La reciente reaparición del grupo de música Supersubmarina –ocho años después de su desaparición como banda por un accidente automovilístico– ha traído a escena un término científico: anosognosia
José Marín, más conocido como Chino, el vocalista del grupo y el peor parado en el accidente, confesaba arrastrar una serie de secuelas; entre ellas, la de no ser consciente de su enfermedad. Es un síntoma común en alzhéimer, esquizofrenia o traumatismos craneoencefálicos. ¿Cómo vive el cerebro cuando no es consciente de que algo falla?
Para abordar este artículo, y como mi cerebro sí es consciente de mi ignorancia musical, le pido a Alexa que me ponga Supersubmarina mientras escribo. De manera aleatoria suena su canción No es así:
“Yo no sabré vivir así, no sabré vivir así”.
Me parece un preludio terrible.
La importancia de conocerse a uno mismo
Ser conscientes de lo que somos capaces de hacer nos ayuda a entender nuestras limitaciones y a escoger convenientemente qué actividades podemos o no realizar. Esta habilidad para conocernos a nosotros mismos, la autoconciencia, es especialmente importante cuando nos enfrentamos a una enfermedad. En esos momentos, el deterioro de nuestras capacidades físicas o mentales puede dificultar hasta las tareas más básicas de nuestra rutina diaria.
El término médico anosognosia se refiere a la falta de conciencia o reconocimiento de una patología o discapacidad. En otras palabras, las personas que lo sufren pueden no ser conscientes de que tienen un problema de salud o, en el mejor de los casos, minimizar sus síntomas incluso cuando es muy evidente que lo padecen. Por eso, la anosognosia puede dificultar el tratamiento y la gestión de la patología, ya que la persona afectada puede no buscar la ayuda adecuada.
Esta condición se asocia habitualmente con lesiones cerebrales como accidentes cerebrovasculares (20-40 % de los pacientes), traumatismos craneoencefálicos (50 %), alteraciones neurológicas como esquizofrenia (50-90 %) o trastorno bipolar (40 %) y enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer (80 %).
Áreas y conexiones dañadas
La anosognosia tiene profundas implicaciones. Al inicio, puede retrasar el diagnóstico al hacer que los pacientes no busquen ayuda médica. También puede afectar a su capacidad para seguir un tratamiento o dificultar la rehabilitación.
Más adelante, especialmente en casos de demencia, la anosognosia puede causar mucha frustración a los familiares, que intentan ayudar a personas enfermas que no reconocen su situación. Esto obliga a una supervisión constante para que no realicen actividades de riesgo. Por ejemplo, si un paciente de alzhéimer no es consciente de que tiene problemas de memoria, tampoco lo será de sus dificultades para conducir.
Aunque la anosognosia generalmente está asociada con lesiones en áreas específicas del cerebro, como el lóbulo parietal derecho, temporoparietal, talámico o del ganglio basal, investigaciones recientes sugieren que este déficit a veces puede estar relacionado con cambios más sutiles en la conectividad cerebral. Es decir, que también puede deberse a una falta de conexión entre diferentes regiones del cerebro que impide ser consciente de tener un problema como la debilidad o parálisis parcial de un lado del cuerpo (hemiparesia), la pérdida de sensibilidad en alguna de las partes del cuerpo (déficits hemisensoriales) o dificultades de memoria y lenguaje.
Curiosamente, las personas enfermas pueden darse cuenta de ciertos déficits, pero no de otros. En los casos más graves, la anosognosia puede ir de la mano con la asomatognosia o negación por parte del paciente de que una parte de su cuerpo les pertenece.
Incapacidad para actualizar la autoimagen
Desde el punto de vista neurofisiológico o psicopatológico, el problema fundamental probablemente esté relacionado con una incapacidad del paciente para actualizar su autoimagen; es decir, la representación mental que una persona tiene de sí misma, incluyendo su apariencia física, habilidades, características de personalidad y roles sociales. Esta autoimagen se construye a lo largo del tiempo y ayuda a mantener una coherencia entre la percepción de uno mismo y el mundo exterior.
Debido a una lesión en el cerebro o una disfunción producida por una enfermedad, la persona afectada no puede incorporar nueva información sobre sus déficits en su autoimagen. Por lo tanto, niega su enfermedad o minimiza su importancia.
La función que habitualmente se ve más afectada en los casos de anosognosia, especialmente en la demencia, es la memoria, que hace que los pacientes no perciban los cambios en sus habilidades. Por ejemplo, podrían olvidar eventos en los que no fueron capaces de realizar una tarea específica.
Además de la memoria, otras áreas del cerebro como la parte frontal (responsable de la organización y la memoria de trabajo), la corteza parietal, la corteza temporal y el sistema límbico (que manejan emociones y percepción de errores) también se ven afectadas.
En cuanto a su diagnóstico, cuando la anosognosia está vinculada a daños en el cerebro, los resultados de las pruebas a menudo revelan lesiones en la región derecha del cerebro, específicamente en el área parietal o temporoparietal. En los casos de demencia, las técnicas de neuroimagen muestran una disminución generalizada del tamaño del cerebro. Más complicada es su detección en trastornos psiquiátricos, en los que generalmente no hay hallazgos específicos.
¿Qué se puede hacer?
Supersubmarina sigue sonando en mi dispositivo:
"Ya no hay brillo fugaz / Ni reflejo perfecto / No queda nada cuando miro alrededor/ Así que manda una señal / Para que sirva como luz".
La única luz de la que disponemos hasta el momento es la terapia cognitivo-conductual, que permita a los pacientes desarrollar una mayor conciencia de su condición; la terapia ocupacional, que les ayude a adaptarse a su entorno y aprender habilidades para el manejo de su vida diaria, o la terapia de rehabilitación neuropsicológica, que les ayude a mejorar las funciones cognitivas y de conciencia de su enfermedad. Y por supuesto, la luz que siempre brilla: la investigación científica.
Este artículo ha sido publicado por la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Autor: José A. Morales García, Investigador científico en enfermedades neurodegenerativas y Profesor de la Facultad de Medicina, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Fotografía de portada: Berit Kessler / Shutterstock.