto inicial y con se modifica todo su recorrido", comenta el experto.

Hasta hace una semana esa dinámica conducía hasta la fajana, una situación ideal porque llevaba la mayor parte de la lava hasta el mar. Sin embargo, en la noche del 8 al 9 de octubre se colmató el cráter, generando la colada que obligó a evacuar el barrio de La Laguna, que de momento no ha llegado al mar. "Se detiene porque se va refrigerando y la lengua principal no tiene un gran aporte, pero los desvíos laterales arrasan todo lo que encuentran en su camino, advierte Soler, que recuerda el poder erosivo de la lava, con una densidad similar a la del cemento. En definitiva, "pequeños cambios en el centro eruptivo hacen que se mueva el canal de salida y es lo que está condicionando que la trayectoria de las coladas invada nuevos terrenos".

El vulcanólogo del CSIC también destaca otro aspecto que tiene que ver con los materiales que expulsa el volcán. Algunos fragmentos que han sido expulsados podrían pertenecer al sedimento oceánico previo a la formación de la propia isla, que tiene dos millones de años. "Las rocas que están sobre la superficie se pueden datar fácilmente, pero estas muestras nos darían mucha información sobre el momento en el que comenzó a construirse el edificio insular", comenta, recordando que las islas Canarias tienen, precisamente, un origen volcánico. Estos materiales ya aparecieron en la erupción submarina de El Hierro de 2011. "Flotaban y se podían recoger en barco o los llevaba la marea hasta la orilla", explica el investigador. A partir de ahí se han encontrado en todas las islas, pertenecientes a erupciones del pasado. El volcán es el vehículo que transporta estos fragmentos del pasado, que tiene un extraordinario valor geológico, pero que 'a priori' no aportan mucho para poder evaluar la situación actual.

Terremotos de récord

Todo lo contrario sucede con los movimientos sísmicos, que dan lugar a "interpretaciones para todos los gustos", reconoce Soler. No obstante, "casi todos estamos de acuerdo en que significa que existe una realimentación" y que se va acumulando aún más cantidad de magma bajo la corteza. El dato clave es la profundidad a la que se están produciendo los terremotos, que permiten clasificarlos en dos tipos: los más cercanos a la superficie, a poco más de 10 kilómetros, y los más lejanos, a más de 30 kilómetros.

Según el experto del CSIC, para interpretar estos datos hay que analizar todo el proceso en su conjunto, desde que comenzaron a registrarse enjambres sísmicos hace cuatro años. En octubre de 2017 los primeros temblores se situaron a 22 kilómetros de la superficie. Desde entonces se produjeron siete enjambres más en torno a esa misma profundidad. Sin embargo, el pasado 11 de septiembre comienza una nueva etapa de sismicidad, a 10 kilómetros, que luego se desplazó cada vez más al norte y al oeste hasta que el 19 de septiembre se registró un nuevo sismo a tres kilómetros de profundidad, una "prefractura" que cuatro horas más tarde desembocó en la erupción.

Por lo tanto, la primera conclusión es que estos últimos terremotos, a pesar de que su magnitud sea elevada, no hacen presagiar nuevos puntos de erupción al margen del ya existente en Cumbre Vieja. La segunda, según Soler es que "entre los 20 y los 10 kilómetros hay un conducto preferencial que permite al magma ascender sin romper nada y, por lo tanto, sin producir terremotos". Ese escenario se mantiene desde el principio y no parece que vaya a cambiar.

En ese sentido, "la erupción no se debe concebir como si fuera un gran reservorio de magma que se tiene que vaciar por la boca del volcán. Eso sería como pensar que tenemos un neumático que sufre un pinchazo y sale todo el aire hasta que se agota", comenta el vulcanólogo. Sin embargo, la realidad no tiene nada que ver con esa metáfora: "Hay un sistema de bolsas de magma y este va ascendiendo desde una profundidad que seguramente sea superior a los 100 kilómetros", explica. Cuando llega a la astenosfera (zona superior del manto terrestre), el magma encuentra una dificultad para abrirse camino y eso explicaría los terremotos más recientes. En cualquier caso, se calcula que solo el 10% del material sale a la superficie.

No obstante, otros expertos no descartan que estos movimientos sísmicos se deban a un "reajuste", en el sentido de que la salida del magma genera un hueco y esa inestabilidad provoca los temblores. "Este tipo de terremotos, con una magnitud superior a 4, son habituales en las erupciones pero no indican nada nuevo, era esperable", señala el portavoz del IGN. En cualquier caso, "no es previsible que su magnitud llegue a ser superior a 5", explica López, precisamente, porque se trata de sismos asociados a la actividad volcánica al margen de que la explicación sea el reajuste o la realimentación.

Más indicios que alejan el final

Estos temblores pueden ser un indicio de que la erupción va para largo, pero no es el único. El pasado jueves una estación GPS muy próxima al volcán se elevó siete centímetros. "Esa deformación superficial tan grande implica que hay un centro de presión", señala el vulcanólogo del CSIC. Dicho de otra manera, "algo está empujando" y esta deformación del terreno "normalmente se acaba resolviendo con un incremento de la tasa eruptiva". En cambio, el IGN, responsable de la monitorización de este parámetro, le resta importancia porque es un pequeño pico y la deformación general no se está incrementando.

El tercero de los grandes indicadores es la medición de gases, en particular, el SO2. Los expertos esperan una disminución previa al final de la actividad volcánica, pero de momento está lejos de producirse, porque "la tasa de emisión está en miles de toneladas diarias", destaca Soler. Según las estimaciones del propio Pevolca, mientras sea superior a las 100 toneladas el volcán no parará de expulsar lava.

No obstante, los expertos desvinculan esta cuestión con la medición de la calidad del aire, uno de los parámetros a los que se presta más atención por su incidencia en la vida de los palmeros. En general, los valores de SO2 solo se disparan en momentos y lugares puntuales, de manera que no suponen un riesgo para la población, ya que el penacho que sale del volcán se eleva hasta los 4.000 metros de altura y se aleja de la isla. Aun así, este fin de semana el óxido de azufre se combinará con un episodio de calima en las islas, polvo en suspensión procedente del continente africano, así que habrá más dificultades para respirar.

De todas formas, no cabe duda de que en La Palma la verdadera preocupación está en la duración de la actividad del volcán y tanto la sismicidad como la deformación del terreno y los gases traen malas noticias. "Estos tres indicadores hacen pensar en que la erupción continuará, aún no se está agotando el combustible", comenta el vulcanólogo del CSIC. "Controlamos los parámetros cada minuto y nada apunta a que vaya a acabar en los próximos días", coincide el portavoz del IGN.

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