• Requiem de las esferas ii

    Quien lo recuerda sabe.
                                 En el principio era
    sopa no condensada, pura energía boba,
    filamentos sin tiempo, vómitos apilados
    en cadenas sin fin -su fin era su inicio,
    estruendoso silencioso que nada percibía.

  • Surge el diamante...

             Surge el diamante desde lo profundo
    de su brillo, como la ola surge
    del mar, siendo ella misma
    el mar, y surge
    la esmeralda desde las verdes junglas
    de su dureza y el rubí y el ópalo
    desde su sangre o sus destellos.

            Y me dan en el pecho y me preguntan
    cuántos miles de siglos necesita
    un hombre, una conciencia para
    llegar a contemplarse
    a sí misma.

            Y, como escondido
    en esta su certeza indiferente,
    creo ver un aso

  • La sólida simplicidad de los átomos

    En fin, si la naturaleza no hubiese fijado ningún término a la
    destrucción de las cosas, ya los cuerpos de la materia hasta tal
    punto se habrían reducido por la acción devastadora del tiempo
    anterior, que nada engendrado por ellos a partir de cierto momento
    podría cruzar el límite último de su vida.

  • La ciencia natural

    Eran tiempo los pájaros
    y el vuelo una conspiración de los relojes.
    En la naturaleza de las aves
    todo sucede cuando el viento
    escribe el inventario.
    Abajo mueve el hombre sus pies como fortuna
    de su aparente condición.
    Y desde el centro de ese escrito
    que el aire doloroso testimonia
    con la tinta de la metáfora,
    resulta que los hombres no son más que una pausa
    que el tiempo se ha tomado
    para que así el poema
    viva a su vez la música
    y el drama.

  • Anacronismo

    Un tiempo rudo abre las compuertas
    de la noche
                      y corre como un niño atónito
    hasta el que un día fuera cuarto de los juguetes.
    Deambula por la casa, restaura la carcoma
    irredenta de la imaginación,
    ayuda a las arañas al envejecimiento
    convencional de las habitaciones,
    proyecta sus tentáculos
    por esos escondites donde anidan los miedos.

  • Al gran cero

    CERO luminoso, claridad vacía
    que borras nuestra falsa conciencia sólo humana
    y nos llevas a un mundo remoto y absorto;
    cantos tartamudos, números perdidos
    que sustentáis, callando, las músicas flotantes
    a la vez que el orden de los dioses antiguos
    y los teoremas que aún llamamos modernos:
    nubes aún sin forma, y vosotras, estatuas
    que con grandes ojos, quizá azules, fijos
    me miráis sin verme, vosotros unís
    pasado y futuro como un presente ausente.
    iOh transparencia viva! Y iOh tú, pálpito quieto

  • Epitafio

    Un pájaro vivía en mí.
    Una flor viajaba en mi sangre.
    Mi corazón era un violín.
    Quise o no quise. Pero a veces
    me quisieron. También a mí
    me alegraban: la primavera,
    las manos juntas, lo feliz.
    ¡Digo que el hombre debe serlo!
    (Aquí yace un pájaro.
    Una flor.
    Un violín).

  • Salutación a los rifeños

            Es nuestra fe una misma,
    fe en la vida inmortal de la conciencia,
    esta fe que agoniza
    bajo la pesadumbre de la ciencia
    entre esos pueblos de avaricia y lujo;
    ciencia menguada que es sólo ceniza
    del eterno saber.

  • Números

    Tenías abecedario
    innumerable de estrellas;
    clara
    ibas poniendo la letra,
    noche de agosto.
    Pero yo, sin entenderla,
    misterio, no la quería.
    Aquí en la mesa de al lado
    dos hombres echaban cuentas.
    Más bellas que los luceros
    fúlgidas, cifras y cifras,
    cruzaban por el silencio,
    puras estrellas errantes,
    señales de suerte buena
    con largas caudas de ceros.
    Y yo me quedé mirándolas:
    -¡qué constelación perfecta
    tres por tres nueve!- olvidado
    de Ariadna, desnuda allí
    en islas del horizonte.

  • ¡este apartado campo...!

    ¡Este apartado campo
    de experimentación donde, subidos
    en los hombros de cuantos
    nos precedieron, tan pacientemente
    ponemos luces en las oquedades
    del misterio! ¡Esta orilla
    de la creación, de la que ya partieron
    nuestras primeras naves al encuentro
    del saber! ¡Esta aula
    infantil, donde tan torpemente
    logramos aprender los rudimentos
    de superiores civilizaciones!