Cuando pensamos en el mar, no podemos evitar que nos venga a la mente una playa paradisiaca o un apacible manto de olas. Sin embargo, para la mayoría de los seres vivos que lo habitan, el océano es un ambiente homogéneo, oscuro y frío.
La profundidad media de los océanos es de más de 3,5 kilómetros (como cruzar dos veces el Golden Gate de San Francisco en Estados Unidos) y la luz solar solo es capaz de atravesar hasta 200 metros en aguas cristalinas. Más allá no existe el mundo tal y como lo conoce ningún ser terrestre, ya que la vida se desarrolla en total oscuridad. Bienvenidos al mar profundo, el mayor ecosistema del planeta.
Oscuro y poco conocido
Además de ser oscuro (y grande), el océano profundo tiene otra peculiaridad: es de muy difícil acceso, al menos para los humanos. La consecuencia más directa de esto es que es un ambiente prácticamente inexplorado. No conocemos la mayoría de sus formas de vida, ni muchos de los procesos que tienen lugar en él. En muchos casos, no conocemos siquiera la profundidad con precisión.
Sin embargo, pese a la escasa información de la que disponemos, el mar profundo ha llamado la atención de las potencias mundiales en los últimos años. Este aumento del interés se debe a la abundancia que posee en recursos naturales que se prevé que puedan escasear en un futuro en tierra firme, como el níquel o el manganeso.
De la necesidad de regular la extracción de estos recursos y de proteger este ambiente en aguas internacionales (el mar no es de nadie a partir de 12 millas náuticas de la costa de un país) nace en 1994 la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés).
El 54 % del océano es de todos
Con sede en Jamaica, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos es la organización a través de la cual los estados que firmaron el tratado de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) organizan y controlan las actividades relacionadas con los minerales en el área internacional en beneficio de toda la humanidad.
Aunque parezca una tarea sencilla, no lo es en absoluto. La ISA cuenta con 170 miembros , incluyendo 169 Estados Miembros y la Unión Europea, y vela por el cuidado de nada menos que el 54 % de la superficie de los océanos del mundo.
Por si esto fuera poco, tanto el área internacional como sus recursos son patrimonio común de la humanidad.
A la caza de nuevas especies
En un famoso estudio publicado en el 2012 se estimó que se conocían aproximadamente 200 000 especies de animales marinos. Esto representaría entre el 24 y el 34 % de la diversidad total estimada.
No obstante, esta horquilla de conocimiento no es igual en todo el mar. Así, las costas y aguas someras están mucho mejor estudiadas que el mar profundo, y las aguas del hemisferio norte se conocen bastante mejor que las del hemisferio sur. Por otro lado, para muchas zonas (y para muchos grupos animales y no animales) ni siquiera existen estimaciones fiables.
En este contexto de falta de conocimiento de la biodiversidad marina en el océano profundo, y ante una posible futura explotación minera, la ISA lanzó en 2022 la Iniciativa para el Conocimiento Sostenible de los Fondos Marinos (SSKI, por sus siglas en inglés).
Este programa supone una iniciativa sin precedentes en la historia de la taxonomía marina, con un objetivo claro y ambicioso: describir 1 000 nuevas especies marinas de aguas internacionales antes de 2030.
Los proyectos SSKI y los dragones del fango
La descripción de estas especies permitirá ampliar el conocimiento sobre la vida en los fondos marinos y ayudará a comprender y gestionar los posibles efectos de las actividades antropogénicas en los ecosistemas de aguas profundas.
En su primera convocatoria en 2023, la respuesta de la comunidad científica fue abrumadoramente positiva: se presentaron 67 propuestas desde todas partes del mundo. De entre todas ellas, se financiaron únicamente nueve proyectos que abordan la descripción de grupos animales tan variopintos como tiburones, estrellas de mar y organismos meiofanísticos. Estos últimos son animales de pequeñísimo tamaño, estudiados por nuestro equipo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid.
El proyecto español se centra en la descripción de especies de dos filos (la clasificación más básica y amplia del reino animal): los kinorrincos, o dragones del fango, y los loricíferos. Son dos grupos poco conocidos y con un número muy reducido de expertos dedicados a su estudio en todo el mundo, por lo que el potencial de descubrir nuevas especies es enorme.
En este proyecto se esperan describir hasta ocho nuevas especies para la ciencia procedentes de varias zonas del océano profundo, desde el Océano Pacífico hasta la Antártida.
¿Por qué la taxonomía es importante para la conservación?
La taxonomía ordena y clasifica la diversidad biológica. Es una de las disciplinas científicas más antiguas y básicas que existen. Pese a ello (o, quizás, por ello), cuenta cada vez con menos integrantes y menos apoyo.
Sin embargo, la descripción y la clasificación de especies son un pilar básico para otras disciplinas mucho más integrativas y de gran interés social y económico, como pueden ser la ecología y la conservación. No se puede conservar sin saber lo que se va a conservar, ni se puede medir un impacto sin saber qué lo está recibiendo.
Esperemos que estas mil nuevas especies marinas supongan un paso adelante tanto para la conservación del océano profundo como para el interés ciudadano y científico por la taxonomía.
Autoría: Alberto González Casarrubios, Doctorando en Zoología, Universidad Complutense de Madrid y Nuria Sánchez, Profesor Ayudante Doctor, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.