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Autor
A. César González-García (Grupo de Astrofísica, Dept. Física Teórica, UAM)

La Arqueoastronomía: el cielo de nuestros antepasados

El cielo, las estrellas, los ciclos del sol o de la cambiante luna, han llamado la atención del hombre desde tiempo inmemorial. Actualmente, las luces de las ciudades, las prisas del día a día y la cultura de ocio enfocada en los medios audiovisuales, hacen que cosas que hasta hace bien poco eran naturales ahora nos parezcan poco menos que exóticas. El que alguien mida el tiempo de la cosecha o la siembra por una salida particular de las estrellas o que se construyan monumentos de manera que se integren en su construcción conceptos astronómicos sencillos nos parece primitivo o poco menos que esotérico.
Y sin embargo, hasta hace bien poco nuestros agricultores se fijaban en cuándo salían las 'cabrillas' (conocidas también como las Pléyades) poco antes de la salida del sol, para saber cuándo sembrar ciertos productos; o las iglesias se construían orientando el altar hacia el sol naciente en la fecha del santo patrón de la iglesia.

En una definición que da el astrónomo E.C. Krupp: "La Arqueoastronomía es el estudio interdisciplinario de la astronomía prehistórica, antigua y tradicional, en el marco de su contexto cultural ...

El estudio de estos conocimientos y de muchos otros usos de los ciclos y eventos astronómicos es a lo que se dedica la Astronomía cultural, más conocida como Arqueoastronomía.

En una definición más formal, que da el astrónomo E.C. Krupp: "La Arqueoastronomía es el estudio interdisciplinario de la astronomía prehistórica, antigua y tradicional, en el marco de su contexto cultural ... abarcando los siguientes temas: calendarios, observación práctica, cultos y mitos celestes, representación simbólica de eventos, conceptos y objetos astronómicos, orientación astronómica de tumbas, templos, santuarios y centros urbanos, cosmología tradicional y la aplicación ceremonial de tradiciones astronómicas".

Como vemos, uno de los aspectos que estudia la Arqueoastronomía es el estudio de las orientaciones de ciertos monumentos tratando de ver su posible relación con los astros. De hecho, este aspecto es el más conocido de esta joven disciplina.

Figura 1: Stonehenge (izquierda) es el paradigma de monumento con orientación astronómica. Sin embargo, el ser un monumento único es un problema ya que no podemos verificar si esa orientación es casual. Esto se puede hacer en otros monumentos megalíticos, como las Tumbas de Gigante de Cerdeña (derecha), en que hemos podido verificar que su orientación puede explicarse por los movimientos cíclicos de la luna. (Imágenes: A.C. González-García)

El que podemos considerar como fundador de la Arqueoastronomía, Sir Norman Lockyer, astrónomo real de Gran Bretaña a comienzos de siglo XX, se dedicó como entretenimiento entre sus investigaciones del Helio solar, a estudiar las orientaciones de Stonehenge y de los templos egipcios.

Stonehenge, desde esos días, es el paradigma de monumento prehistórico con orientación astronómica. Lockyer determinó que el eje principal del monumento estaba orientado de manera que desde el centro del círculo de piedras se puede observar la salida del sol en el día más largo del año (el solsticio de verano) en dicho eje. En los años 60, Gerald Hawkins aplicó un complicado algoritmo de cálculo para determinar que el monumento podría ser utilizado a modo de un computador megalítico para determinar eclipses. Esto, la verdad es que no dio muy buena fama a la Arqueoastronomía entre los arqueólogos, que veían como especialistas de otras ramas profesionales, utilizaban los datos que ellos tomaban sin tener todos los datos en cuenta y extrayendo conclusiones anacrónicas. Hoy en día, ningún arqueoastrónomo pone en duda que la orientación solsticial de Stonehenge sea probable, pero ninguno se toma en serio que se le pueda considerar un 'observatorio' para la predicción de eclipses.

Stonehenge es un monumento único, y esto en sí es su principal problema. Es decir, no existe un paralelo con el que comparar y verificar si la orientación solsticial es una casualidad en este caso o si es algo que se repite en monumentos similares construidos por la misma cultura.

Para los casos donde no tenemos información escrita, como en el caso de los monumentos megalíticos, la forma de proceder en Arqueoastronomía es el recolectar el mayor número posible de orientaciones de monumentos de una misma cultura en un área determinada. Una vez obtenida esta información, se comparan estas orientaciones para observar si existen patrones comunes.

Esto lo hemos hecho en las últimas décadas para un gran número de monumentos megalíticos en Europa y el Mediterráneo y algo que ha sorprendido es que, dentro de cada grupo de monumentos, la coherencia es la norma. Por ejemplo, si nos fijamos en las orientaciones de los dólmenes de siete piedras del Alentejo (Portugal) de más de 100 monumentos medidos, todos ellos tienen su entrada orientada hacia el sol naciente. En esta zona del Alentejo, no existen elementos topográficos, como ríos o montañas que nos puedan explicar esta coherencia, así pues la explicación más sencilla que aparece es la astronómica.

Figura 2: El cielo era una de las múltiples divinidades del antiguo Egipto (izquierda). La correcta orientación de templos y tumbas era fundamental para conseguir la Maat, o la armonía en la tierra. La cultura púnica controló en diversas áreas del Mediterráneo en los siglos anteriores a nuestra era. Sus tumbas, los hipogeos (derecha), están orientadas de manera acorde a las posiciones del sol en las fechas más destacadas de su calendario. (Imágenes: A.C. González-García y J.A. Belmonte)


Otra cosa en la que nos hemos fijado es que grupos de monumentos cercanos, aun perteneciendo a culturas diferentes o a épocas distintas, comparten orientaciones similares. Esto nos va a servir en el futuro para poder determinar con mayor seguridad a qué objeto celeste se orientaban estos monumentos.

La Arqueoastronomía está poniendo en valor una serie de datos sobre los pueblos prehistóricos y antiguos que hasta hace poco eran casi ignorados

En culturas que sí poseían escritura nos movemos con algo más de seguridad, ya que las medidas se pueden y deben apoyarse en esos escritos. El caso paradigmático es la cultura egipcia, aunque no es la única. Por ejemplo, en la última década, hemos recogido datos de las orientaciones de las tumbas excavadas en la roca por los fenicio-púnicos en el Mediterráneo occidental. Estas tumbas, conocidas como hipogeos, constan de una cámara subterránea, en general rectangular, con un pasadizo inclinado de entrada, el 'dromos'. Hemos medido más de un millar de orientaciones de hipogeos púnicos en sitios tanto de la Península Ibérica, como Baleares, Cerdeña o el Norte de África y hemos obtenido una gran regularidad en las orientaciones con relaciones claras con los equinoccios y los solsticios. Precisamente, estudiando las pocas inscripciones que nos han llegado, podemos relacionar estas orientaciones con el calendario fenicio-púnico. Este calendario tendría un comienzo civil y otro religioso, cada uno en un equinoccio, marcado por la celebración de festivales con libaciones en honor a los muertos. En el solsticio de invierno se celebraba la muerte del dios Baal, y se practicaban ritos en honor a los muertos. De esta manera, encontramos información útil sobre cómo pensaban estos pueblos y el uso que hacían de los fenómenos astronómicos.

La Arqueoastronomía está poniendo en valor una serie de datos sobre los pueblos prehistóricos y antiguos que hasta hace poco eran casi ignorados. El efecto pernicioso de pseudo-investigadores recurriendo a la especulación salvaje con el único interés de hacer dinero y desinformar, hace mucho daño en este campo. Sin embargo, poco a poco se va abriendo paso una metodología que destierra esas suspicacias. Así, en los últimos años van apareciendo noticas sobre descubrimientos en este campo tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, que nos muestran que para nuestros antepasados el cielo y sus ritmos eran un elemento más de sus culturas.

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