FAHRENHEIT 451
Hijo legítimo de la era orwelliana, Bradbury nos sitúa en una sociedad de la imagen televisiva todopoderosa, donde no solo no se leen libros sino que se los quema cuando se tiene constancia de su existencia. La misión de quemarlos corre a cargo de los bomberos (guardianes de la felicidad, se autodenominan), que no se dedican a operaciones de salvamento sino de incendio, que da cuenta de los libros y de las casas que los acogen. (El título indica la temperatura a la que arde el papel.) Montag es uno de estos bomberos, que en el curso de la narración descubre la sabia y perseguida tradición de los libros y acaba convirtiéndose en un perseguido, en un proscrito, que se sumará al numeroso grupo de los hombres que se resisten a olvidar y viven en campamentos ambulantes, donde se aprenden de memoria a los grandes clásicos. Se convierten en ellos. Reseña realizada por Miguel García-Posada