DIVULGAR PREGUNTANDO<br>
Las preguntas sin respuestas firmes de la ciencia
Reseña realizada por Enrique Sánchez Sánchez<br>
IES María Zambrano
Si uno de los principales pasos de la metodología científica es la interrogación, la duda, el preguntarse por los fenómenos que nos rodean, este libro nos mete de lleno en estos caminos, ya que nos propone las veinte grandes preguntas que, según la editora, están en la mente de todos. No vamos a discutir si son las veinte que todos hubiéramos puesto en el índice y, ya que están así, aceptemos sin más.
Algunas son, es cierto, plenamente científicas, como ¿Cuál es el origen del Universo?, ¿Qué son los sueños? o ¿Podemos acabar con la enfermedad?, por ejemplo, pero otras bordean los límites, como ¿Existe Dios? o ¿Qué es la conciencia?
La singularidad del libro es que se encarga cada pregunta a un científico de prestigio para que aporte lo que la ciencia puede ayudar a la respuesta. Y ojo, digo conscientemente ayudar, porque no todos dan una respuesta clara y contundente (la duda, la duda, tan inherente a la ciencia) y a veces aportan un abanico de posibilidades. En contra del libro podemos decir que adolece de una excesiva brevedad en cada colaboración, cinco o seis páginas a cada respuesta, espacio a todas luces insuficiente para los temas que se debaten. Estamos pues ante un libro elemental, pero no simple, que si no te da respuestas inmediatas, permite abrir ventanas, despertar intereses y te posibilita profundizar, si así lo deseas, por medio de las lecturas adicionales que propone cada capítulo. Y como pequeño reproche, echo en falta una breve reseña sobre cada autor. Aunque algunos son sobradamente conocidos, como John Sulston, premio Príncipe de Asturias en el año 2001 y premio Nobel de Medicina en el 2002, que nos contesta sobre las posibilidades de acabar con la enfermedad. O Collin Pillinger, uno de los creadores de la sonda Beagle 2, que comenta sobre la posibilidad de vida en otros planetas.
Como introducción a cada capítulo, a cada pregunta, un divulgador científico intenta, en unos casos poner en situación histórica la pregunta, en otros expresar la opinión más o menos popular sobre el tema, y en algunos no faltan los que no dudan en opinar y tomar partido directamente. Por consiguiente, los catorce colaboradores, (algunos repiten), ofrecen también un variado surtido de opiniones.
Si como dice John Maddox, físico, director de la revista Nature durante más de veinte años y autor de una breve pero jugosa introducción, "...la emoción que provoca la ciencia radica en que las pequeñas preguntas a menudo dan pie a preguntas mayores." (Pág.9), yo me pregunto ¿a qué darán pie las preguntas mayores que nos propone este libro? Evidentemente corresponde a cada lector la búsqueda de ese abanico de posibilidades.
Aunque no comentemos todos los capítulos, todas las preguntas, alguno de ellos si merece alguna consideración. Por ejemplo, la primera pregunta del libro, ¿existe Dios?, cuenta con dos respuestas bien diferentes, pero no por discrepancias entre la pareja encargada de la misma, el divulgador y el científico, sino entre el introductor del libro, el anteriormente citado Maddox, y el científico encargado de responder, en este caso, John Polkinghorne, antiguo presidente del Queens'College y sacerdote anglicano. Es posible que cada lector elabore una tercera respuesta, si es que es posible terciar en este tema. Por lo pronto, quiero destacar un dato que aporta Maddox. Según una encuesta de 1916, el sesenta por ciento de los científicos estadounidenses consultados sobre el tema, no creía en Dios o dudaba de su existencia. Una encuesta del año 1996, mantenía las cifras, es decir, el cuarenta por ciento de los científicos estadounidenses creía en Dios (Pág. 19).
Sobre el resto, podemos encontrar desde capítulos en los que no se da una respuesta definida, como el de ¿Qué son los sueños?, hasta otros en los que se apuesta por un rotunda respuesta, como en ¿Qué es la inteligencia?, en el que se identifica inteligencia con la "capacidad cognitiva general" o "factor g" (Pág. 109). Y eso sin olvidar el que relaciona la evolución del lenguaje con una mejor capacidad para el cortejo y el emparejamiento. Curiosamente, en el capítulo 11 ¿Por qué nos enamoramos? no aparece la fluidez verbal como uno de los factores determinantes del enamoramiento.
El capítulo 13, ¿Tenemos derecho a intervenir en la naturaleza? trata de temas tan en boga como la clonación, los cultivos genéticos y el uso de embriones. Y sabe a poco, a muy poco, el espacio dedicado a ¿Nos libraremos algún día del dolor?, donde se dicen cosas como que "...el tratamiento (del dolor) podía interferir en los actos de redención del paciente" o que desde el punto de vista evolutivo el dolor salva vidas. Polémico, ¿verdad?
Y no quiero dejar sin citar el interesante ¿Podemos acabar con la enfermedad? del anteriormente citado Sulston, donde planea un cierto fatalismo, ya que dice que, si en principio, el aumento del nivel de vida elimina muchas enfermedades, la riqueza y el progreso crean sus propios problemas de salud. E introduce una inquietante relación entre la investigación sobre enfermedades y la rentabilidad posterior por el número de enfermos o el nivel de vida de los mismos. En otras palabras, se investiga menos sobre la malaria que sobre la depresión o el colesterol.
Y en una línea semejante se expresa el capítulo dedicado a ¿Podemos acabar con el hambre?, donde se dice que no basta con dar de comer a la población de un país, sino que es preciso realizar una gran modificación de las estructuras sociales del mismo.
En resumen, libro interesante, a pesar de las pegas de brevedad anteriormente expuestas y que sin embargo, dada esa misma brevedad de capítulos, puede ser utilizado con alumnos de bachillerato. Algunas no son adecuadas, pero tras una cuidadosa selección, la lectura y el debate de las mismas pueden dar lugar a un rico contraste de pareceres. Y sobre todo, puede servir para que los alumnos entiendan que la ciencia se nutre de certezas, pero también de dudas.