• La mañanita

    Hermano, amaneció. Mirá.
    Ahora podemos ver ya el volcán Masaya
    y su humo
    saliendo del cráter, y la laguna, verde, de Masaya,
    más allá la laguna de Apoyo, muy azul,
    las Sierras, y serranías de color cielo
    hasta la lejanía, la verdad es
    que nuestra tierra es de color de cielo,
    más lejos, ¿lo ves?

  • La voz a ti debida

    Sí, ¡todo con exceso!
    ¡La luz, la vida, el mar!
    Plural, todo plural,
    luces, vidas y mares.

    A subir, a ascender
    de docenas a cientos,
    de cientos a millar,
    en una jubilosa
    repetición sin fin,
    de tu amor, unidad.

    Tablas, plumas y máquinas
    todo a multiplicar,
    caricia por caricia
    abrazo por volcán.

    Hay que cansar los números.
    Que cuenten sin parar,
    que se embriaguen contando,
    y que no sepan ya
    cuál de ellos ser el último;
    ¡qué vivir sin final!

  • Medios de comunicación

    No es preciso que sea mensajera
    la paloma sencilla en tu ventana
           te informa que el dolor
    empieza a columpiarse en el olvido

         y llego desde mí para decirte
    que están el río el girasol la estrella
               rodando sin apuro
    el futuro se acerca a conocerte

    ya lo sabes sin tropos ni bengalas
    la traducción mejor es boca a boca
             en el beso bilingüe
       van circ

  • Geometría paradójica

    Los filósofos dicen que cualquier tiempo
    está equidistante de la eternidad.
    Es una buena definición de un punto.
    El tiempo que vivimos no es lineal

    no es tampoco circular, es un simple
    punto que en su interior sueña
    ser una frágil e infinita línea
    llena de vida, de tiempo y de destino.

  • Escrito con tiza

    Uno le dice a Cero que la nada existe
    Cero replica que uno tampoco existe
    porque el amor nos da la misma naturaleza

    Cero mas Unos somos Dos le dice
    y se van por el pizarrón tomados de la mano

    Dos se besan debajo de los pupitres
    Dos son Uno cerca del borrador agazapado
    y Uno es Cero mi vida

    Detrás de todo gran amor la nada acecha.

  • Su ilimitada resistencia

    El espíritu de la Catedral en restauración,
    sosteniéndose en pie,
    ilumina el paisaje mágico
    de vigas de hierro y cimbras de madera.

    A medida que avanza
    la oscuridad,
    sus contornos se van difuminando.

    Pero la más leve llama
    descubre
    su ilimitada resistencia
    a las tinieblas.

  • La tangente

    ¿Y la tangente, señor Arcipreste?...
    ¿El radio de la esfera que se quiebra y se fuga?
    ¿La mula ciega de la noria, que un día, enloquecida, se liberta del estribillo rutinario?...
    ¿La correa cerrada de la honda, que se suelta de pronto para que salga la furia del
    guijarro?...
    ¿Esa línea de fuego tangencial que se escapa del círculo y luego se convierte en un
    disparo? Porque el cielo... Señor Arcipreste, ¿sabe usted?,
    No hay arriba ni abajo...

  • La electricidad

    Muchas veces has oído
    hablar de electricidad.
    ¿Qué sabes tú de este fluido
    maravilloso, en verdad?
    Es una fuerza esparcida
    que vaga en el mundo incierta;
    mansa, muy mansa dormida,
    y aterradora despierta.
    Es materia muy sutil,
    que se junta y enrarece,
    produciendo efectos mil
    cuando en un punto aparece.
    Tal es la electricidad,
    que por todas partes cunde,
    la que con velocidad
    más que la luz se difunde.

  • Los sentidos

    Niño, vamos a cantar
    una bonita canción;
    yo te voy a preguntar,
    tú me vas a responder:
    Los ojos, ¿para qué son?

    Los ojos son para ver.
    ¿Y el tacto? Para tocar.
    ¿Y el oído? Para oír.
    ¿Y el gusto? Para gustar.
    ¿Y el olfato? Para oler.
    ¿El alma? Para sentir,
    para querer y pensar.

  • Así soñé yo la verdad

    Kepler miró llorando los cinco poliedros
    encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
    en orden musical hasta la gran esfera.

    Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
    por sus inconsecuencias y sus complicaciones
    adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
    pues no cabe idear más sólidos perfectos
    que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.

    Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
    que quizá le faltara una lágrima al miedo.

    La lloró cristalina: depositó el silencio,