Y lo de nuestro espíritu es errar en el centro del mar multiplicado
a veces bajo amasadas nubes de tormenta;
a veces bajo la luz hondísima de grandes calmas sin vellón,
en la proa que roza las estrellas y al instante se abisma,
mas siempre en el presagio de una travesía sin fin hacia la Real
con las bodegas del ser hasta los topes repletas de silencio
Sobre el espejo de la mente exfoliada.