PARA LA PRÁCTICA TECNO-CIENTÍFICA<br>
Ensayo abierto de Echeverría
Reseña realizada por Armando Menéndez Viso<br>
University of Exeter
Seguramente este título llevará a la mayoría de ustedes a pensar que se encuentra ante una obra que contrapone el mundo objetivo, preciso, progresivo y hasta frío de la ciencia con el subjetivo, difuso, estático y acalorado ámbito de los valores, bien para defender la primacía de uno sobre otro, bien para promover un feliz ayuntamiento entre ambos. Pues bien, desechen esa idea o cualquier otra parecida. Lo que se nos ofrece en este trabajo no es más (ni menos) que un conjunto de instrumentos para interpretar una realidad, la de las tecnociencias contemporáneas, en la que los valores de todo tipo, el conocimiento científico, los métodos, las innovaciones tecnológicas, sus implicaciones económicas, políticas y morales, y sus riesgos son difícilmente separables, incluso conceptualmente. Puesto que todos cuentan conjuntamente en la práctica diaria de las personas dedicadas a las ciencias y las tecnologías, y a la vez dependen de ella, no podemos utilizar ninguno de esos elementos para distinguir las tecnociencias de las demás actividades humanas. Javier Echeverría defiende que las ciencias y las tecnologías del presente se identifican por el particular proceso de evaluación al que someten todos sus resultados, ya se trate de teorías, de instrumentos, de simples hipótesis, de datos, de proyectos, de aplicaciones o de cualquier otro de sus productos. Por eso, para entender cómo se desarrollan las actividades tecnocientíficas, necesitamos antes una axiología (es decir, una teoría de la evaluación o de los valores) que una epistemología o una metodología -aunque tampoco debamos prescindir de éstas-.
Parafraseando al autor, podríamos decir que su propuesta se caracteriza por manifestar los siguientes rasgos:
1. Adscripción filosófica, pues incluye un juego de herramientas conceptuales que cabe incluir dentro de la esfera de las filosofías de la ciencia, aunque no entre las metodologías, las epistemologías o las ontologías.
2. Virtud práctica, dado que en este libro no se pretende responder a preguntas como "¿qué son los valores?" o "¿qué es la ciencia?", sino a la cuestión de cómo podemos intervenir en las acciones tecnocientíficas. No estamos ante una obra de filosofía del conocimiento científico, sino de la práctica tecnocientífica.
3. Cierta heterodoxia, consecuencia de la originalidad de utilizar un marco explicativo fregeano para dar cuenta de las actividades tecnocientíficas, de manera que éstas aparecen como funciones que arrojan diferentes valores según los parámetros (acciones, teorías, etc.) que las saturen, y no como una categoría definida por rasgos estables.
4. Pluralismo, pues muchas y no una son las ciencias y las tecnologías que hay que interpretar y en las que hay que intervenir; por tanto, muchas y no una son las maneras de hacerlo. Además, como son muchos y no uno los tipos de valores que rigen o pueden regir las actividades tecnocientíficas y la participación pública en ellas (valores morales, pero también valores políticos, valores militares, valores empresariales, valores epistémicos...), son también múltiples las disciplinas y los actores relevantes.
5. Gradualismo, que se opone a la dicotomía entre lo óptimo y lo sub-óptimo, entre lo correcto y lo incorrecto, surgida del criterio de maximización empleado habitualmente en la teoría de la elección racional. La sugerencia teórica de Echeverría no se funda en límites, ni en categorías, ni en puntos singulares, sino en grados de satisfacción que convierten a una acción en más o menos plausible (esto es, digna de aplauso), pero no la condenan por irracional ni la ensalzan por óptima.
6. Continuidad, pues esta obra se inserta en un trabajo de investigación individual y colectivo de varios años, y está íntimamente conectada con otras, especialmente, del mismo autor, La revolución tecnocientífica (F.C.E., 2003) y El tejido de la racionalidad (escrita conjuntamente con J. Francisco Álvarez y que se publicará próximamente).
7. Provisionalidad, pues, en virtud precisamente de esa continuidad, se trata de una obra abierta, de un ensayo propiamente dicho, que pretende iniciar argumentaciones, más que concluirlas, y que de hecho las ha suscitado desde su publicación.
8. Legibilidad, porque para entender lo que el autor quiere transmitir no es preciso disponer de una formación filosófica previa. Los dos primeros capítulos parecerán, quizá, más arduos a quien no tenga costumbre de lidiar con la literatura del género y más sustanciosos a las personas versadas en la materia. Los dos últimos, sin embargo (dedicados a mostrar cómo puede funcionar la teoría desarrollada en los anteriores cuando es aplicada a dos contextos particularmente relevantes para la práctica tecnocientífica, el de la educación reglada y el de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación), resultarán asequibles, cercanos y muy ilustrativos.
En definitiva, lo que aquí se acaba de presentar es un volumen escrito por uno de los autores más destacados del panorama de la filosofía de la ciencia en lengua española, un libro osado, capaz de esclarecer nuestra visión de las tecnociencias contemporáneas y dispuesto para despertar la curiosidad y el ánimo crítico de quienes lo lean.