• En dos lucientes estrellas

    En dos lucientes estrellas,
    Y estrellas de rayos negros,
    Dividido he visto el Sol
    En breve espacio de cielo.

    El luciente oficio hacen
    De las estrellas de Venus,
    Las mañanas como el alba,
    Las noches como el lucero,

    Las formas perfilan de oro,
    Milagrosamente haciendo,
    No las bellezas oscuras,
    Sino los oscuros bellos;

    Cuyos rayos para él
    Son las llaves de su puerto,
    Si tiene puertos un mar
    Que es todo golfos y estrechos.

  • Primera lección de geometría

    En el principio era el uno.

    Más cerca del punto de la escritura maya
    que de la raya vertical de nuestro sistema de notación.

    El uno no era una cantidad;
    era la pura calidad del Todo indivisible.

    Y fue a partir del gran uno que -en un momento dado- brotaron todos los números.

    Primero nació el dos
    y con él -de inmediato- el tres.
    Luego, en vertiginosa sucesión,
    surgieron todos los demás números.

    Antes del uno no había más que el uno.
    No el cero del vacío inexistente.

  • El burro en la escuela

    Una y uno, dos
    Dos y una, seis.
    El pobre burrito
    Contaba al revés.

    ¡No se lo sabe!
    - Sí me lo sé.
    - ¡Usted nunca estudia!
    Dígame ¿por qué?

    - Cuando voy a casa
    no puedo estudiar;
    mi amo es muy pobre,
    hay que trabajar.

    Trabajo en la noria
    Todo el santo día.
    ¡No me llame burro,
    profesora mía!

  • Del conocimiento

    La poesía es una forma del conocimiento,
    es un temblor, un canto, más una pesadumbre.
    La poesía es también una costumbre
    y un hondo y largo y arduo y vasto sufrimiento.

    La poesía no es un arma de futuro
    y tampoco un camino a la melancolía;
    y no es sumisa al pan de cada día,
    ni a la orden de un tirano y su poder oscuro.

    Puede ser todo, todo: aire que te arrebata,
    y fuego que te abrasa, tierra que no te oprime
    y agua para la sed; mas nunca trueque o plata.

  • Retórica

             1

    Cantan los pájaros, cantan
    sin saber lo que cantan:
    todo su entendimiento es su garganta. 

             2

    La forma que se ajusta al movimiento
    no es prisión sino piel del pensamiento. 

             3

    La claridad del cristal transparente
    no es claridad para mí suficiente:
    el agua clara es el agua corriente.

  • Neohumanismo

    Insuficientemente dotados
    para cosmonautas 
                               elegimos el duro
    tobogán de las humanidades
    saber el mal de cada siglo, a veces
    emborrachamos en honor de Amenofis,
    y otras del desangelado 
                                        &nb

  • No sé...

    No sé si el faro incendia aún las horas
    del triste odiar la Trigonometría,
    si en tus zapatos duerme todavía la arena de las playas
    salvadoras.

    Si en las algas y espumas rodadoras
    trina el Latín con la Fisiología,
    si el alto lavadero en que te urgía
    el placer solitario, rememoras.

    No sé si vas despierto o vas dormido,
    en pecado mortal sobrecogido,
    a comulgar sin fe cada mañana.


    No sé, no sé...

  • Amor y física

    Voy a contarte por física,
    sirena de mis ensueños,
    de amor el calor latente
    que está quemándose el pecho.
    Era una tarde que cúmulos
    cruzaban el calmo cielo,
    y ya el rocío las plantas
    iba de plata cubriendo,
    cuando tu imagen divina
    transmitió el éter al nervio
    óptico
    y de aquel instante
    no soy miope, soy ciego.

  • En las constelaciones

    En las constelaciones Pitágoras leía,
    yo en las constelaciones pitagóricas leo;
    pero se han confundido dentro del alma mía
    el alma de Pitágoras con el alma de Orfeo.

    Sé que soy, desde el tiempo del Paráíso, reo;
    sé que he robado el fuego y robé la armonía;
    que es abismo mi alma y huracán mi deseo;
    que sorbo el infinito y quiero todavía...
    Pero ¿qué voy a hacer, si estoy atado al potro
    en que, ganado el premio, siempre quiero ser otro,
    y en que, dos en mí mismo, triunfa uno de los dos?

  • Los ojos

    Hay ojos que verán nuestra memoria.
    El doctor Barraquer, viejo oftalmólogo,
    conoció la crueldad junto al milagro
    y comprendió lo frágil del don de la mirada:
    al fallecer su padre, que lo inició en la ciencia,
    pudo guardar sus ojos
    y devolver la vista a varios hombres.
    ¿Retendrán los fulgores de ese amor
    más allá de la estrella de la córnea
    y del pozo sagaz de la pupila?
    Explorando los fondos deslumbrados,
    las cavernas perplejas donde habitan
    las veloces imágenes, las formas,
    los colores que aún no tienen nombre