El investigador Daniel Everett afirma que el habla humana fue desarrollada mucho antes de lo que se creía por esta especie ancestral para poder navegar hasta Oceanía.
El ser humano puede presumir de tener un lenguaje sumamente sofisticado que le distingue con claridad del resto de criaturas del planeta, incluidos nuestros parientes más cercanos, chimpancés y bonobos. Este don único nos permite compartir los más variados conocimientos y emociones, desde cómo funciona un juguete a una receta de cocina o el complejo mecanismo de una bomba nuclear. Sin embargo, precisar el origen del habla es uno de los más antiguos y polémicos debates del mundo científico. ¿Quién dijo la primera "palabra"? ¿Fueron seres humanos anatómicamente modernos o una especie ancestral? ¿Cómo y cuándo? Una de las hipótesis más atrevidas es la de Daniel Everett, decano de Artes y Ciencias de la Universidad de Bentley (Massachusetts, EE.UU.), quien sugiere que el lenguaje comenzó muy temprano, tanto como hace 1,9 millones de años, y salió de la boca de algún Homo erectus en África. Si esto es asombroso, el motivo por el que habló no lo es menos: para poder navegar por buena parte del mundo. Así lo ha explicado en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS), celebrada hace unos días en Austin, Texas.
Everett ya expuso esta controvertida idea en su libro How language began: The story of the humanity's greatest invention (Cómo empezó el lenguaje: La historia del mayor invento de la humanidad), donde apuntaba que el lenguaje no es exclusivo del Homo sapiens, la especie a la que todos pertenecemos, sino que es una adquisición evolutiva y cultural que se remonta al Homo erectus. Su idea contradice a Noam Chomsky, posiblemente el más influyente de los lingüistas, quien sostiene que el habla surgió entre 50.000 y 100.000 años atrás por una mutación producida en el cerebro de los sapiens.
Sin embargo, para Everett hay diferentes evidencias de que ese hombre erguido podía haber tenido un habla rudimentaria, a pesar de que su cerebro y su aparato vocal eran inferiores en muchos aspectos a los nuestros. Estos homínidos extintos eran capaces de fabricar herramientas y posiblemente fueron los primeros cocineros del mundo. Pero es que además, según el investigador, eran unos navegantes avanzados.
Los fósiles de H. erectus han aparecido en el sur de Europa, pero también en lugares tan lejanos como China e Indonesia. Precisamente, algunos científicos creen que el misterioso y diminuto Hombre de Flores (Homo floresiensis), descubierto en la cueva de Liang Bua, en una remota isla de Indonesia, podría ser su descendiente. También, dice el investigador, hay evidencias de que "colonizó" la isla de Socotra, frente a la actual Yemen, entre otras.
A BORDO DE EMBARCACIONES
Según explica Everett, nuestros primitivos parientes no viajaron sobre troncos arrastrados por las corrientes marinas. Esto puede resultar lo más desconcertante de la historia, porque, según expone, lo hicieron en botes de manera intencional. Para tan increíble tarea, "necesitaban el lenguaje, una comunicación con símbolos". Ciertamente, no habrían sido capaces de hacer el mismo rango de sonidos que nosotros, ya que carecían de la versión de un gen necesario para desarrollar el habla y el lenguaje, conocido como FOXP2, que se encuentra en humanos modernos y neandertales (hay científicos que argumentan que nuestros primos inteligentes también tenían esa capacidad, incluso que sonaban parecido a la ópera). Pero el investigador argumenta que "tenían lo que se necesitaba para inventar el lenguaje, y el lenguaje no es tan difícil como muchos lingüistas nos han hecho creer. Si tienes símbolos en un orden lineal, entonces tienes una gramática", dice Everett al diario británico The Guardian. "El Homo erectus habló e inventó el modelo Ford T del lenguaje. Ahora hablamos el modelo Tesla, pero su forma T no era un protolenguaje, era un lenguaje real", añade.
Everett cita otros ejemplos en su libro, incluida la existencia de un asentamiento de Homo erectus en el Israel moderno que data de 750.000 años que, según explica, habría requerido algún medio de acción colectiva y comunicación para regular lo que parece haber sido un pueblo entero que procesaba pescado y granos, fabricaba herramientas y construía de embarcaciones. "Los esfuerzos colectivos requieren un medio de corrección e instrucción: 'No, no pongas eso allí, ponlo aquí'", lo que requiere lenguaje, incluso si 'solo' es un lenguaje de símbolos", sostenía el autor en una de las famosas charlas TED.
UNA CHARLA SENCILLA
José María Bermúdez de Castro, codirector del proyecto Atapuerca, considera que "no sería extraño" que el Homo erectus tuviera "una comunicación no simbólica, con sonidos más sencillos que los nuestros". Uno de los motivos para creerlo es que hace 1,7 millones de años ya creaban, por primera vez, herramientas estandarizadas, con la misma técnica y la misma o parecida materia prima, conocimientos e ideas singulares que debían de transmitirse unos a otros. "No tenían un lenguaje tan conceptual como el nuestro, que nos permite explicar hasta la teoría de la relatividad, pero sí necesitaban alguno simple, no los gruñidos de las películas", indica. Además, "vivían a campo abierto, donde ya no pueden comunicarse a gritos, como en la selva, porque a 50 metros no se oye, es necesaria una comunicación directa". ¿Sobre qué hablaban? "No tendrían muchos conceptos: la comida, los utensilios, la naturaleza...", dice.
Eso sí, el investigador rechaza que fueran navegantes. "No hay ninguna evidencia al respecto", asegura tajante. Las evidencias de navegación más antiguas son arpones para la pesca y espinas de atunes utilizados por humanos modernos hace 70.000 años entre las islas de Indonesia. Si se han encontrado restos de Homo erectus tan lejos probablemente se debe a que el nivel del mar bajaba en esa época hasta 120 metros entre las islas de Indonesia, convirtiéndolas en un continente, lo que les habría permitido migrar a pie. "Por eso no llegaron hasta Australia, porque ahí sí hacía falta navegar, y ellos no eran capaces", apunta Bermúdez de Castro. A otros lugares en los que había que atravesar las aguas, simplemente, pudieron ser arrastrados por corrientes.