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Pensad un universo.
Dentro del universo en un planeta
y dentro del planeta en un país.
Elegid del país una ciudad;
dentro de la ciudad hay una calle
y en la calle una casa.
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Cuando te conocí
el tiempo no había llegado todavía;
el mundo no había llegado todavía;
tu llanto no había llegado todavía.
La luz no era aún la luz y era
el despertar un tránsito
de claridad a claridad y todo
era una nada densa y envolvente
unos momentos antes
de la creación.
Después, como un derrumbe,
como un alud de realidad,
como una ola de conciencia, vino
la materia a campar por sus dominios.
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Esa materia tientas
cuando, carmín, repasas
la sonrisa de un niño.
Más: grosezuela, carne,
pierna o rosa exhalándose.
La materia fresquísima,
cuán repentina emerge
en esa pierna o luces.
Oh, cómo tiembla el iris:
suspenso ahora en el rosa,
escala suave o masa
que es un montón fragante.
Materia inmensa dura...
Cuán infinita empieza
cuando el tiempo, y vibrante
es una red que tocas.
Aquí, aquí está en sus bordes.
No más, no más distintos
que allí su origen: tiéntase
sin fin. Y un niño canta.
Y en él quizá Tiberio,
remoto. Oh, Capri.
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Cogiendo la plata jadeo deshecho de mejillas
Durmiendo en los hoyos como al abrir las cenizas
Aventando el polvo ato por azar cañas
Tropezando con todos corto marejada de puertas
Sumando el humo permanezco espejo de tareas
Encontrando la noche vuelvo al lado de rocas
Cosiendo las manos tardo y abro las rocas
Sintiendo césped peso redondo de mejillas
Viviendo al vuelo encuentro corriendo las tareas
Comiendo la fuente chupo más allá de los campos de las cenizas
Viniendo de la giba mato cerca de las puertas
Llevando el bosque vacío y hago rodar las cañas
<
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Qué sed
de saber cuánto!
Qué hambre
de saber
cuántas
estrellas tiene el cielo!
Nos pasamos
la infancia
contando piedras, plantas,
dedos, arenas, dientes,
la juventud contando
pétalos, cabelleras.
Contamos
los colores, los años,
las vidas y los besos,
en el campo
los bueyes, en el mar
las olas.
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Las supercuerdas tocan su violín
que desgrana notas
a las que llaman partículas
y con ellas componen
las turbadoras sinfonías
de la piedra,
del árbol,
del mar,
del río,
y la sinfonía del hombre y de la mujer
que escuchan.
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Donde se mezclan y confunden
las más diversas floras:
se encuentran aquí orquídeas, cactus, ficus,
toda clase de arbustos y palmeras:
araucarias de Norfolk y bunyas de Queensland
junto a la anona mexicana
y el mangustán de Singapur
Encuéntranse bosques completos:
olivares de España,
damaras de las islas del Pacífico
y palmas de Ceylán: los días de fiesta
la población trabajadora esparce
sus servilletas por el césped:
ni una voz desentona; nada ocurre
desagradable; hay orden y bullicio
Se juega al cricket y se danza
Bajo l
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Son los que son.
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Medí los cielos, y ahora mido las sombras.
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Tenías abecedario
innumerable de estrellas;
clara
ibas poniendo la letra,
noche de agosto.
Pero yo, sin entenderla,
misterio, no la quería.
Aquí en la mesa de al lado
dos hombres echaban cuentas.
Más bellas que los luceros
fúlgidas, cifras y cifras,
cruzaban por el silencio,
puras estrellas errantes,
señales de suerte buena
con largas caudas de ceros.
Y yo me quedé mirándolas:
-¡qué constelación perfecta
tres por tres nueve!- olvidado
de Ariadna, desnuda allí
en islas del horizonte.