• Apostilla i a recursividad(de afuera hacia adentro)

    Pensad un universo.
    Dentro del universo en un planeta
    y dentro del planeta en un país.

    Elegid del país una ciudad;
    dentro de la ciudad hay una calle
    y en la calle una casa.

  • [cuando te conocí...]

               Cuando te conocí
    el tiempo no había llegado todavía;
    el mundo no había llegado todavía;
    tu llanto no había llegado todavía.
    La luz no era aún la luz y era
    el despertar un tránsito
    de claridad a claridad y todo
    era una nada densa y envolvente
    unos momentos antes
    de la creación.

              Después, como un derrumbe,
    como un alud de realidad,
    como una ola de conciencia, vino
    la materia a campar por sus dominios.

  • Materia única

    Esa materia tientas
    cuando, carmín, repasas
    la sonrisa de un niño.
    Más: grosezuela, carne,
    pierna o rosa exhalándose.
    La materia fresquísima,
    cuán repentina emerge
    en esa pierna o luces.
    Oh, cómo tiembla el iris:
    suspenso ahora en el rosa,
    escala suave o masa
    que es un montón fragante.
    Materia inmensa dura...
    Cuán infinita empieza
    cuando el tiempo, y vibrante
    es una red que tocas.
    Aquí, aquí está en sus bordes.
    No más, no más distintos
    que allí su origen: tiéntase
    sin fin. Y un niño canta.
    Y en él quizá Tiberio,
    remoto. Oh, Capri.

  • Sextina cibernética

    Cogiendo la plata jadeo deshecho de mejillas
    Durmiendo en los hoyos como al abrir las cenizas
    Aventando el polvo ato por azar cañas
    Tropezando con todos corto marejada de puertas
    Sumando el humo permanezco espejo de tareas
    Encontrando la noche vuelvo al lado de rocas

    Cosiendo las manos tardo y abro las rocas
    Sintiendo césped peso redondo de mejillas
    Viviendo al vuelo encuentro corriendo las tareas
    Comiendo la fuente chupo más allá de los campos de las cenizas
    Viniendo de la giba mato cerca de las puertas
    Llevando el bosque vacío y hago rodar las cañas
    <

  • Oda a los números

    Qué sed
    de saber cuánto!
    Qué hambre
    de saber
    cuántas
    estrellas tiene el cielo!

    Nos pasamos
    la infancia
    contando piedras, plantas,
    dedos, arenas, dientes,
    la juventud contando
    pétalos, cabelleras.
    Contamos
    los colores, los años,
    las vidas y los besos,
    en el campo
    los bueyes, en el mar
    las olas.

  • Supercuerdas

    Las supercuerdas tocan su violín
    que desgrana notas
    a las que llaman partículas
    y con ellas componen
    las turbadoras sinfonías
    de la piedra,
    del árbol,
    del mar,
    del río,
    y la sinfonía del hombre y de la mujer
    que escuchan.

  • Jardín botánico de sidney

    Donde se mezclan y confunden
    las más diversas floras:
    se encuentran aquí orquídeas, cactus, ficus,
    toda clase de arbustos y palmeras:
    araucarias de Norfolk y bunyas de Queensland
    junto a la anona mexicana
    y el mangustán de Singapur
    Encuéntranse bosques completos:
    olivares de España,
    damaras de las islas del Pacífico
    y palmas de Ceylán:
    los días de fiesta
    la población trabajadora esparce
    sus servilletas por el césped:
    ni una voz desentona; nada ocurre
    desagradable; hay orden y bullicio

    Se juega al cricket y se danza
    Bajo l

  • Eruditos en campus

    Son los que son.

  • Las armonías del mundo

    Medí los cielos, y ahora mido las sombras.

  • Números

    Tenías abecedario
    innumerable de estrellas;
    clara
    ibas poniendo la letra,
    noche de agosto.
    Pero yo, sin entenderla,
    misterio, no la quería.
    Aquí en la mesa de al lado
    dos hombres echaban cuentas.
    Más bellas que los luceros
    fúlgidas, cifras y cifras,
    cruzaban por el silencio,
    puras estrellas errantes,
    señales de suerte buena
    con largas caudas de ceros.
    Y yo me quedé mirándolas:
    -¡qué constelación perfecta
    tres por tres nueve!- olvidado
    de Ariadna, desnuda allí
    en islas del horizonte.