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Iván Pávlov de dio cuenta de que al ponerle la comida al perro, este salivaba. Cada vez que le pusiera la comida, Pávlov hacía sonar una campana, de modo que, cuando el perro la escuchaba, asociaba ese sonido con la comida y salivaba. Así, el perro estaba dando una respuesta (en este caso, la salivación) a un estímulo (la campana). La próxima vez que escuchara la campana, independientemente de si iba unida a la comida, empezaría a salivar.
De la misma forma un estímulo que es la vista despierta el recuerdos de alimentos o manjares de aspecto apetitoso almacenados en la memoria que afloran con la visión ya que es más difícil en nuestra civilización urbana percibir el olor de los alimentos.

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