En los últimos 50 años, la sequía se ha cobrado la vida de 650.000 personas. La dificultad de acceso al agua, su peor calidad, la proliferación de incendios que para nada son inocuos a la salud o el aumento de las enfermedades transmitidas por vectores, son algunas de las terribles consecuencias de que el planeta se esté secando
Se habla mucho de la sequía meteorológica, de cómo afecta a la agricultura, pero no del impacto que tiene en la salud. Cada vez llueve menos, las temperaturas son más altas, los campos se secan y nuestro cuerpo lo nota, se resiente.
El codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), Julio Díaz, afirma, en una entrevista con EFEsalud, que lo primero que hay que tener en cuenta es que la sequía tiene dos vertientes claras: cómo afecta a los países en desarrollo y cómo a los países ricos.
La sequía, de los desastres que han causado más muertes
En los países pobres el impacto es “brutal”. La sequía se ha llevado por delante 650.000 vidas desde 1970 hasta 2019, según el atlas de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre mortalidad y pérdidas económicas por fenómenos meteorológicos, climatológicos e hidrológicos extremos.
El atlas de la OMM muestra que en esos casi 50 años, de los diez peores desastres, las sequías -sobre todo en África-, las tormentas y las inundaciones fueron las que causaron más muertes.
La mayoría de los fallecimientos se produjeron durante las graves sequías de Etiopía en 1973 y 1983, con 400.000 personas; Mozambique en 1981, 100.000; y Sudán en 1983, 150.000 personas.
Estos cuatro episodios de sequía representan el 89 % del total de muertes en África causadas por fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos en los últimos 50 años.
Pero, además, apunta el investigador del ISCIII, hay unos 700 millones de desplazados climáticos por causas relacionadas con la sequía.
Un problema global
“El principal problema es que esto no va a ir mejor, las previsiones a 2050 apuntan a que para entonces tres cuartos de la población mundial va a estar afectada de una manera u otra por la sequía. Y que de los 8.000 millones de habitantes que somos, 2.300 millones de personas se supone que van a estar en situaciones de estrés hídrico para el 2030”, asegura Díaz, del Grupo de Investigación en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano (GISMAU).
Y advertencia: el cambio climático es global y por mucho que en Europa se puedan tomar medidas si países como “India, Rusia, China o Brasil no acompañan, la solución va a ser muy difícil”, reflexiona el experto.
Menos agua, peor calidad
En los países ricos, la sequía afecta, por un lado, a lo más obvio que es el menor acceso al agua, y por otro a una menor calidad de la misma, que puede provocar por ejemplo afecciones gastrointestinales. Y ¿por qué? porque al haber menos agua, la concentración de sustancias como contaminantes químicos y metales pesados aumentan, así como la probabilidad de proliferación de microorganismos.
El investigador expone, en este sentido, la posibilidad de que en el agua haya cianobacterias, un tipo de bacterias que tienen la capacidad de hacer la fotosíntesis, que afloran en el agua y pueden producir toxinas que envenenan la fauna terrestre y marina, incluidos trastornos para el ser humano.
Y lógicamente la falta de agua produce también problemas en la producción de alimentos y aumenta el riesgo de malnutrición.
Los otros problemas para la salud más desconocidos
Además de estos problemas relacionados con la calidad y el acceso al agua o los problemas en alimentos, hay otros “mucho más desconocidos”.
En España, por el ejemplo, desde la Unidad de referencia del ISCIII, codirigida por Díaz, han abordado la morbimortalidad por causas cardiovasculares en España y con la sequía como un indicador que conlleva otra serie de fenómenos.
Y la sequía se produce cuando no hay nubes, evidentemente, cuando hay una “situación de bloqueo anticiclónico, con lo que no hay movimientos ni horizontales ni verticales de la atmósfera por lo tanto eso conlleva al aumento de la contaminación atmosférica”.
El impacto en salud es evidente: desde todas las enfermedades relacionadas con la contaminación atmosférica, de desarrollo cognitivo y cáncer, entre otras patologías, hasta la muerte.
¿Y los incendios?
“Pero, además, y lo estamos viendo ahora en España, la sequía prolongada produce un aumento de la probabilidad de los incendios forestales, que provocan más sustancias y partículas en el aire”, señala Díaz.
El investigador hace hincapié en este punto porque, según remarca, la gente piensa que los incendios para la salud son inocuos y no es así. De hecho, incide en que estudios elaborados en España muestran que incluso en lugares alejados del incendio aumenta la mortalidad por causas cardiovasculares, respiratorias e incluso incide en los partos prematuros y puede motivar bajo peso al nacer.
“En un incendio se están emitiendo a la atmósfera partículas, compuestos orgánicos volátiles, muchas sustancias que tienen impacto en salud”, subraya el investigador.
Por si esto fuese poco, en España se producen olas de calor en dos situaciones: cuando entra polvo del Sáhara y cuando tenemos un anticiclón. Según el investigador del ISCIII, las situaciones de bloqueo anticiclónico, asociadas muchas veces a la sequía, son las que producen un incremento mayor en la mortalidad, más que las olas de calor promovidas por el polvo sahariano.
En los periodos de sequía, la población más vulnerable, es “la de siempre”: niños, mujeres, los mayores, las personas que trabajan al aire libre y los enfermos crónicos.
Propuestas para mejorar la situación
“Lo que queremos los científicos es que se hagan cosas para que todo esto no pase”, subraya.
Desde su Unidad proponen planes de prevención integrados en los distintos fenómenos. “¿Qué sentido tiene que pongan a funcionar un plan de prevención ante las altas temperaturas exclusivamente si me dejo fuera la contaminación atmosférica, los incendios forestales, la sequía o las enfermedades transmitidas a través del agua?”, abunda Díaz.
Por eso, apuesta por planes de vigilancia en salud pública que se activen en esas situaciones.
Así, en su opinión, no solo se puede hablar de sequía desde el punto de vista meteorológico o agrícola, que también es importante, matiza, pero la falta de agua “tiene unas repercusiones que van más allá de no poder regar”.