Unos guantes permiten “traducir” el lenguaje de signos a otros idiomas, pero sus supuestos beneficiarios no creen que sea una buena idea
La idea es antigua. Los primeros guantes con sensores capaces de interpretar lenguaje de signos tienen casi cuarenta años. Sin embargo, con la incorporación de la inteligencia artificial, la tecnología ha ido mejorando mucho en los últimos años. Uno de esos dispositivos, presentado en un artículo el año pasado, fue capaz de interpretar 660 signos con una eficacia del 98.63% y en menos de un segundo cada uno de ellos.
Sin embargo, son muchos los que se muestran escépticos frente al invento. En primer lugar porque el lenguaje de signos es mucho más que una serie de gestos manuales codificados. Hay también otro tipo de gestualidad corporal (movimientos con las cejas, el torso, etcétera) que los guantes no reconocen. Pero además de reducir la complejidad de un lenguaje a una serie de movimientos, muchos afectados cuestionan a quién beneficia realmente este tipo de tecnología. Los guantes nunca han sido una demanda de los colectivos de personas sordas, con las que además no se suele contar en el proceso de desarrollo. Por último, lejos de ser inclusivos, los guantes ponen de nuevo la responsabilidad en los propios afectados, que son quienes deberían comprarlos y usarlos. Podéis leer más sobre estas críticas en este artículo en The Atlantic y, para los que tengáis suscripción a revistas científicas, en este comentario en Nature Technology.
Foto de portada: Jun Chen Lab/UCLA