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Autor
David Sven Reher Sullivan (Departamento de Sociología II. Ecología Humana y Población. Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Universidad Complutense)

La población europea disminuirá entre un 10% y un 25% desde la segunda mitad del siglo.

De acuerdo con las previsiones de la ONU, en los próximos 25 años en el mundo desarrollado el número de mujeres en edad reproductiva se reducirá en una cuarta parte.
El declive de la población mundial dificultará enormemente cualquier aspecto de bienestar social basado en la redistribución de los ingresos. Europa sufrirá a partir de mediados del presente siglo XXI un declive de la población que puede oscilar entre el 10% y el 25%.

Existen abundantes indicios de que el mundo está adentrándose en un período prolongado de declive de la población

Este proceso, que se adelantará en Europa frente al resto del mundo según los niveles de fecundidad esperados, se prolongará en el tiempo dado que se basa en factores estructurales y no coyunturales y alcanzará gran parte de la población mundial.

Existen abundantes indicios de que el mundo está adentrándose en un período prolongado de declive de la población. De ocurrir, pondrá fin a un período de crecimiento acelerado  -y a veces desenfrenado- de la población que data del siglo XVIII y que llegó a su punto culminante durante la segunda mitad del siglo XX. Las pruebas a favor de la existencia de esta nueva tendencia son abundantes; más seguras en los países desarrollados, pero evidentes en todo el mundo. El mecanismo de este declive será, sin duda alguna, una pronunciada reducción de la fecundidad, con niveles existentes normalmente inferiores al de reemplazo (2,1 hijos por mujer) en buena parte del mundo

En los países desarrollados, la fecundidad lleva muchos años por debajo del nivel necesario para garantizar el reemplazo de la población con el resultado de que el número de nacimientos lleva ya décadas en declive, situándose en la actualidad más o menos a la mitad de sus máximos históricos logrados hacia finales de la década de los 1950 Más importante, tal vez, es el hecho de que el número de mujeres en edad reproductiva, tras años de continuo aumento, está empezando a adentrarse en una dinámica de caída. De acuerdo con las previsiones de la ONU, en los próximos 25 años su número llegará a reducirse en una cuarta parte. Una vez que ello ocurra, buena parte del mundo desarrollado habrá entrado en una dinámica perversa donde cohortes cada vez más pequeñas de mujeres darán lugar a un número de nacimientos también cada vez menor. En este sentido, cabe vaticinar una dinámica de 'inercia negativa' de la población mediante la cual la caída está garantizada casi independientemente de los niveles concretos de fecundidad existentes.

De acuerdo con las proyecciones de población existentes, la población en Europa y en otros países desarrollados puede caer en entre 10 y 20 por cien para mediados del siglo XXI, y ello contando con llegadas importantes de inmigrantes.

El mundo desarrollado no es uniforme en este sentido. Mientras algunos países del norte de Europa y sobre todo los Estados Unidos muestran una fecundidad todavía cercana o ligeramente inferior a los niveles de reemplazo, otros muchos países tienen una fecundidad bajísima, oscilando entre 1,2 y 1,4 hijos por mujer en buena parte del sur y del este de Europa, así como en países desarrollados del este asiático.

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En el mundo en desarrollo, existen importantes diferencias. La trayectoria de la población de China hacia un descenso en el número de nacimientos y en el número de mujeres en edad reproductiva no difiere de manera significativa de la que se da en los países desarrollados, aunque -eso sí- comenzó algo después. En otros muchos países, los niveles de fecundidad aún siguen siendo superiores a los niveles de reemplazo, pero sólo un poco. En estos países, en las últimas décadas se ha producido una caída rapidísima de la fecundidad que, de no detenerse, llegará a niveles extremadamente bajos y un declive prolongado en el número de nacimientos. En algunos países en desarrollo, el número de nacimientos ya está en declive, mientras que en otros, el número ya ha dejado de crecer, todo ello en agudo contraste con lo que ha venido ocurriendo a lo largo de la mayor parte del siglo XX. Estos países también parecen estar entrando en un proceso que conduce a una caída en su población que comenzará sólo dos o tres décadas después de que lo hace el mundo desarrollado. Sólo en los países más pobres, situados generalmente en la región subsahariana del continente africano, sigue habiendo muchas dudas, aunque ahí también la fecundidad sufre caídas vertiginosas.

Desde nuestra perspectiva, la fecundidad tan extremadamente baja existente en los países desarrollados no se puede achacar convincentemente a factores económicos, al desempleo y a la falta de políticas adecuadas o a procesos probablemente coyunturales como el retraso en la maternidad. La causa de la situación actual tiene sus raíces en el proceso de transición demográfica que en algunas partes del mundo empezó hace ya más de un siglo y en otras se trata de un proceso mucho más reciente. La Transición Demográfica consistió en una reducción prolongada de la fecundidad y de la mortalidad, y tuvo por efecto con un evidente aumento en la 'eficacia reproductiva': se lograba la familia deseada con menos embarazos, menos niños fallecidos y menos tiempo. Por basarse en una reducción en la fecundidad, la Transición Demográfica condujo necesariamente a un proceso de envejecimiento de la población, gradual al principio y cada vez más rápido después.

La Transición Demográfica también puso en marcha un proceso de cambio social y económico que terminó por alterar profundamente los cimientos de la sociedad. En este sentido, fue un gran paso adelante en el empoderamiento de las mujeres dentro de la sociedad, sobre todo debido a su papel cada vez más importante de cara al control de la fecundidad y a la salud de sus hijos. Supuso también una importante liberación en el tiempo de las mujeres. De acuerdo con un autor, tener y criar la prole pasó de ocupar un 70% de la vida adulta de las mujeres antes de la transición demográfica a ocupar sólo 14% en tiempos más recientes. También, puso en marcha una serie de cambios políticos, sociales y culturales que afectaron su papel en la sociedad.

Andando el tiempo, una de las consecuencias de todo este proceso fue la entrada de las mujeres en el mercado de trabajo. Ahora bien, no cabe duda de que dicha entrada, uno de los cambios sociales más importantes del siglo XX, tuvo muchos determinantes, pero uno de ellos de gran importancia fue el aumento de la eficacia reproductiva de las familias. Prolongar la actividad económica más allá del matrimonio empezó a ser práctica habitual para las mujeres. Todo ello comienza en algunos países justo después de la Segunda Guerra Mundial, pero se ha extendido a todos los países desarrollados en las últimas décadas.

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Este proceso dio lugar a una reordenación sustancial de la posición de las mujeres (y de los hombres) en la sociedad, con una reducción generalizada de las diferencias por género en la vida pública y privada. En la actualidad, las mujeres tienen niveles de educación tan altas como los hombres, participan casi tanto en el mercado de trabajo, y realizan contribuciones esenciales para las economías familiares. En términos muy generales, en el pasado 'tener éxito' en la vida a ojos de la sociedad para una mujer se basaba ante todo en tener familia, marido e hijos. En las sociedades desarrolladas de hoy en día, tener hijos sigue siendo un factor muy importante en lo que la gente considera una vida de éxito, pero su importancia es menor que antes, al menos en términos relativos.


Conviene recordar aquí que para hombres tener éxito en la vida siempre se ha basado más en la vida profesional que en la vida familiar, mientras que fueron las mujeres las que hacían funcionar la familia. Es por eso que los cambios en los valores de las mujeres que hemos descrito tuvieron un efecto tan profundo de cara a los procesos reproductivos y la familia El resultado de este proceso en los países desarrollados ha sido que la fecundidad en su caída secular no se detuvo en la barrera mágica del nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer) sino que siguió descendiendo hasta niveles antes inimaginables. Llevamos varias décadas con niveles bajísimos de fecundidad por lo que no cabe achacarlos a coyunturas económicas ni a modas pasajeras, sino a un proceso profundo y estructural de cambio de valores en la sociedad.

Queda por ver si este mismo proceso se está produciendo en el mundo en desarrollo, donde las caídas recientes en la fecundidad han sido enormes. A nuestro modo de ver el aumento de la eficacia reproductiva en estas regiones del mundo terminará teniendo un efecto similar de cara a la sociedad al que tuvo en las transiciones históricas, salvo que la rapidez en el cambio de las tasas vitales será mucho mayor. El resultado de todo ello será que el proceso de envejecimiento será mucho más rápido en el mundo desarrollado.

Acorde con el retrato que se ha dibujado aquí, el futuro de la población mundial estará marcado por un declive pronunciado de la misma. Si tomamos el mundo en su conjunto, dicho declive no empezará hasta la segunda mitad del siglo XXI, puesto que la población tiene todavía cierta inercia hacia el crecimiento. Después, sin embargo, el estancamiento se tornará en un declive que puede llegar a ser muy importante. No sabemos cuánto va a durar este período de declive aunque sospechamos que será bastante por dos razones: (1) se basa en factores estructurales y no coyunturales, y (2) en breve es posible que la población entre en una espiral descendente, similar a la descrita para la población europea al principio de esta conferencia.

Para la ecología del planeta se trata de una excelente noticia ya que el siglo XXI empezará a corregir el desequilibrio ecológico producido por varios siglos (sobre todo el siglo XX) de crecimiento desenfrenado de la población. No cabe duda alguna de que el número de personas en el mundo es la principal causa del desequilibrio ecológico existente, por lo que será bienvenida esta nueva situación.

Para las sociedades del futuro no cabe el mismo tipo de optimismo. Estructuras por edad fuertemente sesgadas -subproducto ineludible del proceso en marcha- dificultarán enormemente cualquier aspecto de bienestar social basado en la redistribución de los ingresos entre generaciones.

La Transición Demográfica también puso en marcha un proceso de cambio social y económico que terminó por alterar profundamente los cimientos de la sociedad

Además, de continuar la fecundidad siendo muy baja, los problemas asociados al envejecimiento estos aspectos de la estructura por edad de la población dejarán de ser un aspecto más o menos coyuntural (como lo es en la actualidad) y se convertirán en una realidad estructural. Las migraciones internacionales en sí, foco de mucha atención y preocupación en la actualidad, difícilmente podrán suponer más que un alivio temporal y bastante inadecuado para estructuras por edad sesgadas y declive de la población. Aquí caben citar dos razones: (1) La fecundidad entre inmigrantes, al principio más elevada que la de las poblaciones nativas, muy rápidamente tiende a descender hacia los niveles vigentes en la sociedad receptora. (2) Tal vez más importante, el mundo en desarrollo está a punto de entrar en un período de escasez de población en edad laboral derivado de la caída rapidísima de la fecundidad. Dentro de un par de décadas, la falta de efectivos en edad laboral promete convertirse en un problema mundial y no sólo un problema de los países desarrollados.

Massimo Livi Bacci afirmó que los hijos, más que un bien de consumo personal, deberían considerarse como bienes de inversión social. Desde una perspectiva diferente Ronald Lee ha hablado de las enormes externalidades fiscales positivas generadas por el hecho de tener hijos. Puede la política convencer a las mujeres (a las parejas) a tener más hijos? La experiencia reciente de Europa indica que la política sola no es suficiente. A la larga una reproducción humana sostenible puede no ser compatible con unas economías liberales que premian carreras de mujeres fuera del hogar, inmersas en una sociedad de consumo cada vez más irresistible, caracterizada por niveles importantes de inseguridad económica individual.

Desde nuestra perspectiva a principios del nuevo milenio, podemos observar un gran cambio de rumbo que puede tener consecuencias sociales enormes. En este sentido, disfrutamos de una situación de privilegio al menos desde una perspectiva científica e histórica. Para nuestros hijos, y sobre todo nuestros nietos, un declive persistente de la población, acompañado posiblemente por niveles de vida más bajos, será posiblemente la única realidad que conozcan. Para ellos, los tiempos de crecimiento desenfrenado de la población de los siglos XIX y XX no será más que una memoria lejana.

¿Existen otros escenarios posibles? Sí que existen, pero, al menos en estos momentos, parecen menos probables que el descrito en este artículo. Algunos de ellos pueden ser bastante benignos (una vuelta a la fecundidad de reemplazo en todas partes gracias a la ayuda de políticas y de cambios en los valores), otros pueden implicar una vuelta de revés en nuestra actitud hacia la familia (la utilización, por ejemplo, de innovaciones tecnológicas que hagan irrelevantes las decisiones reproductivas individuales), mientras otros pueden ser mucho menos benignos, implicando políticas públicas agresivas, conflicto social y político, y el progresivo abandono de los logros sociales, económicos y políticos de los últimos dos siglos. Aunque no nos es dada la capacidad de conocer el futuro del todo, los demógrafos tienen un papel importante a la hora de plantear estas cuestiones tan cruciales como incómodas a fin de estimular un debate muy necesario sobre ellas.*





*Este trabajo, aquí extractado, fue presentado el pasado 1 de diciembre en forma de conferencia titulada "El declive de la población mundial", segunda del Ciclo sobre "Población y Sociedad" organizado conjuntamente entre la Fundación Ramón Areces y el Grupo de Estudios Población y Sociedad, al que el profesor Reher pertenece.

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