La selección natural ha moldeado los músculos faciales de los perros para despertarnos ternura y compasión
¿Quién no ha caído rendido ante la mirada de un cachorro? Pues una investigación de 2019 hipotetiza que quizás esas miradas tristonas no son casuales sino un producto de la evolución natural.
Según la investigadora Juliane Kaminski y sus colaboradores, la domesticación de los lobos en perros favoreció el desarrollo de un músculo facial que permite a estos últimos levantar las cejas. Este movimiento hace que los rasgos de los lobos se asemejen a los de los niños y a los de las personas tristes. Los autores especulan que la aparición de esa gestualidad habría beneficiado a los perros, al desencadenar en los humanos una respuesta de atención y cuidado.
Podéis leer más en algunos de los artículos periodísticos que salieron cuando se publicó el estudio, como este en El Periódico o este otro en National Geographic.
Fotografía:
Thomas Hawk