Un nuevo estudio ha encontrado 32 proteínas que, cuando se encuentran en niveles inusualmente altos o bajos en la sangre, se asocian con un mayor riesgo de desarrollar demencia
Un equipo de científicos estadounidenses ha descubierto un grupo de proteínas que puede identificar los síntomas de la demencia con décadas de antelación. El estudio, que recoge los datos de casi 11.000 personas a lo largo de 25 años, abre la puerta al desarrollo de pruebas y nuevos tratamientos para frenar el aumento de las enfermedades relacionadas con el deterioro mental.
Los investigadores hallaron 32 proteínas que cuando se encuentran en niveles inusualmente altos o bajos en la sangre de personas de 45 a 60 años se asocian con un mayor riesgo de desarrollar demencia a lo largo de sus vidas. "El análisis identifica 32 proteínas y 4 redes de proteínas en el plasma de adultos de mediana edad que estaban fuertemente asociadas con el riesgo de esta enfermedad en décadas posteriores", afirman los autores del estudio publicado en la revista biomédica Science Translational Medicine.
Más allá del cerebro
Algunas de las proteínas identificadas actúan en el cerebro, pero la mayoría tienen otras funciones en el organismo. Esto respalda investigaciones anteriores que demuestran que la aparición de la demencia y sus desencadenantes no son algo que ocurra exclusivamente en el cerebro. Las otras funciones están relacionadas con la proteostasis, el proceso de equilibrar los niveles de proteínas en el proteoma, que es el conjunto total de proteínas contenidas en una célula. Esta regulación es importante para evitar que estos prótidos ‘se vuelvan locos’ y se aglutinen, como ocurre con las proteínas amiloide y tau en el cerebro de los enfermos de Alzheimer.
Otras proteínas analizadas en el estudio desempeñan papeles clave en el sistema inmunitario, lo que se suma a las "crecientes pruebas del papel de la función inmunitaria innata y adaptativa en la demencia", afirma Jin-Tai Yu, médico-científico especializado en demencia de la Universidad Fudan de Shanghai, en China, para la revista Nature. Yu y su equipo descubrieron que las personas con enfermedades inmunitarias son más vulnerables al Alzheimer en etapas posteriores de la vida.
El equipo, formado por investigadores del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, la Universidad de Texas y la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) —y otras instituciones de todo el mundo— espera que su descubrimiento ayude “a los científicos a evaluar con mayor precisión el riesgo de demencia en los adultos mayores".
Una enfermedad que se duplica
El Alzheimer y otras demencias afectan a 47 millones de personas en todo el mundo, una cifra que se prevé que aumente a 75 millones en 2030 y a 132 millones en 2050, según los datos que aporta la OMS en 2015. Es decir, cada 20 años se duplicará el número de personas afectadas. En España, tal y como recoge el Plan Integral de Alzheimer y otras Demencias de Sanidad, para 2050 el número de enfermos se acercará a los 2 millones de personas.
Ante estas alarmantes cifras, los investigadores estadounidenses dan pasos agigantados hacia el desarrollo de tratamientos medicinales preventivos. Recientemente, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha aprobado el uso del primer medicamento en la historia que ralentiza el deterioro cognitivo y la pérdida de memoria.
"Este tratamiento, aunque no es una cura, puede dar a las personas en las primeras etapas del Alzheimer más tiempo para mantener su independencia y hacer las cosas que aman", declaró en un comunicado la doctora Joanne Pike, presidenta de la Asociación de Alzheimer del país. Y aunque aún queda mucho por recorrer para entender el papel de las proteínas descubiertas en el nuevo estudio, este hallazgo puede ayudar a realizar intervenciones tempranas y a mejorar los tratamientos ya existentes. "El objetivo futuro es determinar si estas proteínas podrían utilizarse como marcadores para identificar diversas vías desreguladas en personas con demencia y ayudar a proporcionar tratamientos más personalizados", afirma en Nature Keenan Walker, neurocientífico del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento y uno de los autores del estudio.