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Cogiendo la plata jadeo deshecho de mejillas
Durmiendo en los hoyos como al abrir las cenizas
Aventando el polvo ato por azar cañas
Tropezando con todos corto marejada de puertas
Sumando el humo permanezco espejo de tareas
Encontrando la noche vuelvo al lado de rocas
Cosiendo las manos tardo y abro las rocas
Sintiendo césped peso redondo de mejillas
Viviendo al vuelo encuentro corriendo las tareas
Comiendo la fuente chupo más allá de los campos de las cenizas
Viniendo de la giba mato cerca de las puertas
Llevando el bosque vacío y hago rodar las cañas
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Qué sed
de saber cuánto!
Qué hambre
de saber
cuántas
estrellas tiene el cielo!
Nos pasamos
la infancia
contando piedras, plantas,
dedos, arenas, dientes,
la juventud contando
pétalos, cabelleras.
Contamos
los colores, los años,
las vidas y los besos,
en el campo
los bueyes, en el mar
las olas.
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Las supercuerdas tocan su violín
que desgrana notas
a las que llaman partículas
y con ellas componen
las turbadoras sinfonías
de la piedra,
del árbol,
del mar,
del río,
y la sinfonía del hombre y de la mujer
que escuchan.
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Donde se mezclan y confunden
las más diversas floras:
se encuentran aquí orquídeas, cactus, ficus,
toda clase de arbustos y palmeras:
araucarias de Norfolk y bunyas de Queensland
junto a la anona mexicana
y el mangustán de Singapur
Encuéntranse bosques completos:
olivares de España,
damaras de las islas del Pacífico
y palmas de Ceylán: los días de fiesta
la población trabajadora esparce
sus servilletas por el césped:
ni una voz desentona; nada ocurre
desagradable; hay orden y bullicio
Se juega al cricket y se danza
Bajo l
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Son los que son.
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Medí los cielos, y ahora mido las sombras.
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Tenías abecedario
innumerable de estrellas;
clara
ibas poniendo la letra,
noche de agosto.
Pero yo, sin entenderla,
misterio, no la quería.
Aquí en la mesa de al lado
dos hombres echaban cuentas.
Más bellas que los luceros
fúlgidas, cifras y cifras,
cruzaban por el silencio,
puras estrellas errantes,
señales de suerte buena
con largas caudas de ceros.
Y yo me quedé mirándolas:
-¡qué constelación perfecta
tres por tres nueve!- olvidado
de Ariadna, desnuda allí
en islas del horizonte.
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¡Este apartado campo
de experimentación donde, subidos
en los hombros de cuantos
nos precedieron, tan pacientemente
ponemos luces en las oquedades
del misterio! ¡Esta orilla
de la creación, de la que ya partieron
nuestras primeras naves al encuentro
del saber! ¡Esta aula
infantil, donde tan torpemente
logramos aprender los rudimentos
de superiores civilizaciones!
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Como metida en una cinta y tambor magnético,
proceso mi vida en un disco rígido y acorazado
y admirando esos ojos avanzados en software
te pienso.
En un almacén de datos y cálculos
automáticos y electromecánicos
mi amor introducido en válvulas de vacío.
Me extraño todavía
de este lenguaje de programación,
de esta transferencia de datos,
de este salto, amor de microcomputadores y símbolos.
Quiero con 32 megas de memoria
y ni mi inteligencia artificial, ni mis circuitos integrados
pudieron con tu sistema operativo
y saliéndome del esquema
te mandé a l
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Piensa en un árbol de baobab,
gigante rico en ramas,
y puéblalo en la imaginación
con miles de diminutos monos;
imagínate cómo trepan,
se balancean, cómo se agarran
entre sí, colgándose de rama en rama;
hasta que se dejan caer,
toman el viento, se juntan, están absortos -
¡piénsalo, oh pobre pensador!
Después saltan de nuevo,
rabiando veloces, pululando eléctricos,
vacilan y se precipitan;
o están allí sentados, simplemente así,
flojos y se rascan soñadores,
hasta el próximo ataque. - ¡Ay del que
quiera describir todo eso!