• Cobijo en la materia

            Como un útero inmenso, como un cálido
    seno materno, siento
    que la materia me cobija. Entro,
    al fin, en los estados transparentes.

            Llega la luz dormida, llega un árbol
    atribulado y la pisada hierba
    y la tierra humeante y se deslían
    las madejas del aire y llega un agua
    aparentando candidez y peces
    llegan también y pájaros
    picoteando la mañana y llega
    mi mano tanteando,
    palpando la materia y ella misma
    siendo materia y todo se entrelaza,

  • Un poema sobre la mala suerte

    Cuando nací las esferas y los planetas
    se desviaron de sus órbitas.
    Si vendiera velas, el Sol no se pondría hasta
    el día de mi muerte.
    De nada me sirve buscar el éxito porque
    se me han torcido los astros.
    Si vendiera mortajas, la gente no se moriría.
    Si pusiera mi mano en un horno, se apagaría
    y nadie lo podría volver a encender.
    Si fuera a buscar agua al mar, se secaría,
    incluso aunque estuviera lloviendo.
    Si vendiera armas, los enemigos haría la paz
    y no habría guerra

  • La quimera del oro

           Si queréis verlo, huid de las estrellas.
    No está en el aire,
    aunque, a veces, el aire tenga su voz y silbe
    en las duras aristas de la noche
    su burda copia de las aves.
    No está, no está en el agua,
    ni en la más honda, ni en las más oscura:
    en aquélla que habitan peces ciegos
    y el nácar se acobarda de ser blanco.
    No, no está ni en la brasa:
    el fuego es el Espíritu que cae
    en amarillos copos sobre las santas frentes.

           La tierra es su elemento.

  • Decepción de la alquimia

    Cada día, cuando el bote se acerca
    a la boca del río, donde vuelca
    al lago su corriente helada,
    turbia de las cenizas de un volcán
    que ardió en el pleistoceno,
    mi pensamiento alquímico
    espera, no sé, que en la confluencia
    pase algo.

                      Y no pasa nada;
    el bote va solo, siguiendo la línea
    que separa lo opaco claro
    de la profundidad translúcida
    y oscura. Se adivinan, allá abajo,
    los juncos que nunca asoman

  • Espirales encendidas en un hotel de la playa

    Espiral en las habitaciones,
    sexo mañana, tarde y noche.
    La brasa marcha en busca del centro,
    un satori, nada: distraída
    derrapa en cada curva, y todo es curvo
    en este dibujo del éxtasis que envasan
    de dos en dos, uno en el hueco
    del otro, dando vueltas
    en sentidos opuestos.
    A los mosquitos los mató el humo amargo,
    a nosotros esta manía oriental
    de lo simétrico y lo eterno
    nos encerró en una pieza de hotel.
    Ni siquiera el ruido
    del agua que levantan allá afuera
    las llantas grabadas con versos
    cuneiformes, nos salva:

  • La busca de la certeza

    De ese modo la acumulación de materia
    viscosa y de peso específico mayor
    que el de su entorno continente, produce
    una decantación inevitable en el seno
    de dicho entorno, según la tendencia de las masas
    a su lugar natural, tanto más bajo
    cuanta su densidad relativa.

  • Sumas

    caballo y caballero son ya dos animales

    Uno más uno, decimos. Y pensamos:
    una manzana más una manzana,
    un vaso más un vaso,
    siempre cosas iguales.

    Qué cambio cuando
    uno más uno sea un puritano
    más un gamelán,
    un jazmín más un árabe,
    una monja y un acantilado,
    un canto y una máscara,
    otra vez una guarnición y una doncella,
    la esperanza de alguien
    más el sueño de otro.

  • La naturaleza de las cosas

    Estructura del átomo: las partes mínimas
    Luego además, puesto que hay una punta última de cada
    uno de aquellos cuerpos que ya no pueden ver nuestros sentidos, ésta sin duda existe sin partes, consta de la mínima materia
    y nunca ha existido aparte por sí ni podrá existir separada
    en el futuro, puesto que ella misma es parte primera
    y unitaria de otra cosa; después completan la naturaleza del cuerpo sucesivamente en apretada formación otras y otras partes semejantes que, puesto que no pueden existir por sí mismas,

  • Dios quiere al hombre para ser

    Dios no quería que el mundo fuera así.
    Tenía en la cabeza un diseño casi ideal.
    Divino para ser más exactos.
    Dios quería un Paraíso.

    Pero el Mundo le explotó.
    Y con tamaña explosión
    no pereció de milagro.
    Porque era Dios que si no.

    Y viendo lo que se había formado,
    que la Creación se le había ido de las manos,
    Dios se refugió en el hombre.
    Porque ahí fuera no había quien pudiera vivir
    con tanta radiación cósmica, rayos ultravioletas,
    agujeros negros, vientos solares y choques interestelares.

  • Un rayo en la retorta

    En el fondo del fondo del fondo
    de la creación,
    la vida enciende la vida.