Una universidad para subir en un ranking está tentada a tomar una estructura piramidal donde se independientemente de la calidad de sus enseñanzas se pone exámenes o filtros donde se va progresivamente expulsando a los menos dotados o a los que no tienen profesión particulares de refuerzo. Un proceso parecido a la selección natural donde solo sobreviven los más aptos, o los que tienen mejor apoyo externo de clases particulares. Este modo permite posteriormente « presumir » a la Universidad de que los que consiguieron graduarse lo han conseguido por la excelencia de la Universidad en cuestión y llegaron a altos cargos. Esos altos cargos pueden tener tendencia a seleccionar personal entre las filas de los que han conseguido graduarse después del proceso de selección.
Llegamos pues a punto en el que se asocia la excelencia de los alumnos supervivientes académicamente, con la excelencia de la Universidad que operó el proceso de selección más exigente. Cuestión también de que los procesos de selección del ranking de universidades incluyen en su ponderación y valoración factores secundarios como el tamaño y modernidad de las instalaciones y no la calidad de sus profesores. Entra en juego la arbitrariedad de los organismos que elaboran dichos «ranking» que son utilizados como una operación de marketing para aumentar la base piramidal de alumnos dispuestos a someterse a intenso proceso de selección.