En la poesía actual cabe perfectamente que el aliento clásico, el tono elegíaco y ritmos y formulas sintácticas tradicionales se proyecten en ámbitos de temas e imágenes plenamente modernas. Temas como el mundo del deporte o como el de la ciencia. O ambos a la vez. Como ocurre con el poema Ciclismo olímpico del poeta salmantino Juan Antonio González Iglesias, en que nos hallamos ante una poesía honda, clara y cincelada; una poesía nutrida de tradición y cultura.
<p>Más información en el blog <a href="http://www.madrimasd.org/blogs/CienciayPoesia/2019/05/20/90368" target="_blank">La Alegría de las Musas 2</a></p>
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<p>CICLISMO OLÍMPICO</p>
<p align="right"><em>para mi padre</em></p>
<p align="right"><em>por sus victorias en ciclismo</em></p>
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<p>El ciclismo en pista sucede exactamente en un lugar del cosmos.</p>
<p>La larga ondulación de madera pulida</p>
<p>forma un hermoso anillo de Saturno</p>
<p>elástico hasta límites cercanos a la elipse.</p>
<p>Quiere ser una cinta de Moebius.</p>
<p>Nociones tan sublimes como el Dios medieval</p>
<p>que pasara su mano por esta superficie</p>
<p>modelando su cuenco, resultan anacrónicas.</p>
<p>Un programa informático ha engendrado estas curvas</p>
<p>y el hormigón armado es dúctil como arcilla.</p>
<p>Los corredores portan cascos hiperlineales</p>
<p>más que los de los nautas de los astros.</p>
<p>Convertirán su testa en una flecha.</p>
<p>El estatismo inicial los vuelve vulnerables.</p>
<p>Son animales frágiles a punto de extinguirse.</p>
<p>Necesitan la ayuda de biólogos</p>
<p>que primero los sujetan y luego los empujan</p>
<p>para que vuelvan a su elemento natural:</p>
<p>no la tierra ni el aire,</p>
<p>sino el quinto elemento, el que Aristóteles</p>
<p>denominaba éter.</p>
<p>Los trajes y las botas ya no son de este mundo.</p>
<p>Las bicicletas no son bicicletas.</p>
<p>Tiene la lentitud y la velocidad</p>
<p>de los seres celestes.</p>
<p>Todo es tan silencioso que el encuentro continuo</p>
<p>entre el parqué y las ruedas se produce</p>
<p>casi con la intimidad propia del erotismo.</p>
<p>El público está lleno de pequeños geómetras</p>
<p>que sin embargo rugen, saben que cualquier cosa</p>
<p>nos puede suceder cuando nos dividimos</p>
<p>hasta las diezmilésimas.</p>
<p>En estas condiciones cada pedalada</p>
<p>anticipa victoria. Muchos son los caminos</p>
<p>que conducen al éxtasis de los místicos laicos.</p>
<p>Bajo el óvalo cósmico giran vertiginosas</p>
<p>la palabra milésima, la palabra velódromo.</p>
<p>¿Cuánto tiempo podremos ser perpendiculares?</p>
<p>Alguien es responsable de todo este equilibrio</p>
<p>de que las delicadas bicicletas orbiten</p>
<p>como satélites de un elegante sistema.</p>
<p>¿Qué podremos decir de la fuerza centrífuga</p>
<p>si ya la conocemos por nuestros corazones?</p>
<p>No hay principio ni fin. Una campana suena.</p>
<p>Y éste es ya el momento</p>
<p>de celebrar únicamente</p>
<p>la atracción primordial entre las cosas,</p>
<p>lo mismo que si fuéramos</p>
<p>otra vez presocráticos</p>
<p>o al menos anteriores a Newton</p>
<p>para poder decir lo que Leonardo</p>
<p>da Vinci, que en el Códice</p>
<p>que se conserva en la Biblioteca</p>
<p>Nacional de Madrid</p>
<p>llama a la fuerza de la gravedad</p>
<p>ese inmenso deseo de volver.</p>
<p align="right">(De <strong>Olímpicas</strong>. El Gaviero Ediciones. 2005)</p>
<p> </p>
<p><strong>Juan Antonio González Iglesias, </strong>(Salamanca, 1964)</p>