La historia del coche es, en buena medida, la historia humana del último siglo y medio. / tama66 (PIXABAY)
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Autor
Miguel Ángel Criado

Adiós a los coches en 2050

El motor de combustión, su ruido y su polución, la gasolina, el carné de conducir, los taxistas o hasta la idea de tener un vehículo, símbolos de lo que ya no habrá.

En 2050 ya no habrá coches con motor de explosión. Tampoco conductores que los manejen ni muchos de los empleos que generan. Sin el factor humano, las muertes en la carretera se reducirán al mínimo. Incluso, el concepto de comprar un coche parecerá antiguo. El paralelo fin del petróleo bajará los niveles de contaminación, abatirá los niveles de CO2 y hasta cambiará la geopolítica mundial. El adiós a los coches alterará la fisonomía de las ciudades que, ahora sí, serán para el ciudadano. Un mundo sin automóviles ejemplifica lo que ya no habrá en 2050.

La historia del coche es, en buena medida, la historia humana del último siglo y medio. Los primeros motores de combustión interna forman parte de la oleada innovadora de finales del siglo XIX. Los apellidos de aquellos inventores engalanan muchas de las marcas y modelos actuales: Benz, Peugeot, Daimler, Otto, Diesel, Ford... En el camino se encontraron con los inicios de la explotación del petróleo, formando una pareja que ha durado más de un siglo.

"En 2050, los coches con motor de combustión interna solo se verán en los museos y las películas", dice el economista de la Universidad de Harvard Tony Seba. Y es que son vehículos muy ineficientes. "Usamos nuestros coches solo el 4% del tiempo, permanecen aparcados el otro 96%", recuerda el también cofundador de RethinkX, un laboratorio de ideas (think tank) sobre los cambios que la tecnología está provocando en nuestras vidas. La ineficiencia tiene otras aristas: los más de 1.000 muertos que, solo en España, provocan los accidentes. La contaminación de sus motores acaba con la vida de miles de personas más. Además, los coches son los primeros emisores de gases de efecto invernadero. Sin sus motores, desaparecerían casi todos sus males.

En menos de dos décadas, el 95% de los kilómetros recorridos lo serán en vehículos eléctricos autónomos usados bajo demanda en un modelo mucho más barato y eficiente que Seba denomina transporte como servicio. La gente no necesitará comprar un coche, se limitará a usarlo. "Estas flotas usarán los coches el 40% del tiempo o más. Cada vehículo recorrerá al año 150.000 Kilómetros frente a los 15.000 de un coche en propiedad. Debido a este aumento de la eficiencia, necesitaremos un 80% menos de coches", añade.

Las implicaciones de este mundo casi sin coches van más allá del ámbito del transporte. Como sucedió con el fin de la cultura del caballo, el fin de los coches tendrá sus perdedores. Taxistas y otros conductores profesionales, mecánicos tradicionales, agentes de seguros (por el descenso de los accidentes), miembros de la Guardia Civil de tráfico, profesores de autoescuela y los examinadores de la DGT, vendedores y fabricantes de coches, extractores e industriales del petróleo tendrán que dedicarse a otra cosa. La automatización, impulsada por la inteligencia artificial y los robots, se va a cebar con el empleo tradicional.

Todos estos empleos que no existirán en 2050 están en la lista de más de 700 ocupaciones susceptibles a la automatización elaborada por dos profesores de la Universidad de Oxford en 2013. Aunque el listado y los porcentajes han ido variando con sucesivos informes, entre el 50% y el 80% de los empleos ocupados por humanos hoy no existirán o los desempeñarán robots en las próximas décadas.

"Ahora mismo usamos el móvil o el ordenador para comunicarnos con otras personas, pero en 30 años estaremos mucho más acostumbrados a interactuar con sistemas autónomos que no requieren de otro humano", opina el investigador del Centro de las Ciencias de la Complejidad de Viena (Austria), David García. "La combinación de mejoras en el procesado del lenguaje natural junto con la adaptación social de confiar y aprender a comunicarnos con dichos sistemas hará que muchos trabajos intelectuales de hoy queden obsoletos", añade.

No hay sociedad avanzada que resista que el 50% o más de su población en edad de trabajar sea desplazada por robots. Sin su dinero, sin su consumo, la demanda interna se hunde y, con ella la economía. Por eso, hay quienes plantean la necesidad de una renta básica universal (RBU). Finlandia tiene un proyecto piloto en el que 2.000 desempleados reciben 560 euros mensuales a cambio de nada. También varias ciudades estadounidenses como la californiana Stockton, la probarán el año que viene. La idea tiene sus riesgos, ya que iguala al consumidor con el ciudadano. Para muchos, en 2050, a falta de trabajo, la RBU será algo generalizado.

El sociólogo Steve Fuller no tiene tan claro que la gente acepte que le den dinero simplemente por vivir. "Prefieren que les paguen por cosas que hacen y que tienen valor para los otros", añade este profesor de la Universidad de Warwick (Reino Unido) y apasionado investigador del futuro de la humanidad en el Breakthrough Institute. Para Fuller hay otra razón más práctica: los estados tendrán cada vez más dificultades para recaudar el dinero necesario para montar una RBU realmente universal.

Sin embargo, Fuller cree que, aún sin trabajar, los humanos valdrán mucho en 2050. "Mi alternativa a la RBU se basa en la idea de que la tecnología intervendrá en todos los aspectos de nuestra vida en el futuro. En este escenario, cuando nazcas recibirás una cuenta donde registrar cada clic que hagas con el ratón y lo convertirá en ingresos en tu cuenta corriente", explica. Lo que hace Fuller es traer al primer plano que los usuarios, sus datos, son la base del éxito de empresas como Google, Facebook o Amazon.

Aquí llega una las mayores pérdidas del futuro: "Una implicación de esto es que la distinción entre trabajo y ocio desaparecerá. En la medida en que las personas interactuarán con máquinas durante todo el día", recuerda Fuller. "Puede que no estemos desempeñando trabajos convencionales, pero la vida misma será el trabajo que nos genere ingresos. Es evidente que los marxistas no pensaron que podríamos estar trabajando 24 horas al día, siete días a la semana. Pero esto refleja el cambio tecnológico radical del capitalismo: por primera vez, las tecnologías de trabajo y de ocio son las mismas y son producidas por las mismas empresas", señala el sociólogo británico.

En la base de esa comunión que han levantado gigantes como Google, Facebook, Amazon y todas las empresas que viven de los datos personales está el fin de la privacidad. Para el presidente de la compañía Futurizon y convencido de las bondades del futuro, Ian Pearson, si ya es complicado mantenerse en el anonimato ahora, con el avance de los algoritmos de reconocimiento facial, la infinidad de cámaras y otras tecnologías, "pronto perderemos lo que nos queda de privacidad, tanto online como offline".

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