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El Confidencial

El mundo tras el Covid-19: cómo las epidemias transformaron civilizaciones

Las medidas desarrolladas para las plagas del siglo XIV están ayudando a las autoridades a combatir el coronavirus, afirma el historiador de Yale Frank Snowden

Para poner la pandemia de coronavirus en perspectiva, consideren lo que sucedió cuando la peste bubónica golpeó a Londres en 1665. La aparición de los síntomas podía ser repentina, afirma el historiador de la Universidad de Yale, Frank Snowden: "Había literalmente gente doliéndose y agonizando en los espacios públicos". El comercio se cerró rápidamente y "toda actividad económica desapareció". La ciudad erigió hospitales para aislar a los enfermos. "Se quemaba azufre por las calles a modo de hogueras para purificar el aire."

Unos 100.000 londinenses -cerca de una cuarta parte de la población, equivalente a dos millones hoy en día- murieron. Algunos de ellos se suicidaron "arrojándose al Támesis", afirma Snowden. "Tal fue su horror por lo que le estaba sucediendo a sus cuerpos, y el insoportable dolor de los bubones" (los ganglios linfáticos inflamados, el clásico síntoma de la peste bubónica). El orden social se rompió cuando las autoridades desaparecieron. Los conductores del "carro de la muerte" iban de puerta en puerta, recogiendo cadáveres por una tarifa y a veces saqueando las posesiones de los supervivientes.

Los violentos embates de la peste contra las ciudades europeas en la Edad Media y el Renacimiento crearon "una dislocación social tal que no podemos ni imaginar", afirma Snowden, cuyo libro "Epidemias en la sociedad: Desde la Peste Negra hasta el presente", un estudio de las enfermedades infecciosas y su impacto social, publicado en octubre de 2019, se ha puesto repentinamente de actualidad.

Entrevisté al Señor Snowden, de 73 años, por Skype. Ambos estamos en casa, yo en California y él en Roma, donde ha ido a investigar en los archivos del Vaticano. A mediados del siglo XIV, Italia era "el lugar más azotado de Europa por la Peste Negra", señala. En el siglo XXI, está entre los países más afectados por el Covid-19.

La ciencia ha relegado la peste, causada por la bacteria de las pulgas y las ratas 'Yersinia pestis', a un lugar marginal entre las preocupaciones por la salud pública (aunque se sigue temiendo su uso como arma biológica vaporizada). Sin embargo, el legado de la peste plantea cuestiones sobre cómo el coronavirus puede cambiar el mundo.

A pesar de que Occidente cuenta hoy en día con proezas biomédicas, algunas de las herramientas más contundentes que se están usando para combatir una enfermedad poco comprendida son similares a las que se intentaron por primera vez en el siglo XIV. La cuarentena, por ejemplo. Cientos de millones de americanos y europeos están aislados en sus casas en un esfuerzo por frenar la propagación del coronavirus.

El aislamiento como defensa contra las enfermedades infecciosas se originó en las ciudades-estado de Venecia y Florencia. Italia era el centro del comercio mediterráneo, y la plaga llegó en 1347 en barcos comerciales. La teoría dominante en esa época era el "miasmatismo" - la atmósfera estaba envenenada - tal vez por las prendas de vestir de los visitantes - y la gente se enfermaba "cuando inhalaban eso, o lo absorbían a través de sus poros", cuenta Snowden. "Es decir, hay algún tipo de emanación, y se puede pensar que proviene del suelo, o de los cuerpos" de las personas enfermas.

Después de las visitas de la peste, la marina veneciana finalmente comenzó a obligar a los marineros que llegaban al puerto a desembarcar en una isla cercana, donde permanecían durante 40 días -'quaranta'- una duración elegida por su significado bíblico. La estrategia funcionó, las pulgas enfermas se extinguieron y los enfermos murieron o se recuperaron. Snowden señala el hecho de que los estadounidenses que regresaban de Wuhan, China, a principios de febrero fueran "detenidos en las bases del ejército durante un período de cuarentena", aunque de 14 días en lugar de 40.

"Podemos observar las raíces de muchos elementos de la medicina moderna ya en el Renacimiento", añade. Otro ejemplo es el "traje de cera" que llevaban los médicos que combatían la peste. Se asemejaba a la vestimenta médica moderna - "las prendas protectoras que se ven en el hospital para las personas que tratan con el ébola, o este tipo de traje de astronauta" - aunque incluía pico largo que contenía hierbas aromáticas. Se pensaba que "purificaban el aire que respirabas". El traje "tenía, de hecho, algún valor protector", apunta Snowden, porque la cera repelía las pulgas que portaban la enfermedad.

Los esfuerzos contra la plaga cambiaron drásticamente la relación de los europeos con el gobierno. "Los florentinos establecieron lo que se llamaron magistrados de salud, que son los antepasados de lo que hoy llamamos Juntas locales de Sanidad o Ministerios de Sanidad", explica Snowden. "Dotados de poderes legales especiales", estos magistrados coordinaban las medidas contra la peste.

La plaga fue más traumática que una agresión militar, y la respuesta fue a menudo, por su ferocidad, equivalente a una acción propia de tiempos de guerra. Una de las respuestas fue un "cordón sanitario", rodeando con soldados una ciudad-estado, que no permitían que nadie entrara o saliera. "Imaginen la propia ciudad, y de repente, por la mañana, es acordonada por la Guardia Nacional con las bayonetas fijas y los cascos puestos, y con órdenes de disparar si cruzamos", apunta Snowden. Los cordones se imponían regularmente en las ciudades europeas en épocas de riesgo de plagas, lo que provocaba terror y violencia. En el siglo XVIII, el ejército austriaco fue "desplegado para evitar que la peste bubónica subiera por la península balcánica y se adentrara en Europa occidental" deteniendo a los viajeros que podían ser portadores de la enfermedad.

"Una enfermedad de la globalización""

El sociólogo Charles Tilly (1929-2008) sostuvo que "los Estados nacen de las guerras", que las fronteras y las burocracias se forjan por necesidad en los conflictos militares. La peste tuvo efectos similares. Requirió "el compromiso militar, la administración, las finanzas y el resto de elementos [que conforman un Estado]", afirma Snowden. Además de una armada para hacer cumplir las cuarentenas, "era necesario tener un poder policial", un monopolio de la fuerza en una amplia zona. A veces "se colocaban vigilantes en las afueras de las casas de las personas que tenían la plaga, y no se permitía a nadie entrar o salir".

Sin embargo, mientras que la peste vio cómo el poder se desplazaba de las aldeas y ciudades-estado a las capitales de cada Estado-nación, el coronavirus está favoreciendo la devolución de la autoridad desde las unidades supranacionales al Estado-nación. Esto es más obvio en la Unión Europea, donde los estados miembros están dando cada uno sus propias respuestas. Las fronteras abiertas dentro de la UE se han cerrado y algunos países han restringido la exportación de suministros médicos. El virus ha aumentado las tensiones entre los EEUU y China, ya que Beijing intenta proteger su imagen y los estadounidenses están preocupados por su acceso a las cadenas de suministro de material médico.

El coronavirus está amenazando "los tendones económicos y políticos de la globalización, y haciendo que se deshagan hasta cierto punto", afirma Snowden. Señala que "el coronavirus es inequívocamente una enfermedad de la globalización". El virus ataca con más fuerza en ciudades "densamente pobladas y unidas por rápidos viajes aéreos, por movimientos de turistas, de refugiados, de todo tipo de empresarios, de todo tipo de redes entrelazadas".

"Sabemos menos cosas de las que sí sabemos"

El coronavirus es mucho menos letal, pero pulveriza la presunción de resiliencia del mundo moderno. Snowden dice que después de la Segunda Guerra Mundial "había una confianza auténtica en que todas las enfermedades infecciosas iban a ser cosa del pasado". Las enfermedades crónicas y hereditarias permanecerían, pero "las infecciones, los contagios, las pandemias, ya no existirían gracias a la ciencia". Desde los años noventa -en particular el brote de gripe aviar de 1997- los expertos han comprendido que "va a haber muchas más enfermedades epidémicas", especialmente infecciones respiratorias que saltan de los animales a los seres humanos. Sin embargo, el nuevo coronavirus ha cogido a Occidente con el pie cambiado.

Es demasiado pronto para decir qué huella política y económica dejará esta pandemia. Como apunta Snowden, "sabemos menos cosas de las que sí sabemos". Sin embargo, gracias a una mezcla de intuición y suerte, los europeos del Renacimiento a menudo lograron mantener a raya las horribles plagas cuya procedencia y mecanismos no comprendían. Hoy en día la ciencia es capaz de mucho más. Pero la modernidad también ha dejado a nuestras sociedades vulnerables en formas que los venecianos del siglo XIV nunca podrían haber imaginado.

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