Lo que se pensaba que era el eslabón perdido de nuestra evolución resultó ser un simple fraude
Durante más de 40 años se pensó que unos restos óseos encontrados en la ciudad inglesa de Piltdown pertenecían a un antepasado de nuestra especie, mitad humano y mitad mono. Los restos - un par de dientes, una mandíbula y unos fragmentos de cráneo - fueron descritos en 1912 por un arqueólogo aficionado llamado Charles Dawson. El cráneo parecía ser similar al de los humanos actuales, mientras que la mandíbula era muy similar a la de un chimpancé. Pronto se conoció a este fósil como ‘el hombre de Piltdown’.
A pesar de que muchos investigadores discreparon de la interpretación de Dawson casi desde el principio, tuvieron que pasar 41 años para que oficialmente se confirmase que todo aquello no pasaba de un montaje: el cráneo era humano, de la época medieval; la mandíbula había pertenecido a un orangután; y los dientes eran de chimpancé. Con posteriores análisis se vio que los huesos habían sido tratados con ácido crómico para darles una apariencia más antigua.
Aunque la identidad del falsificador no está clara, todo apunta a que debió ser el propio Dawson, en cuya colección se encontraron muchas otros restos falsificados, algunas con alteraciones aprecidas a las del hombre de Piltdown.
Foto de portada: John Cooke.