Fecha
Autor
Antonio Ruiz de Elvira (Universidad de Alcalá, CiMA y Amigos de la Tierra)

El cambio climático en 2004

A mediados de enero los almendros estaban en flor. A mitad de febrero hay heladas en toda España. El verano pasado hubo temperaturas infernales, medio Portugal se quemó. Luego, lluvias e inundaciones. Contrastes constantes e intensificados. España sufrirá considerablemente en una situación de subida de temperaturas y fusión de los hielos polares. Al calentarse el mar, el agua se dilata, y sube su altura media. Esto implica mareas vivas más intensas y problemas para playas y puertos. Al fundirse el hielo del Polo Norte la circulación atmosférica se desplazará hacia el Norte al hacerlo el chorro polar, el río de aire que circula en el borde de la estratosfera. Cuando esto ocurra habrá bastante menos lluvia suave sobre la Península y muchos más fenómenos tormentosos intensos. Al aumentar la temperatura del aire, éste retiene más vapor de agua, de manera que las tormentas son más intensas, y la evaporación más fuerte: sequías largas intercaladas por inundaciones. Por último, si la temperatura media global sube más de cuatro grados, la probabilidad de una glaciación brusca, creada, paradójicamente, por la desaparición de hielo polar y el colapso de la circulación oceánica termosalina, se hace casi inevitable. Tenemos un mecanismo: el Protocolo de Kioto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Como otros muchos acuerdos internacionales, éste está en peligro muy grave. Los seres humanos suelen ser bastante miopes, y miran más unas pequeñas ganancias de hoy que una buena vida mañana.
Se habla del Cambio Climático. Es la venida del milenio de nuestro tiempo.

Se acepta, se rechaza, se trabaja sobre él, se firman protocolos pero no compromisos.

¿Hay cambio climático? Y, ¿Qué es el cambio climático?

El clima es el tiempo atmosférico medio que disfrutamos o sufrimos en cada región del planeta y en cada etapa histórica o geológica. Así en el Sahara sufren un clima desértico, en Hawai un clima tropical, y en la Península Ibérica disfrutamos de un clima mediterráneo, más o menos extremado, pero relativamente más suave que hace unos 60 años.

Esto hoy. Pero hace unas decenas de miles de años llovía abundantemente en el Sahara, y el norte de Europa estaba bajo una muralla de hielo.

El clima cambia considerablemente en escalas de decenas de miles de años, con tendencias continuas en escalas de milenios y con ligeras fluctuaciones dentro de las tendencias en escalas de siglos.

La tendencia del clima de la Tierra desde hace unos 8.000 años ha sido a enfriarse ligeramente, con pequeñas fluctuaciones del orden de 0.2 a 0.4 arriba o abajo sobre esa tendencia. Solo ha habido un momento, en el entorno del año mil de la era común, en el que se produjo una subida equivalente a la actual, de unos 0.6 grados en un periodo de unos 100 años.

Estamos viviendo desde 1880 una subida esencialmente continua y acelerada de la temperatura media del planeta, con un incremento de la concentración de CO2 que la ha llevado a valores desconocidos en los últimos 400.000 años, un aumento substancial del contenido de energía térmica de los océanos, desaparición de los glaciares y disminución de los hielos de los polos.

ESTO EN SÍ ES INTRIGANTE

Los modelos matemáticos del clima están basados en las ecuaciones de evolución de los fluidos de la atmósfera y del océano, más las ecuaciones de sus termodinámicas, las de la radiación entrante y saliente y su interacción con las nubes, y las de los acoples entre océanos, atmósfera, los hielos de los polos y la vegetación de las tierras emergidas.

Las ecuaciones son no lineales, y de imposible integración analítica. Para resolverlas se utilizan los mejores y más grandes ordenadores existentes.

La subida de temperaturas de hace mil años ocurrió sin un aumento concomitante del CO2 de la atmósfera y por tanto fue limitada y de corta duración: unos 100 años.

Los modelos matemáticos nos indican que, aún en el caso de que dejemos de emitir CO2 hoy mismo, de manera radical, la temperatura media global del planeta aumentará, hacia el año 2004, 2 grados por encima de sus valores de 1900.

Los mismos modelos nos dicen que si seguimos emitiendo de la forma salvaje en que lo hacemos actualmente, la temperatura media global (TMG) del planeta aumentará 4 grados.

Una subida de 4 grados en la TMG no ha ocurrido en el último millón de años.

Estos valores de las temperaturas están afectados de imprecisiones. Cuando nosotros medimos los metros cuadrados de una vivienda que vamos a comprar, podemos obtener 150 m2 con una imprecisión del 0.1% si utilizamos tecnología láser, una imprecisión del 1% si empleamos cintas métricas baratas, o incluso del 5% si empleamos cintas métricas de pequeña longitud.

La disminución de la imprecisión depende del esfuerzo y del dinero que queramos emplear, pero los metros cuadrados de la vivienda serán esencialmente 150.

De la misma manera, los grados de subida de la TMG están afectados de imprecisiones debidas a la pobreza de medios dedicados a su obtención. Si se gastan anualmente unos 3.000 millones de euros en los experimentos de partículas elementales del CERN, y otro tanto en los experimentos de fusión de Culham, lo que se gasta anualmente en la UE y en los EEUU en investigación sobre cambio climático no llega a 15 millones de euros.

Sólo estos últimos meses se está ejecutado uno solo de los modelos, el del centro Hadley, en el Earth Simulator de Japón, el ordenador más grande del mundo, y aún no hay resultados.

El resultado de 4 grados de subida de la TMG si seguimos emitiendo gases traza de la manera acelerada en que lo estamos haciendo, tiene una imprecisión del 25%: Podrían ser 3 o 5 grados de subida.

Sin embargo, los 2 grados de subida previstos con la cantidad de CO2 existente ya en la atmósfera tienen muy pequeña imprecisión.

Considerando que el Protocolo de Kioto, que pretendía limitar (que no eliminar) la cantidad anual de CO2 y gases equivalentes emitidos a la atmósfera, no ha entrado en vigor, y que estados como el español, que sí lo han ratificado, ignoran olímpicamente lo que firmaron, es razonable suponer que la concentración de CO2 y sus equivalentes va a aumentar substancialmente en la atmósfera en los próximos 80 años, y por tanto es razonable suponer que nos podemos acercar a una subida de 4 grados de la TMG. Es más, el principio de precaución indica que existiendo esa posibilidad, debemos estimar que se llegará a ella, para diseñar las posibles medidas de adaptación.

Supongamos pues que la TMG llegará a ser, en la década de 2080, 4 grados superior a la de 1900. ¿Qué podemos esperar de esa subida de temperatura?

En primer lugar, un incremento de los fenómenos meteorológicos extremos: Sequías e inundaciones.

Una subida de 4 grados en la TMG implica, porque los hielos de los Polos son más sensibles a la inyección de energía que los mares tropicales, un aumento de unos 16 grados de temperatura en las regiones polares, con la fusión casi completa del hielo en el Polo Norte durante el verano boreal. Una tal subida implica inmediatamente un desplazamiento hacia el norte de entre 5 y 10 grados de latitud de la posición media del chorro polar, y con ella la casi desaparición de las borrascas atlánticas que traen lluvia suave a la Península Ibérica. Al mismo tiempo, de vez en cuando ocurrirá un gran meandro de ese chorro polar con descargas tremendas de agua en intervalos muy reducidos de tiempo: Sequías e inundaciones.

Al mismo tiempo, una TMG 4 grados mayor implica una evapotranspiración de las plantas substancialmente mayor, pues es un fenómeno altamente no lineal.

Sequías y evapotranspiración aumentada implican una disminución substancial del agua disponible para uso humano y para cultivos. Inundaciones con deforestación, el arrastre del suelo fértil y el avance de la desertización.

Un aumento de 4 grados en la TMG implica la colonización de zonas templadas por virus, bacterias y parásitos para los que sus habitantes no han desarrollado defensas.

Por fin, un aumento de 4 grados en la TMG implica como ya he dicho, la no formación de hielo en el Polo Norte. Ahora bien, el sistema climático de esta era geológica presente y de la anterior, holoceno y pleistoceno, es un sistema metastable, en el cual ciertos impulsos en forma de subidas y bajadas de temperatura han producido una serie importante de glaciaciones muy largas y periodos cálidos cortos.

La razón más plausible para esta secuencia de glaciaciones y etapas interglaciares es la dinámica del hielo y su control de la circulación oceánica termosalina. Si se deja de formar hielo en el Ártico, y por tanto el agua de ese océano deja de aumentar su contenido en sal, se puede interrumpir la corriente del Golfo, que giraría hacia el sur frente a las costas portuguesas produciendo un enfriamiento brusco en el norte de Europa, con un calentamiento aún mayor de esos 4 grados en las zonas templadas y tropicales.

Como vemos, los impactos de lanzar constante y alegremente CO2 a la atmósfera, desde nuestros coches y camiones, desde las centrales eléctricas alimentadas con carbón, fueloil, o gas natural, o quemando los bosques, pueden ser tremendos. Tremendos no para el planeta, que ya los ha vivido anteriormente, sino para los seres vivos del mismo, que en algunas etapas anteriores de cambios bruscos de temperatura han reducido drásticamente su número de especies, y sobre todo para la civilización industrial.

Tenemos la solución, y la tenemos en la tienda de la esquina, sin mucha más investigación: La energía solar. Hoy se pueden comprar celdas solares, instalaciones solares térmicas y motores de hidrógeno en las tiendas del barrio. Existen y están comercializadas.

SÓLO HAY QUE INSTALARLAS

Necesitamos, urgentemente, eliminar la combustión de carbono, y capturar la energía que necesitamos directamente del Sol, en vez de indirectamente a través de esa misma energía solar capturada hace millones de años por las plantas y concentrada en el interior de la Tierra.

Podemos hacerlo técnicamente, y también económicamente. Una central solar de 4 gigawatios de potencia, equivalente en energía a otra convencional de 1 gigawatio, costaría 15.000 millones de euros.
Puesto que el presupuesto para autovías es de 12.000 millones de euros al año, si dedicamos 1/4 de ese presupuesto a construir centrales solares, podemos conseguir una de 4 gigawatios cada 5 años, 16 gigawatios en 20 años, ralentizando un poco, solamente un poco, la construcción de autovías (que podrían dejarse de construir sin grave distorsión de la vida española, por otra parte).

¿Elegimos las autovías (por ejemplo), o una vida futura sin estos problemas climáticos?

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