REFLEJO FIEL DEL DESEO DE SABER Y REGISTRAR EL MUNDO EN LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN<br>
Reseña realizada por Felipe Jerez Moliner<br>
Departamento de Historia del Arte<br>Universitat de València
Un magnífico ejemplo del punto de encuentro entre la fotografía (al menos un tipo de fotografía protagonista desde sus comienzos) y el oficio de historiador: la capacidad de reproducir fielmente la realidad. La primera, mediante el cálculo de la luz, el tiempo de exposición, la adecuación de los materiales, la elección del fragmento de realidad a captar y la sucesión de los pasos necesarios. El segundo, a través del estado de la cuestión, la dedicación constante, la localización de las fuentes y los estudios críticos, la determinación de objetivos y la aplicación de un método.
Justifico el atrevimiento a usar este símil por el contenido de la obra y su origen en relación con los inicios de la fotografía, según palabras de la propia autora. No es la primera vez que la profesora Jesusa Vega nos hace disfrutar con el resultado de sus acertadas y cuidadas investigaciones dedicadas a la cultura visual, aportando nitidez, veracidad, claridad, luminosidad y hasta color. Estudios que, como en este caso, muestran contenidos multidisciplinares amplios y complejos, con un manejo abrumador de materiales -fuentes y estudios- que pueden llegar a sorprender incluso a los especialistas en un determinado capítulo del tema tratado.
El libro está dedicado a la configuración de la nueva mirada moderna, perceptible en la sociedad española del período ilustrado. A la transformación provocada por el progreso de las ciencias, la creación de instituciones públicas y las enseñanzas regladas bajo el impulso de la política borbónica. A las imbricaciones entre el Arte y el conocimiento científico, a la transmisión y difusión del saber y el protagonismo esencial, casi una necesidad, de la imagen. Su medio millar de páginas nos enseñan, relatando y documentando, la puesta en práctica de nuevas estructuras, medios, máquinas, instrumentos, técnicas, ingenios, espectáculos visuales que ilusionaban, entretenían, enseñaban y satisfacían la curiosidad, el gusto por conocer y hasta registrar la naturaleza. Un deseo que, como es sabido, culminaría en la centuria siguiente con la invención de la fotografía.
En consonancia con su título, la obra está dividida en tres partes así ordenadas: Ciencia, Arte e Ilusión. En la primera, Ciencia, se suceden cuatro capítulos. Una aproximación contextual sobre el progreso y la modernidad en la España dieciochesca con pinceladas sobre política, ciencia, economía, sociedad, arte y cultura en general, las conexiones entre ciencia y arte y hasta la iconografía de sus protagonistas reflejada en la representación figurativa. Una exposición documentada de las principales fábricas ilustradas de patrocinio regio para el desarrollo de la Industria, en especial las de cristales, textiles y porcelana, o el Gabinete de máquinas, en los que se hace evidente la importancia de los adelantos ópticos, físicos y químicos, tal y como recoge la prensa de la época. Se cuenta además la difusión que tuvieron dichas industrias por medio de textos y tratados con estampas, y sus vinculaciones con la actividad artística. Le sigue un feliz capítulo acerca de las tertulias y reuniones sobre ciencia y arte que tenían lugar en distintos escenarios de la España Ilustrada, instructivas, entretenidas, apasionadas, erróneas o acertadas. Germen de amistades y enfrentamientos, de demostraciones y adelantos y hasta de la crítica de arte, en el debate entre el charlatán y el conocedor. Y finalmente, una descripción de las prácticas y experimentos cortesanos desarrollados en la época tanto en gabinetes como en espacios abiertos, mediante variados instrumentos y máquinas. Un acercamiento tanto a los partícipes como a sus demostraciones, entre las que escoge de forma casi monográfica por su interés y riqueza documental e iconográfica, la elevación aerostática.
La segunda parte, Arte, se divide en dos capítulos. Uno, destinado a presentar los inicios de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el papel fundamental que adquiere en ella la enseñanza del grabado, arte que fija la memoria, actúa como transmisor de cultura y conocimiento, y se proyecta al exterior. Su progreso y aplicación al servicio de la ciencia, los textos coetáneos alusivos a su valoración e importancia, el debate entorno a su enseñanza, el interés por acopiar las estampas resultantes o el desarrollo técnico que experimenta en la época. El otro, centrado en el arte del retrato y las distintas formas de registrarlo: pintura, miniatura, grabado, fisionotrazo o silueta. Y junto a ellas, el tema de la sombra en la pintura, la fisiognómica o los llamados retratos enigmáticos.
La tercera y última parte, Ilusión, nos permite disfrutar de otros dos interesantes capítulos. El primero se inicia con una reflexión sobre las prácticas llamadas pre-fotográficas y su consideración o no en el ámbito de estudio de la Historia del Arte, según su legitimidad estética. Unas prácticas y los instrumentos necesarios las máquinas para la ilusión que tienen precedentes históricos, calificados como mágicos de forma peyorativa, pero que alcanzan una nueva condición durante el período ilustrado. La representación de lo ausente, el éxito de la ilusión según su capacidad de volverlo a la memoria. Una realidad que tiene en las figuras anatómicas de cera un claro ejemplo. Hablando de la ilusión y la percepción en la época, y frente a la frecuente descontextualización actual de los objetos, se aboga por la difícil pero deseable reconstrucción del ambiente visual y lumínico, del gusto y la sensibilidad del período, del intento por acercarse al menos, en este caso, a la cultura y experiencia seductora del papillotage. En el segundo capítulo y último del libro, se presentan y explican los diversos instrumentos capaces de crear ilusiones ópticas que fueron usados en la época: cámaras oscuras, cajas ópticas, microscopios, espejos, lentes, linternas mágicas o fantasmagorías. Asimismo, se incluyen los distintos escenarios y aplicaciones en los que se utilizaron, como por ejemplo el apoyo para la representación en perspectiva. Una vez más, se emplea un repertorio amplio de fuentes textuales e iconográficas (tratados, prensa, documentos de archivo, dibujos, pinturas, estampas), de lo más interesantes y oportunas, para consolidar e ilustrar cada una de las explicaciones. Por la modernidad de Goya y el elevado conocimiento sobre él demostrado por la autora, no sorprende ver textos, dibujos, estampas y pinturas del maestro aragonés participando de este tipo de ilusiones.
Como pretende la profesora Jesusa Vega, es sin ninguna duda una contribución al conocimiento de los medios, la comunicación y la cultura española del siglo XVIII y al tiempo un testimonio de la vigencia y vitalidad de los estudios histórico-artísticos. La maquetación y el diseño del libro, las trescientas ilustraciones escogidas y las referencias bibliográficas citadas cerca de un millar- suponen la guinda de este trabajo. Un placer dispuesto a ser disfrutado.