Invitación al llanto.
Dice Blojintsev: No existe partícula alguna libre, aislada, abandonada a sí misma. Aun en el caso de que las partículas estén considerablemente alejadas unas de otras, siguen perteneciendo al medio que las ha creado y que se encuentra en un estado de movimiento continuo. Soy múltiple. No yo. Soy un enjambre. Soy todos-nadie. Soy un millón, mil millares de millones de células, sistemas, micro-objetos. Soy todo menos un yo. Soy un sistema de ordenación abstracta como Dios. Todo funciona, no sé por qué.
El calor irradiado -lo mismo por una fogata campestre que por las explosiones atómicas al centro del sol- no forma un flujo continuo: se parece más al latir del corazón que al pausado tránsito de un río, porque la radiación procede por saltos cuánticos.
Tal vez nuestro conocimiento proceda de la misma forma. Que en el campo de la física se haya asignado números enteros a cada uno de estos saltos, y que en las distintas tradiciones existan rituales de iniciación para cada pasaje, en nada altera el fenómeno fundamental.
Ahora qué velocidad se les ha otorgado a los cuerpos de la materia, de lo que sigue, Memmio, puedes conocer en pocas palabras. En primer lugar cuando la aurora inunda las tierras con su nueva luz y los variopintos pájaros, volando por apartados bosques, a través del suave aire llenan los lugares con sus límpidos trinos, cuán súbitamente suele el sol al nacer en tal momento envolverlo todo bañándolo con su luz vemos que es para todos claro y manifiesto.
EL PROGRESO Avanza velocísima la audaz locomotora, Cruzando la llanura en alas del vapor, Rompiendo la montaña con furia destructora, La selva atravesando con ruido atronador.
¡Avanza, y a su paso las fieras se estremecen, Los bosques se separan, y se retira el mar: A su mandato altivo los montes obedecen, Que obstáculos no puede su carrera hallar! ¡Miradla, es del Progreso la máquina divina, Que arrastra en sus wagone's la libre humanidad, Que siempre adelantando, sin descansar camina
El conocimiento Impone una estructura, y falsifica, pues la estructura es nueva en cada momento y cada momento es una nueva y chocante valoración de todo lo que hemos sido. Sólo nos desengañamos de lo que, engañando, ya no podría hacer daño. En medio, no sólo en medio del camino sino en todo el camino, en un bosque oscuro, en una zarza, en el borde de una ciénaga, donde no se puede hacer pie, y amenazado por monstruos, luces fantásticas, a riesgo de quedar encantado.
Rosa de corola profunda.
¿Se te atraganta la bolita?
Tienes un cielo de joyas falsas y te despojan manos descarnadas.
Giras sobre turbias pupilas en el acre jardín de las interrogaciones. Giras sonámbula y fría. Abriendo tu gran cola de pavo real de números.
Cien mil millones de neuronas y mil billones de sinapsis en cada cerebro humano, dan más de sí que de no, y no al revés. Nadiés quiennoés.
Quien piensa y descubre la vida, entiende y ve, y el que ni ve ni descubre, va de través y al revés. No es genovés ni alavés. Niés ni noés. Sólo bulto sospechoso y ciego ciempiés.
El genial concierto bioquímico que somos suena igual en sí que en no. Cada átomo sabe el trayecto, dónde va y cuál es su ruido, cada molécula sus empalmes, cada función su sonido. Cien mil millones de neuronas dan
Los hombres -pobres hombres- Mantienen convivencia necesaria Con ese alrededor que los sostiene: La tierra más el agua, fuego y aire.
Esa nutricia tierra Que a todo sin cesar le da su hondura. El agua de los mares, de los ríos, De creaciones líquidas.
Los fuegos y sus llamas nos alumbran, Caldean y destruyen. Oh luz con sus penumbras y sus sombras De una puntualidad bien dirigida.
En una relación siempre inmediata, El aire: brisa, viento, vendaval. Brisa, deleite, viento acosador Y ya enemigo.
Ahí está la natura prodigiosa, Alg
Esos hombres mongoloides, con la cabeza muy ancha, juanetudos y achinados, tienen condiciones raras. Hay entre ellos muchos tipos que aprenden las matemáticas con una facilidad que nos maravilla y pasma.
Otros tienen facultades verdaderamente extrañas para componer la música y sentirla y recordarla.
Yo, siempre que las contemplo a esas cabezas cuadradas, supongo a un chino genial que va a hacer una gatada, y me recuerdan a Beethoven y sus terribles sonatas.
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