Científicos han reconstruido algunas de las costumbres de este animal, desaparecido hace siglos a causa de la caza. El trabajo se ha publicado en <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-017-08536-3" title="Scientific Reports" alt="Scientific Reports" target="blank">Scientific Reports</a>.
Los dodos vivían felices en Isla Mauricio, al menos hasta que los cazadores humanos les convirtieron en una especie extinguida. Eran pájaros de aspecto peculiar que anidaban en el suelo, tenían un pico puntiagudo y una cabeza redondeada. Medían alrededor de un metro de alto y pesaban unos 23 kilos. Sus andares y su poca resistencia a ser cazados les hicieron valedores de la palabra portuguesa «doudos», que en español significa bobos. Muchos años después, los investigadores descubrieron que en realidad eran más o menos tan listos como las palomas (que, a su vez, son mucho más inteligente de lo que se suele pensar), pero ya no importa demasiado, porque el último dodo fue visto en 1662.
Delphine Angst, investigadora en la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, ha tratado de averiguar más cosas sobre estos curiosos, y desaparecidos, animales. Después de analizar la microestructura de los huesos de 22 fósiles de dodos, ha extraído conclusiones sobre cómo se reproducían, crecían y sobre cuándo y cómo cambiaban sus plumaje.
Los autores se han basado, en efecto, en los datos proporcionados por los huesos. Y también en observaciones de pájaros actuales de Mauricio y en descripciones históricas de estos animales. Gracias a todo esto, el equipo de Angst ha concluido que la época de cría de los dodos comenzaba en torno a agosto.
Además, han concluido que, después de que los pollos eclosionaran, experimentaban un crecimiento muy rápido que les permitía llegar pronto a un tamaño considerable. Esto les ayudaba a soportar las duras condiciones del verano austral y los rigores de la temporada de ciclones (que ocurre entre noviembre y marzo). ¿Por qué? Porque el mayor tamaño corporal favorece resistir las bajas temperaturas, ya que disminuye la relación que hay entre la superficie y el volumen del cuerpo, lo que reduce la cantidad de calor que se pierde.
Una vez finalizado el verano austral, en torno a marzo, los dodos comenzaban la muda del plumaje, que comenzaba por las alas y la cola. Al final de julio, las plumas ya estaban renovadas y los dodos estaban listos para la próxima temporada de cría.
¿Cómo han podido averiguar todo esto si de los dodos apenas quedan un puñado de huesos? La respuesta está en la presencia de calcio y en la consistencia de los huesos. La reabsorción del mineral y los cambios de talla de los huesos les permitieron analizar el crecimiento y los cambios en el plumaje.
Ahora los investigadores saben un poco mejor cómo se las apañaba el pájaro más bobo para vivir en unas difíciles condiciones. Al menos, hasta que el animal más inteligente acabó con su vida.