Un grupo de científicos australianos va a recorrer más de 1.100 kilómetros de la helada Antártida para perforar un agujero de más de tres kilómetros de profundidad y obtener así una cápsula del tiempo con 1,5 millones de años de antigüedad
Llevamos muchísimo tiempo aquí y, aunque tenemos bastante claro qué ha pasado los últimos 2.000 años, lo que ocurrió antes de eso es mayoritariamente desconocido. Gracias al trabajo de los antropólogos, tenemos ciertas pistas de qué pasó y cuándo, como por ejemplo que hace 10.000 años en Oriente Medio creamos la agricultura, o que los primeros seres humanos aparecieron en África hace aproximadamente 300.000 años. Eso no quita para que nuestro conocimiento 'escrito' de lo que ha pasado sea más que limitado en el tiempo.
¿Pero qué pasaría si pudiéramos acceder a registros, extraordinariamente específicos, sobre qué pasó antes de que nosotros nos pusiéramos a escribir? Eso es lo que están tratando de lograr un grupo de investigadores del Million Year Ice Core Project, de la División Antártica Australiana. ¿Su objetivo? Viajar a través de más de 1.100 kilómetros de gélido territorio antártico, montar una base y hacer un agujero de tres kilómetros en el hielo para extraer muestras de este material.
Y todo esto, ¿por qué?
Para irse a un sitio tan inhóspito como este, hay que tener muy buenas razones, y el equipo de investigadores no lo hace solo por la aventura. Esas muestras que pretenden extraer de uno de los lugares más fríos de la tierra tienen algo muy particular: son una cápsula del tiempo. El lugar de perforado que han elegido, creen, contiene hielo inalterado desde hace 1,5 millones de años, cinco veces la historia del ser humano.
Pero, curiosamente, su objetivo no es el hielo en sí. Lo que realmente buscan son las burbujas de aire atrapadas en él durante milenios, inalteradas, perfectamente conservadas y con la misma composición que tenían. Esto permite a los investigadores tener un registro exacto de cómo era la atmósfera terrestre en diferentes momentos de la historia del ser humano.
La utilidad de esto es extraordinaria. La literatura científica predice que, antes del que estamos viviendo en este preciso momento, el planeta experimentó otros eventos de cambio climático, en los que la proporción de gases en la atmósfera fue alterada, la temperatura tanto de la atmósfera como de los océanos aumentó y, en otros momentos, disminuyó, dando lugar a las famosas glaciaciones. Tener acceso no solo a las consecuencias de ese cambio en el aire, sino al aire en sí puede ser de gran utilidad a la hora de determinar qué es lo que nos espera, cómo evitarlo y su posible progresión.
Cierto es que estas crisis climáticas del pasado carecían de un componente fundamental: nosotros. Nuestro efecto sobre el medioambiente es extraordinario (¿acaso creemos que los miles de ciudades, los millones de coches, las carreteras y aeropuertos, los interminables campos de cultivo, todas y cada una de las industrias que creamos... no tienen un efecto notable en nuestro entorno?). Pero, como explica el profesor Carlo Barbante, representante de la parte europea del proyecto y miembro del Instituto Italiano de Ciencias Polares: "Entender lo que pasó durante la transición del Pleistoceno Medio [periodo de calentamiento global que ocurrió hace 1,25 millones de años] tiene muchas implicaciones en el clima de hoy en día, y sobre todo en la sensibilidad que tiene nuestro planeta a los cambios en las concentraciones de CO₂".
El clima, a pesar de tener a algunas de las mentes científicas más brillantes del mundo investigándolo día a día, sigue siendo un gran desconocido. Esto, en parte, se debe a que es un sistema considerablemente caótico y del que solo tenemos datos desde hace unos pocos años (en comparación con la edad del planeta). Por ejemplo, a día de hoy, no tenemos muy claro por qué ocurrieron las grandes glaciaciones. Como explica el propio Carlo Barbante, "este es uno de los mayores enigmas del sistema climático, y este proyecto aumentará considerablemente nuestro conocimiento de cómo funciona el clima". Y continúa: "Esto tiene una inmensa importancia para predecir el futuro de nuestra atmósfera, no solo en las próximas décadas, sino más allá".
Queramos o no, estamos metidos (todos nosotros) en un problema mayúsculo. Todos los datos indican que cada vez hay más gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera; la ciencia es clara a la hora de explicar cómo la radiación que debería reflejar al espacio la Tierra es absorbida por las moléculas de CO₂ (en un proceso similar a cómo los microondas calientan las moléculas de agua de la comida), y los registros son claros a la hora de mostrar cómo las temperaturas son más altas, así como los procesos climáticos extremos (desde sequías a inundaciones o huracanes). Poner remedio a esto requiere un trabajo conjunto de todos los habitantes del planeta. Sí, reciclando y comprándonos un coche eléctrico contribuimos menos, pero es necesario llevar a cabo cambios de calado a nivel global.